Actualmente, la filosofía debería responder a las crecientes necesidades inter, trans y postdisciplinares. Debería convertirse en un imprescindible macrosaber orientador y sintetizador.
Pero la filosofía encuentra muchas dificultades para apartarse
del proceso de hiperespecialización de las disciplinas (Foucault 1993). Por ello la filosofía no se da cuenta de que ello margina y debilita crecientemente el papel que tiene que jugar hoy. Y en consecuencia tiende a estar perdida en objetivos de segundo orden, sin reconocer la tarea esencial y urgente que le corresponde.
Por eso muchos creen que hoy estamos ante la definitiva y deseable superación de la filosofía, pues el sistema de los saberes ya no la necesitaría en absoluto. Así se cumpliría –si bien casi dos siglos más tarde- la predicción de Auguste Comte de una total positivización del saber que convertiría en obsoleta a la filosofía, ya que la identifica reductivamente con la metafísica.
Por eso muchos creen que hoy estamos ante la definitiva y deseable superación de la filosofía, pues el sistema de los saberes ya no la necesitaría en absoluto. Así se cumpliría –si bien casi dos siglos más tarde- la predicción de Auguste Comte de una total positivización del saber que convertiría en obsoleta a la filosofía, ya que la identifica reductivamente con la metafísica.
Nosotros consideramos que la situación actual es exactamente la contraria. Pues creemos que actualmente
está cambiando esa situación tan negativa para la filosofía y –en el fondo-
para cualquier macrosaber interpretativo y que explicite las grandes
coordenadas cognitivas de nuestro tiempo.
Esa aspiración ha dado sus días de gloria a la filosofía desde sus inicios griegos, la convirtió en la madre de las ciencias y la consagró como matriz originaria de las disciplinas especializadas, ayudando a mantenerlas vinculadas a sus macrocoordenadas comunes.
Esa aspiración ha dado sus días de gloria a la filosofía desde sus inicios griegos, la convirtió en la madre de las ciencias y la consagró como matriz originaria de las disciplinas especializadas, ayudando a mantenerlas vinculadas a sus macrocoordenadas comunes.
Actualmente esa
vital función de la filosofía está siendo recuperada con gran provecho para el
conjunto del conocimiento y de la sociedad. Pues hoy las propuestas multi, trans e interdisciplinares, que surgen crecientemente
en todos los ámbitos de las ciencias, están definiendo una tendencia que merece
ser llamada “postdisciplinar” (Moyano, Coelho & Mayos, 2014), en la
medida que impulsan a ir más allá de la estructura actual de las disciplinas
académicas.
Consideramos que si tal tendencia se consolida, volverá a sentirse como
necesaria la tarea propiamente filosófica de explicitar las macrocoordenadas de
nuestro tiempo y saberes. ¡Sólo así la humanidad puede
orientarse eficazmente en el entorno cada vez más complejo y en acelerado
cambio de la sociedad del conocimiento!
Pero, para ello, la filosofía debe
volver a ser (si bien de nueva forma postdisciplinar) el gran metasaber trans,
multi e interdisciplinar. Aunque debe asumir que jamás volverá a ser la única “ciencia o
episteme” que fue antes de la constitución de las ciencias modernas y de la
creciente disciplinación de todos los saberes.
Precisamente porqué fue el gran saber predisciplinar (es decir anterior
a la constitución independiente de las ciencias y disciplinas hiperespecializadas)
puede llegar a ser un decisivo saber postdisciplinar.
Puede volver a ser el necesario macro y metasaber que nos permita orientarnos en
el creciente caos cognitivo, siempre en profundo cambio.
Tanto la humanidad,
como los científicos y expertos ultraespecializados (al menos cuando salen de
su estricto campo de trabajo) necesitan hoy de ese macrosaber orientador. Por
eso, la filosofía debe volver a ejercer esa decisiva y cada vez más necesaria
función, en la medida en que sea capaz de
recuperar, teorizar y aplicar su característica experiencia y memoria
predisciplinar a los nuevos retos postdisciplinares.
Ese puede ser hoy el
gran bagaje, patrimonio y renovada función de la filosofía: valorizar lo acumulado
antes, durante y a partir de la constitución de las ciencias y saberes
especializados. Pues solo la filosofía ha
acompañado entera la evolución cognitiva de la humanidad desde la Grecia
antigua hasta la actualidad, pasando sobre todo por el proceso moderno de
separación, constitución e hiperespecialización de los saberes.
¡Se trata
de una valiosa experiencia que hoy adquiere una gran relevancia y que debe ser
la base cognitiva de los nuevos retos!
Por ello, si la
filosofía sabe actualizar el background acumulado durante ese largo proceso y
si sabe sacar valiosas consecuencias de su relación con las distintas ciencias
(la más larga posible, pues surgieron de ella), volverá a ser decisiva para la
evolución tendencialmente postdisciplinar de las ciencias.
Pero para ello –insistimos- la filosofía debe analizar y sacar las lecciones de su propia experiencia cognitiva y en relación con el resto de saberes. Debe asumir, analizar y valorizar en una mentalidad tendencialmente postdisciplinar a la muy compleja historia de la filosofía, en tanto que episteme conjunta y total, y en relación con los distintos saberes especializados que de ella surgieron.
Pero para ello –insistimos- la filosofía debe analizar y sacar las lecciones de su propia experiencia cognitiva y en relación con el resto de saberes. Debe asumir, analizar y valorizar en una mentalidad tendencialmente postdisciplinar a la muy compleja historia de la filosofía, en tanto que episteme conjunta y total, y en relación con los distintos saberes especializados que de ella surgieron.
Superar ensimismamientos y asumir la vieja-nueva tarea
Ahora bien, las
esperanzas que hemos argumentado solo se realizarán si la filosofía supera el
ensimismamiento en que muchas veces ha caído. Sin dejar de llevar a cabo la necesaria tarea microfilosófica (Mayos
2013a y 2013b), focalizada básicamente en los textos y en las relaciones
internas del canon filosófico occidental, tiene
que volver a ser macrofilosofía.
Pues hoy no puede ocuparse tan solo de su
tradición ni exclusivamente de los autores clásicos que le son adjudicados;
sino que debe mantenerse necesariamente en constante y actualizada relación con
los otros saberes y los pensadores de las distintas ciencias.
Actualmente pues, la
filosofía debe volver a ser macrofilosofía y atender a las cuestiones y a los
pensadores que en algún momento pareció perder, pues se incorporaron o
constituyeron algún otro saber especializado. Muy destacadamente, debe
recuperar y atender a las ciencias humanas y sociales, pero tampoco debe olvidar
a los Demócrito, Galileo, Newton, Einstein o Hawking.
Desde una perspectiva
menos ensimismada y más atenta a las ciencias y saberes que se emanciparon de
ella, la filosofía debe ejercer su función en tanto que ciencia (en el sentido
griego de episteme) “madre” de todas las ciencias, incluyendo a las más
específicas disciplinas especializadas.
Mirando
ya a la tarea que le corresponde en una estructura tendencialmente
“postdisciplinar” de los saberes, la filosofía debe extraer y analizar las
consecuencias, experiencias y aprendizajes de la constitución de la actual
estructura hiperespecializada de los saberes. La filosofía hoy debe
evolucionar en ese sentido para poder llevar a cabo la crítica metaepistémica
que tradicionalmente ha ejercido y que los nuevos retos le vuelven a exigir.
Si la filosofía ha
sido protagonista –quizás malgré lui-
de la escisión y especialización de las ciencias, ahora debe asumir con
apasionamiento la tarea de reevaluar ese proceso y reconducirlo bajo las
actuales tendencias inter, trans y postdisciplinares. Ambas cosas se
retroalimentan mutuamente y ofrecen un
nuevo sentido a la filosofía en el marco postdisciplinar de una crecientemente
compleja sociedad del conocimiento.
Recordemos que la
filosofía está detrás del origen histórico, de las bases cognitivas y de gran
parte de la evolución de todos los actuales saberes. Pues no en balde, todos
los llamados “padres fundadores” de las ciencias modernas partían de la filosofía:
de Galileo, Newton, Lavoisier o Adam Smith hasta Weber, Durkheim, Wundt o
Saussure.
Analizar esos hechos, sacar sus consecuencias y aplicarlas a
proyectos de futuro, es hoy quizás la gran cuestión y la gran aportación de la
filosofía.
Ser consciente de ello
no es tan sólo un homenaje a la filosofía y al gran árbol del saber que
–partiendo de ella- hoy se ha vuelto tan frondoso que desorienta y parece
caótico. Así, por ejemplo, Olga Pombo (2013: 28) cita que un exhaustivo catálogo
de campos de estudio en universidades alemanas contabilizaba en 1990 más de
4.000 ámbitos académicos distintos y saberes especializados.
¡A nadie escapa la desorientación y la angustia que provoca en la ciudadanía (pero también en muchos expertos) tal enorme dispersión, sobre todo cuando faltan saberes que –como la filosofía- estructuren y transmitan eficazmente a la sociedad las coordenadas orientativas básicas del complejo sistema actual de las ciencias especializadas!
A partir del artículo de G. Mayos "Las “dos culturas” y la (macro)filosofía en la era postdisciplinar" en el libro Interdisciplinaridade e interconstitucionalidade 2, coordinado por G. Mayos, R.C. Cardoso y M.H. Júnior (Ed. Amazon, 2019).
¡A nadie escapa la desorientación y la angustia que provoca en la ciudadanía (pero también en muchos expertos) tal enorme dispersión, sobre todo cuando faltan saberes que –como la filosofía- estructuren y transmitan eficazmente a la sociedad las coordenadas orientativas básicas del complejo sistema actual de las ciencias especializadas!
A partir del artículo de G. Mayos "Las “dos culturas” y la (macro)filosofía en la era postdisciplinar" en el libro Interdisciplinaridade e interconstitucionalidade 2, coordinado por G. Mayos, R.C. Cardoso y M.H. Júnior (Ed. Amazon, 2019).
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