Nov 19, 2014

LABERINTO CAPITALISTA FORDISTA Y DESIERTO POSTFORDISTA


El empoderamiento ciudadano tiene en la actualidad enormes dificultades políticas, sociales, económicas, culturales, profesionales y de todo tipo. Plantea retos muy diferentes a los que se viven durante la industrialización fordista-taylorista.

Podemos comparar el tipo dominante de dificultades y sufrimientos -en definitiva, de retos vitales- que enfrentan el actual precariado y cognitariado en relación con los sufridos por el proletariado y los profesionales del capitalismo industrial fordista y taylorista a través de una bella narración de Jorge Luís BorgesLos dos reyes y los dos laberintos”.

El argumento es el siguiente: Cuentan que el rey de babilonia, para humillar al rey de los árabes, lo hizo entrar en el complejo laberinto que había hecho construir y del que sólo puede salir después de muchos esfuerzos y torturas. Entonces armó un ejercito para capturar al rey enemigo y, como venganza, lo llevó en medio del desierto. Allí le dice: tú me condenaste a un complejo laberinto “con muchas escaleras, puertas y muros”. Pues bien ahora yo te “muestro” mi laberinto “donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso”. Y llevándose los camellos, dejó en medio del desierto al rey de Babilonia que murió de sed, vagando sin guía ni fin.

Pues bien, mi metáfora apunta a que el primer laberinto es como el duro, disciplinado y también represivo mundo industrial, fordista y taylorista que tuvo que enfrentar el proletariado; mientras que el segundo es como el flexible, líquido-arenoso, sin guía y aparentemente no coercitivo mundo postindustrial que atenaza al nuevo cognitariado y precariado (ambos prácticamente identificables). Sabemos ciertamente que el primer tipo de laberinto ha evolucionado y está en el origen del segundo, así como el proletariado ha evolucionado y está en la base del actual cognitariado y precariado. Ahora bien es muy importante y significativo distinguir bien entre unos y otros.

En el mundo y laberinto fordista-taylorista todo son constricciones, bloqueos y caminos de una única dirección; al igual como la mayoría del trabajo y de la formación era muy estipulado, disciplinado y con poca libertad. En cambio, en la actual postindustrialización cognitiva y turboglobalizada todo parece posible, la información es aparentemente muy fácil de conseguir y está en todas partes. Pero, no hay guías ni fijezas, pues el viento del cambio acelerado lo mueve todo como a la arena.


El laberinto cognitivo postindustrial sin enormes paredes, pero tampoco sin guías y por eso (al menos a medio y largo plazo) tiene que ser uno mismo quien escoja un camino donde no parece haber ninguno, seguirlo incansablemente y –sin desmoralizarse- al pasar frente a los numerosos cadáveres de las víctimas de ese extraño laberinto postmoderno, hasta encontrar un pequeño oasis donde recuperar fuerzas. Pero sólo por un breve tiempo, pues pronto se tiene volver a caminar por el desierto… una y otra vez… sin que lo aprendido sirva demasiado frente al cambio constante de las dunas y oasis.

Notaran que –a pesar de que no hay la disciplina del fordismo-taylorismo- en el laberinto cognitivo postindustrial tampoco hay demasiada libertad. También el laberinto desierto, abierto y en cambio constante impone unas estrategias muy limitadas si se quiere sobrevivir en él. Eso sí la obediencia, la disciplina e incluso el gregarismo del fordismo han perdido su función y –ahora- se impone que cada uno, individualmente, bajo su riesgo y responsabilidad escoja y labre el camino que –finalmente- los mercados dictaminarán si es exitoso o fracasado. Además tal proceso debe repetirse indefinidamente a lo largo de la vida… pues –como decía Antonio Machado - “Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace el camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar.”

Ciertamente y como hemos dicho, el capitalismo industrial, fordista y taylorista exige un enormemente intensivo autocontrol durante la jornada laboral, pues en todo momento se le dice al trabajador exactamente lo que debe hacer. No debe extrañar por tanto, que tal brutal exigencia muchas veces fuera “compensada” al salir del trabajo por excesos alcohólicos. Seguro que era una “descompresión” brutal pasar de la fábrica y cadena de montaje, al bar y con dinero en el bolsillo. Charles Chaplin (por ejemplo en Tiempos modernos) ridiculizó genialmente las causas y consecuencias de ello; mientras que Marx y el marxismo las han analizado con detalle.



El trabajo en el fordismo y taylorismo es como el primer laberinto de Borges: todo son impedimentos, constricciones, disciplina… y la supervivencia depende del férreo autocontrol para encajar todo ello. La sensación de libertad es mínima pues –la maximización de su rendimiento dentro de la gran maquinaria de la fábrica y cadena de montaje- exige imponerle exactamente al trabajador lo que tiene que hacer en cada instante, como hacerlo, donde, con quien, etc. El trabajo del obrero le es –como -decían Marx o Hegel (en la dialéctica del amo y el esclavo)- una imposición exterior, y por tanto es fuente de alienación, enajenación, un estar fuera de sí...

Excepto algún discurso sobre el papel redentor del trabajo, nadie se llamaba a engaño y se partía de la base que el trabajo era una imposición, donde se valoraban especialmente obediencia, disciplina y autocontrol. En el entorno fordista y taylorista, nadie esperaba creatividad o innovación por parte del trabajador, y si éste lo intentaba era reprimido, cuando no directamente despedido.

Tales condiciones de trabajo fordista-taylorista son, sin duda, torturantes y alienantes. Podemos imaginarnos la muy difícil adaptación de los trabajadores recientemente inmigrados del campo y que todavía están acostumbrados a trabajos puntualmente duros, pero de ritmos muy lentos, ejercidos al aire libre y con bastantes posibilidades de librarse del control ajeno de vez en cuando. Es todo lo contrario de lo que padecen en las fábricas panópticas (que Foucault ha teorizado): el ritmo es el máximo posible, en un ruidoso y contaminado encierro, y siempre bajo el escrutador control de los capataces. Son sin duda situaciones y experiencias brutales (asimilables al laberinto babilónico).


Autoexplotación y seducción


Ahora bien, el actual capitalismo cognitivo postindustrial define otro tipo de laberinto, también bastante terrible y –aunque parezca lo contrario- sin demasiada libertad. En cierto sentido obliga a otro tipo más exigente de represión y autocontrol. Incluso impone una obediencia más difícil y sutil, quizás no tan intensiva, disciplinada y pasiva como la del fordismo-taylorismo, pero mucho más extensiva (a toda la vida) y previsora a largo plazo.

Se exige también otro tipo de autocontrol, más complejo e incluso a veces contradictorio, que se asemeja al exigido por el laberinto del desierto. Pues no basta con someterse abnegadamente durante una larga jornada laboral que a veces puede ser de sol a sol, sino que se trata de ser capaz -por autoexigencia y previsión a muy largo plazo-: de escoger un camino personal y mantenerse sin desfallecer en una muy larga y compleja formación cognitiva.

Podemos decir con el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han que el trabajador cognitivo postindustrial de hoy –y precisamente en la medida que tiene éxito profesional- se explota libremente a sí mismo hasta el colapso. Dice Byung-Chul Han: “En el neoliberalismo, trabajo significa realización personal u optimización personal. Uno se ve en libertad. Por lo tanto, no llega la alienación, sino el agotamiento. Uno se explota a sí mismo, hasta el colapso. En lugar de la alienación aparece una autoexplotación voluntaria. Por eso, la sociedad del cansancio como sociedad del rendimiento no se puede explicar con Marx. La sociedad que Marx critica, es la sociedad disciplinaria de la explotación ajena. Nosotros, en cambio, vivimos en una sociedad del rendimiento de autoexplotación”.

Aquí, se imponen ya no las reglas del fordismo-taylorista, sino del capitalismo neoliberal, cognitivo, turbloglobalizado y en cambio constante. Este nos convierte a todos en verdugos y víctimas de nosotros mismos: siempre cruzando un laberíntico desierto en cambio constante y donde los oasis son sólo breves descansos antes de volver al desierto. Cada vez, los momentos de descanso e incluso de gozar de los propios logros, se vuelven más breves y entrecortados; dominados por la angustiante sensación de que tarde o temprano el laberinto del desierto nos vencerá. Pues al final, una inevitable obsolescencia acabará con nuestra fuerza cognitiva; al igual como las minas del primer capitalismo terminaban muy pronto con la fuerza del trabajo y la juventud de sus trabajadores.


Incluso, al contrario de la sociedad y el poder tradicionales que tendían a la represión, los actuales tienden a una cierta biopolítica basada en la seducción que impulsa al trabajador para que se explote a sí mismo, convenciéndole que es “empresario de sí mismo” y que -al asumir ese rol- culmina su “libertad”. Pero estarán de acuerdo conmigo en que, esa seducción o fascinación que ejerce actualmente el neoliberalismo, tiene nefastos y peores efectos que la sociedad industrial tradicional. Pues genera una terrible desorientación y desempoderamiento especialmente para aquellos que –proviniendo de entornos preindustriales- no tienen experiencia en las trampas del hiperconsumo ni comprenden la fuerza y alcance de la postindustrialización turboglobalizada.

Es por ello que afirma Byung-Chul Han (El País, 3-10-2014) que hoy la revolución se ha convertido en imposible. Pues la dominación neoliberal ha desviado astuta y seductoramente todo “malestar” de la sociedad o la política colectiva a lo privado y a la autoculpabilización de quien se cree un “fracasado”. Sin duda, todo lleva a que esa autoculpabilización desempoderante caiga especialmente sobre el excluido venido del mundo agrario, rural y poco industrializado.

Todos estos retos, cuestiones y dificultades son quizás aún más graves en países como el Brasil. Sin duda se consolida como potencia emergente y con un consolidado desarrollo, pero donde conviven entornos postindustriales muy avanzados, con otros de industrialización fordista-taylorista clásica y otros todavía muy rurales. En ellos, son aún más grandes el sufrimiento y la dificultad de empoderamiento de los habitantes de sus ciudades, sobre todo cuando migran de uno de esos entornos rurales, a los postindustriales y de la sociedad del conocimiento.

Hable de estas cuestiones -para Polos de Cidadania- en el III Seminário Internacional Cidade e Alteridade y el II Congresso Mineiro de Direito Urbanístico (12-14 novembro UFMG, Bello Horizonte, Minas Gerais, Brasil). Y amablemente ha sido recogido y divulgado por LABIRINT - Laboratório Internacional de Investigação em Transjuridicidade (UFPB, Paraíba, Pernambuco, Brasil).  

De estas cuestiones hay resumenes en castellano en el post CAPITALISMO COGNITIVO: LABERINTO CIUDADANO Y en portugués en el post EMPODERAR PARA A PÓS-INDUSTRIALIZAÇÃO. La primera parte del desarrollo completo está en el post ¿DERECHO A LA CIUDAD?, la segunda parte en el post  COGNITIVO-POSTINDUSTRIAL CONTRA FORDISTA-TAYLORISTA y la tercera parte en SOCIEDAD DEL DESEO DIFERIDO HASTA EL COLAPSO.
 

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