El background adquirido tanto en el período previo al nacimiento de las
ciencias especializadas, como durante la constitución de éstas e incluso en su
desarrollo independiente, es la más importante aportación que –hoy- puede ofrecer
la filosofía.
Pues de ahí debe extraer sus objetos, experiencias, métodos y
análisis de mayor valor; precisamente en la medida de que ningún otro saber está
en mejores condiciones ante esas cuestiones.
Para ejercer la vital función de conectar las distintas disciplinas, ningún otro saber concreto puede hoy competir con la filosofía pues -por su misma dinámica- las ciencias especializadas suelen haber perdido la memoria detallada del proceso complejo de su constitución, muchos de sus enlaces con otras disciplinas y/o no se sienten suficientemente concernidas por tales cuestiones.
Para ejercer la vital función de conectar las distintas disciplinas, ningún otro saber concreto puede hoy competir con la filosofía pues -por su misma dinámica- las ciencias especializadas suelen haber perdido la memoria detallada del proceso complejo de su constitución, muchos de sus enlaces con otras disciplinas y/o no se sienten suficientemente concernidas por tales cuestiones.
Por tanto, tan sólo la
filosofía parece en condiciones de aprovechar efectivamente ese importante
campo y experiencia cognoscitivos en la nueva era tendencialmente
postdisciplinar. Ello puede convertirse
en el más significativo y valioso patrimonio específico de la filosofía en la
actualidad y su aportación más valiosa para el resto de saberes.
Si se confirman las tendencias inter, poli, meta, trans y postdisciplinares que se manifiestan en todos los campos, incluso puede ser la condición de posibilidad para que la filosofía continúe siendo hoy un macrosaber orientador, necesario y provechoso para el conjunto de las ciencias y disciplinas.
Si se confirman las tendencias inter, poli, meta, trans y postdisciplinares que se manifiestan en todos los campos, incluso puede ser la condición de posibilidad para que la filosofía continúe siendo hoy un macrosaber orientador, necesario y provechoso para el conjunto de las ciencias y disciplinas.
Por tanto, la
filosofía debe asumir, analizar y valorizar su conocimiento de ese complejo
proceso de constitución y especialización de los saberes, del que tan solo ella
ha sido testimonio de forma completa. Pues ciertamente, solo la filosofía y los
filósofos –que, con cierta angustia y sensación de desposesión, veían partir a las
nuevas ciencias especializadas y a sus “padres fundadores”- se mantuvieron
atentos críticamente a los complejos y profundos cambios que provocaban en el
conjunto del saber su constitución como campos epistemológicos “autónomos”.
Pues, no debemos
olvidar que los complejos debates generados en torno a la necesaria
constitución de las nuevas ciencias concentraban
la atención prácticamente entera de sus “padres fundadores”, difiriendo muchas
veces la necesaria reflexión de lo que hacían y de sus consecuencias respecto
al conjunto de los saberes. Por eso más allá de la historia de cada ciencia
concreta, solo una perspectiva macrofilosófica puede asumir y profundizar en el
complejo conjunto, la perspectiva holista y sus consecuencias
crítico-sintéticas.
La filosofía debe
reevaluar críticamente la evolución histórica antes, durante y después de la
constitución de los actuales saberes hiperespecializados. Debe extraer las
relevantes consecuencias en general y también para su propio campo concreto. Pues en ese
complejo proceso constitutivo –sin duda- están codificadas las grandes
dificultades y posibilidades que permiten orientar, prever y atender con
conocimiento de causa al actual proceso de creciente transversalidad y postdisciplinariedad.
Precisamente por ser el gran agente predisciplinar y por haber experimentado la totalidad del proceso de creación de las disciplinas modernas (Foucault 1993), la filosofía puede ser también un legítimo agente crítico ante la tendencia postdisciplinar que hoy parece presidir el conjunto de los saberes.
Precisamente por ser el gran agente predisciplinar y por haber experimentado la totalidad del proceso de creación de las disciplinas modernas (Foucault 1993), la filosofía puede ser también un legítimo agente crítico ante la tendencia postdisciplinar que hoy parece presidir el conjunto de los saberes.
Más que nunca antes,
las nuevas tendencias poli, multi, inter, trans y postdisciplinares revalorizan la experiencia vivida y
codificada por la filosofía a medida que las ciencias modernas se emancipaban
de ella. Pues es decisiva para el papel que tiene que jugar hoy la
filosofía ante la complejidad de una estructura de saberes cada vez más caótica
y desconcertante.
Solo a partir de la perspectiva que acuña la filosofía, como
matriz y madre de todas las ciencias, se puede ejercer la función que hoy se le
vuelve a asignar: pensar críticamente el conjunto de los saberes, con sus
límites y posibilidades.
Ahora bien esa tan
nueva (y a la vez, vieja) función es macrofilosófica y no puede ser ejercida
por una mera microfilosofía, que –por otra parte y con toda legitimidad- estudia
y administra el canon que ha constituido a lo largo de los siglos. Pues también
ese canon debe ser reavaluado críticamente, de forma conjunta a la compleja
trayectoria que la filosofía acumula como “madre” de las ciencias
especializadas.
Solo así devendrá una auténtica filosofía del presente y podrá
ejercer la decisiva función que le exigen el resto de saberes y disciplinas. Pues la filosofía para pensar el presente del
siglo XXI debe apartarse de su claudicación a la ultradisciplinación e
hiperespecialización, y recuperar su perspectiva tradicional de matriz griega.
Debe actualizarla, proyectándose cada vez más hacia los crecientes análisis inter,
trans y (tendencialmente) postdisciplinares. Para ello, la filosofía debe reevaluar críticamente toda su historia y experiencia
antes, durante y después del proceso de constitución de todos los saberes,
ciencias y disciplinas actuales.
Lamentablemente en las
últimas décadas ¡pero no antes!, la filosofía ha obviado ese necesario análisis
porque se ha dejado fascinar por el limitado positivismo que ha presidido gran
parte del proceso de constitución de las ciencias y disciplinas autónomas. Lo
ha vivenciado tan solo como una pérdida e –incluso- como su fracaso en tanto
que “episteme global”, olvidando que se trata de una de las experiencia más
ricas y relevantes en la historia de la humanidad, algo de lo que debía
aprender y a lo que debía aportar su mirada específica.
Sin embargo, hoy la
filosofía puede revertir su error durante las últimas décadas y debe aprender a
analizar ese proceso como una ganancia y uno de los hechos más decisivos que
constituyen nuestro tiempo. Incluso debe detectar, analizar y acompañar
críticamente las nuevas tendencias inter, trans y postdisciplinares que
caracterizan la sociedad actual (que muchos denominan precisamente “sociedad
del conocimiento”).
Esa es su nueva-vieja tarea a la que no debe renunciar, si quiere evitar hundirse en la irrelevancia y ser abandonada –definitivamente- por los restantes saberes como una investigación que no ha sabido estar a la altura del reto para el que fue creada ¡precisamente y con anterioridad a cualquier otra!
Esa es su nueva-vieja tarea a la que no debe renunciar, si quiere evitar hundirse en la irrelevancia y ser abandonada –definitivamente- por los restantes saberes como una investigación que no ha sabido estar a la altura del reto para el que fue creada ¡precisamente y con anterioridad a cualquier otra!
De la angustia por “perder” las ciencias a la tarea de repensarlas postdisciplinarmente
Sin duda, el proceso
de constitución de las ciencias modernas fue enormemente angustiante para muchos filósofos que retrocedieron con miedo. Ahora bien, fueron tambien muchos los que supieron seguir y colaborar con el entusiasmo de
los distintos “padres fundadores” de las ciencias. Este último es el espíritu ilusionante
que hoy la filosofía debe recuperar para asumir el reto que le otorgan las
actuales tendencias inter- y postdisciplinares.
Debe impulsarlo, pues la especialización y disgregación de las ciencias es un proceso que tiene su contrapartida actualmente con la creciente interrelación y coimplicación de los saberes. Aquí estriba el reto, la función que le repara el presente y –también- la gran esperanza para el futuro de la filosofía.
Cerrarse a ellos y no
trabajar fructíferamente en ellos sería un fracaso que –quizás- la filosofía ya
no podría superar.
Insistimos por tanto
en que la filosofía debe investigar el largo y complejo constitutivo de la
actual estructura hiperespecializada de los saberes. Tiene que comprender cómo
devino, con sus ventajas e inconvenientes, pero sobre todo con sus inevitables y decisivas decisiones ontológicas,
epistemológicas, metodológicas, etc.
y sus implicaciones ante las actuales tendencias transversales e
interdisciplinares. ¡Pues en ellas se juega su futuro!
Acertadamente Boaventura de Sousa Santos
(2009 y 2010) o Enrique Dussel (2006) critican la destrucción de las “ontologías
del sur” durante la colonización y su substitución acrítica por las disciplinas
traídas de Europa. Pues bien, la actual tendencia postdisciplinar se superpone
también a una clara tendencia “decolonial” (Mignolo 2011, Franceschini 2013) y
ambas deben ser desarrolladas y potenciadas. Pues ambas se muestran
absolutamente relevantes para encarar los nuevos retos cognitivos –pero también
sociales y políticos- de la actualidad.
Derrida insiste en la
necesidad de la desconstrucción de la tradición occidental (Mayos 1990) y
–creemos- que ello incluye el largo proceso colonial y lo que Chomsky y Wallerstein
(1984) han llamado el “sistema de los 500 años”. Además también hay que desconstruir
postdisciplinarmente la experiencia epistémica, cognitiva, política, cultural…
que la filosofía acumuló durante el proceso de constitución de las ciencias
modernas.
El futuro parece que será postcolonial y postdisciplinar; y debe serlo aunque por el momento todavía no se ha conseguido totalmente ni una cosa ni otra. Pues tan solo estamos ante una compleja tendencia decolonial y desdisciplinadora, que se aventura tan larga como las incipientes tendencias postdisciplinares.
El futuro parece que será postcolonial y postdisciplinar; y debe serlo aunque por el momento todavía no se ha conseguido totalmente ni una cosa ni otra. Pues tan solo estamos ante una compleja tendencia decolonial y desdisciplinadora, que se aventura tan larga como las incipientes tendencias postdisciplinares.
Para ello, en la actualidad una de las tareas más
acuciantes y decisivas de la filosofía es elevar a la plena reflexión
teórico-práxica sus experiencias, prácticas, vivencias y decisiones en el largo
proceso de constitución de los saberes y ciencias autónomos. Se trata de un
gran bagaje empírico y crítico que hoy se ha perdido en las diversas
tradiciones epistemológicas constituidas por las disciplinas especializadas.
Pues
solamente la filosofía se mantiene como posible testimonio riguroso de la
totalidad de ese largo y complejísimo proceso, que hoy constituye su mayor
bagaje y tarea.
Precisamente, en la
medida en que la filosofía vivió la angustia epistemológica de su pérdida
constante de ámbitos y objetos cognitivos, es hoy también la más capacitada
para comprender y explicar la angustia que -sin duda- viven las comunidades de
expertos y las ciencias hiperespecializadas ante la inversa tendencia
postdisciplinar que parece imponerse.
De esta forma la
filosofía puede sintetizar los métodos, ideas,
teorías, procedimientos, enfoques e incluso protocolos que hoy necesitan las
ciencias y las comunidades de científicos para encarar el reto novedoso e
incierto de moderar su ultradisciplinariedad e hiperespecialización. Así,
de nuevo, la filosofía debe buscar en el
conjunto de los saberes especializados, pero también en sí misma, en su
historia y en los pensadores que han acompañado esa larga y compleja
autonomización de las ciencias, con vistas a explicitar críticamente las
ontologías y epistemologías que pueden guiar un presente cada vez más
postdisciplinar.
Por ello y si es
necesario, debe rehacer el canon heredado, como hace por ejemplo Michel Onfray (2007,
2009 y 2010) por otras razones. Además debe enorgullecerse no solo de haber
engendrado, cuidado y alimentado los distintos saberes que –al adquirir
madurez- fueron independizándose uno tras otro; sino que también debe pensar
críticamente su papel a lo largo de ese proceso, conjuntamente con los otros
agentes y mediaciones que lo marcaron.
En una enorme comparativa entre el proceso de especialización y el de postdisciplinariedad, la filosofía más “macro” debe analizar su papel y el de todos los agentes que intervinieron en la constitución de las ciencias. Debe comprender las esperanzas de unos y explicar las resistencias de otros, investigar como en conjunto influyeron en la constitución de nuevos métodos, prácticas revolucionarias, paradigmas rompedores, innovadoras comunidades de expertos, etc.
En la actualidad y culminado el proceso de hiperespecialización, la filosofía debe pensar, prever y minimizar los desajustes que seguramente volverán a presentarse de manera similar en la inminente reconstrucción tendencialmente postdisciplinar de la actual estructura de los saberes.
En una enorme comparativa entre el proceso de especialización y el de postdisciplinariedad, la filosofía más “macro” debe analizar su papel y el de todos los agentes que intervinieron en la constitución de las ciencias. Debe comprender las esperanzas de unos y explicar las resistencias de otros, investigar como en conjunto influyeron en la constitución de nuevos métodos, prácticas revolucionarias, paradigmas rompedores, innovadoras comunidades de expertos, etc.
En la actualidad y culminado el proceso de hiperespecialización, la filosofía debe pensar, prever y minimizar los desajustes que seguramente volverán a presentarse de manera similar en la inminente reconstrucción tendencialmente postdisciplinar de la actual estructura de los saberes.
Como hemos apuntado y
para ello, la filosofía debe resistirse a la idea –que ha asumido acríticamente
en las últimas décadas- de que su objeto, sus temáticas, su canon de
pensadores, etc. son tan solo aquellos que restaron –bastante azarosamente-
como resultado del proceso de hiperespecialización disciplinar.
Muy al
contrario, la filosofía debe asumir que su campo de estudio no es tan solo el compartido previamente a ese proceso de especialización, sino también lo
resultante y subyacente a él (aunque muchas veces no se perciba ni se le dé
auténtico valor).
Hoy y especialmente en su enfoque macrofilosófico, debe asumir como uno de sus campos de estudio más importante: el presente y el futuro (al parecer tendencialmente postdisciplinar) de la actual estructura de saberes.
Hoy y especialmente en su enfoque macrofilosófico, debe asumir como uno de sus campos de estudio más importante: el presente y el futuro (al parecer tendencialmente postdisciplinar) de la actual estructura de saberes.
La filosofía fue la
episteme global y macrofilosófica antes de la constitución disciplinar y
especializada de los saberes; también continúa siéndolo después de esa
constitución e incluso durante el proceso postdisciplinar que hoy parece
consolidarse.
Por tanto y en ese sentido, hoy la filosofía debe continuar
siendo macrofilosófica, ontología del presente e –incluso- una filosofía de la
totalidad… sin complejos y con el máximo rigor posible.
Ver los posts:
Aronson, Perla. “La
Emergencia de la Ciencia Transdisciplinar” en Cinta de Moebio. Revista de
Epistemología de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Chile, Santiago, Chile, 2003. http://www2.facso.uchile.cl/publicaciones/moebio/18/aronson.htm (cons. 12-V-2014).
Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida, México: FCE, 2005.
Berger, Peter L. &
Luckmann, Thomas. La construcción social de la realidad: un tratado en la
sociología del conocimiento, Bs.
As., Amorrortu, 1995.
Castells, Manuel. La Era de la Información. Vol. I: La Sociedad Red.
México DF: Siglo XXI. 2002.
Debord, Guy. La Sociedad del espectáculo, Valencia: Pre-textos,
1999.
Derrida, Jacques. De la gramatología,
México DF: Siglo XXI, 1998.
Dussel, Enrique. Filosofía de la cultura y la liberación, México DF:
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2006.
Ferraris, Maurizio. Manifiesto del nuevo realismo, Madrid: Biblioteca
Nueva, 2013.
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XXI, 1993.
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Franceschini, Leonardo. Decolonizzare la cultura: razza, sapere e
podere. Genealogie e resitenze. Verona: Ombre Corte, 2013.
León Hernández,
Vicente E. “La interdisciplinariedad:
una concepción específica en el proceso docente educativo de la Física” en www.monografias.com, http://www.monografias.com/trabajos33/interdisciplinariedad/interdisciplinariedad.shtml,
(cons. 10-IV-2015).
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____. Interconstitucionalidade e
Interdisciplinaridade: desafios, âmbitos e níveis de interação no mundo global,
Alexandre Walmott Borges e Saulo de Oliveira Pinto Coelho (Coordenadores);
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Prefacio de G. Mayos.
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____. "Prólogo", Cultura, Historia y Estado. Pensadores
en clave macrofilosófica Eds. G. Mayos, F. García Collado & S. P.
Coelho. Barcelona: La Busca, 2013b, págs. 7-24.
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e Astúcia da Razão, Eds. Bavaresco, Agemir; Moraes, Alfredo. Porto Alegre:
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México: FCE, 2001.
A partir del artículo de G. Mayos "Las “dos culturas” y la (macro)filosofía en la era postdisciplinar" en el libro Interdisciplinaridade e interconstitucionalidade 2, coordinado por G. Mayos, R.C. Cardoso y M.H. Júnior (Ed. Amazon, 2019).
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