¿El mundo, la realidad, la verdad, la historia y la razón son crueles? ¿La realidad social, el Estado, la verdad del concepto y
el transcurso histórico deben imponerse a la conciencia individual? ¿El
individuo debe someterse a la historia y a la realidad político-social? ¿Hegel
somete cruelmente lo individual y lo particular a lo universal absoluto? ¿La
conciencia personal debe ser esclava del establishment? ¿Supera Hegel el
moderno paradigma de la conciencia? ¿Hay grandes diferencias al respecto entre
el joven Hegel y el ya muy asentado en Berlin?
Me pregunta el profesor peruano Miguel Ángel Nación
Pantigoso: “Profesor Mayos, usted ha tocado un punto en su conversación que me
parece clave: las buenas ideas también se pueden convertir en tragedias, y es
la tragedia del destino fatal del paradigma de la consciencia. Es quizás algo de
lo que no se puede expiar a Hegel. Justamente cuando le planteé la diferencia entre
el joven Hegel y el Hegel maduro creo que algo en esa pregunta indicaba esa dirección.
¿Hasta qué punto uno puede separar a Hegel del paradigma de la conciencia?, ¿el
espíritu como concepto puede ser independiente de una totalidad racionalizada
como la planteó Adorno; en donde todos terminamos sencillamente siendo
aplastados por una totalidad abstracta, sin nombre, llamada sociedad
racionalizada? Entonces, esa es la pregunta. Asumiendo que Hegel es portador de
la filosofía de la consciencia, pero también que en él se encuentran estos
rasgos y dialécticas del reconocimiento ¿qué propuestas de subjetividad hay en
Hegel?”
Y yo contesto: Me plantea un tema muy complejo. Hegel
indiscutiblemente está inserto en la
filosofía de la consciencia, pero por otra parte su aguda teorización de lo que
llama “espíritu objetivo” y “espíritu absoluto” apunta ya a una línea de
superación. Como Usted recuerda en su pregunta, ello tiene consecuencias
positivas y negativas. La crítica de Adorno
a una peligrosa sociedad hiperracionalizada, creo que toca más al encumbrado Hegel de Berlín y no tanto al Hegel de Jena,
el Hegel joven.
Que el pensamiento de Hegel minimiza y aplasta la conciencia individual fue la lectura de pensadores tan brillantes como Kierkegaard y Schopenhauer, e infinidad de románticos
que conocieron al Hegel de Berlín. Pero no creo que sea una apreciación muy
buena respecto al Hegel de la Fenomenología. Por eso, creo que fue
percepción generalizada, pero no una comprensión realmente profunda y aplicable
a todo su pensamiento, considerar que Hegel
definía un sistema gigantomáquico donde el concepto se imponía a los individuos,
a la existencia, a la conciencia personal y los aplastaba.
Así lo percibió también ese hegeliano profundo que era Franz Rosenzweig. A pesar de haber
escrito el excelente libro Hegel y el Estado, acabó reaccionando
vital y existencialmente en contra de la
aceptación del Estado como realización objetiva de la libertad y, por tanto,
como marco impositivo al que se tendría que ceñir toda la existencia individual,
etc. Entonces –creo que sin devenir antihegeliano- Rosenweig inicia con gran coherencia y sinceridad la vía
existencialista que reconoce la prioridad (vital, gnoseológica y de todo tipo) de
la existencia sobre la esencia.
Yo creo que eso no lo hace Hegel nunca, aunque hay
páginas de la Fenomenología que son
claves para que otros filósofos lo hagan. Hegel
no puede imaginar un escenario y una meta que se aparte de la necesidad de
reconciliar existencia y esencia. Por eso, Hegel piensa —y eso no les gusta
nada a mis amigos de los nuevos movimientos sociales— que es bueno que la conciencia esté un poco “aplastada”, sino por instituciones
dictatoriales, sí por el sentido -conceptualizado en tanto que absoluto en un
momento dado- por el que la conciencia tiene que ser educada.
Para Hegel la
conciencia tiene que remitirse a la realidad no alienada y efectiva, y eso
comporta una dura educación. Leer a Hegel es llorar bastante. Todas sus
lecciones son de una dureza contundente, para Hegel la historia va dando lecciones
terribles a la conciencia. Por eso dijo aquello que “las épocas felices son
páginas en blanco en el libro de la historia” y nosotros podemos glosarlo para
nuestros alumnos: las lecciones
filosóficas, que de alguna manera no trastornan ni inquietan profundamente, son
páginas secundarias en el aprendizaje.
De alguna manera Hegel –como mi director de tesis Ramón Valls Plana- es un profesor, no
sé si de jesuitas, que piensa que la letra con sangre entra y que la humanidad
está hecha —bueno, eso viene de Kant—
de una “madera” tan torcida que no puede ser “enderezada” sin cierta dureza y violencia.
Yo creo que Hegel se mueve, casi siempre, en este ámbito. De aquí que Hegel ponga
el énfasis en que la conciencia individual reconozca la realidad objetiva,
institucionalizada y devenida “absoluta-universal”.
En cambio, Hegel enfatiza mucho menos (aunque también): que
las instituciones y los favorecidos por la “hegemonía” aparentemente universal (pienso
en Gramsci y su “sentido común”) tienen
también que reconocer al individuo, la particularidad y la existencia. Pero –recordemos-
la substancia que es sujeto, sólo existe y devine encarnada en particulares
(recuerda Hegel). Por eso, la historia
es también el proceso de reconocimiento (que debe llegar a superar la violencia
para devenir emancipación) de los particulares en lo universal y de lo
universal en los particulares.
En el debate actual —y ahí están Honneth, Benhabib, Habermas, Nancy Fraser y movimientos más radicales
como los situacionistas, el feminismo de la diferencia, Butler, el altermundismo y los estudios
postcoloniales— se exige que la
individualidad, la particularidad, la diferencia se reconozcan en tanto que tales
y como dignas de politización. Por eso he reflexionado tanto sobre el lema
feminista de finales de los 60: “The personal is political”. O como me gusta
“traducir”: “Lo particular es político”
y “Lo cultural és política”, también son y deber ser politizables.
Creo que una de las ideas clave de muchos movimientos
actuales (influidos por el “giro
cultural”, aunque no lo sepan) como el actual indigenismo, la “filosofía
de la liberación”, los movimientos y
estudios poscoloniales, los “cultural
studies”... presuponen un lema no totalmente explícito que formularía como:
“Cultural is political”.
Tengo mis dudas de hasta qué punto Hegel hubiese
simpatizado con eso. Pero hay que reconocer que Hegel y el joven Marx aceptaron como legítimas politizaciones de
problemáticas culturales y vitales, que muchos pensadores posteriores obviaron
o negaron. Por ejemplo ¿Cuántas cosas está pensando Hegel bajo esa compleja
figura de “la conciencia desgraciada”
que todavía hoy no hemos politizado ni profundizado?
En todo caso, hemos de reconocer que Hegel es un profesor
de la vieja escuela. Alguien que piensa que debe existir un reconocimiento de
la conciencia individual pero -sobre todo- cree que el camino importante lo debe
hacer la conciencia individual para elevarse hacia el reconocimiento del
espíritu objetivo, del espíritu universal, de su tiempo, de su sociedad,
etc. Allí incluso crítica constantemente a Kant,
cuando éste mantiene una cierta salvaguarda de la conciencia ética individual frente
al mundo y el Estado. Hegel viene a decir:
«mire, en la realidad histórica siempre hay que tener en cuenta el contexto y
saber cuando uno tiene que ceder ante la realidad efectiva».
Pero a pesar de sus límites, creo que Hegel es el gran
postulador y pensador del reconocimiento, aunque
en última instancia su concepto de “reconocimiento” está desequilibrado. Ello puede
provocar que lo universal aplaste lo individual, lo singular, la
conciencia personal, la diversidad, lo particular, el deseo privado, la
realización diferencial, la autoexpresión idiosincrásica... Hegel allí
puede ser bastante duro.
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