¿Hasta qué punto puede mandar democráticamente el pueblo? ¿Hasta qué punto hay que escuchar y obedecer a la ciudadanía? ¿Las demandas populares pueden ser desoídas por los políticos profesionales de forma permanente y en función de argumentos tecnocráticos? ¿Los llamados "representantes" populares pueden tener intereses y actuaciones opuestos a los ciudadanos que los han designado? ¿El pueblo es como un niño que debe ser reprendido y reconducido por sus "tutores" que son los "políticos profesionales"?
¿Las instituciones y leyes pueden aprisionar permanentemente la voluntad popular? ¿No es el grado supremo de corrupción (y fuente de todas las corrupciones) sustraerse al mandato y vigilancia constante de la ciudadanía? Si la política "oficial" la hacen tan sólo los "políticos profesionales" y la población no tiene nada que decir ¿qué evita que terminen generándose una "casta" y unas "élites extractivas"? "Todo por el pueblo, pero sin el pueblo" ¿no termina convirtiéndose inevitablemente en "nada para el pueblo, todo para la casta"? ¿La política no deja de ser, entonces, un servicio y se convierte en una profesión "extractiva" y parasitaria?
Estas cuestiones han resonado -una vez más- en mi cabeza en la entrevista que me acaba de hacer Sandra Yáñez. Evidentmente no las resuelvo, pero pienso que son las que siempre están por debajo de los distintos conflictos actuales. Detrás de las obvías diferencias, vuelven a aparecer una y otra vez. Sólo resolviéndolas, resolveremos esos distintos conflictos que nos afectan.
Primavera Catalana:
¿Qué es, en realidad, lo que está en juego, políticamente hablando, en todo
el actual proceso catalán?
Gonçal Mayos: El
debate último es el nivel de agencia y de actuación propios de la población. Es una cuestión
muy actual y muy transversal ideológicamente. La política oficial considera que
la población debe limitar su acción política a las elecciones representativas
cada x años. El resto del tiempo y para todas las otras cuestiones, “La
Política” es algo que compete en exclusiva a una casta de “políticos
profesionales” y la población debe aceptar que no es un sujeto político por
sí mismo (tan sólo por representación y bajo muchas restricciones).
Desde hace ya unas
décadas con los llamados “Nuevos Movimientos Sociales” (NMS) y con más
insistencia últimamente, que la ciudadanía no se resigna a esa situación
subordinada –sufriendo sus consecuencias sin ser realmente escuchada como en la
actual crisis- y está impulsando una profunda reforma de la política oficial. El
conjunto de la población quiere empoderarse verdaderamente de y en la política,
dándole un nuevo y superior nivel de democracia.
La propuesta de
referéndum y de construir un estado propio y más justo a Catalunya
(ya sea independiente o federado, pero dentro de Europa) es un proyecto de
regeneración profunda de la democracia. No es un secreto que Catalunya está
incomoda, desde hace mucho tiempo, con la estructura estatal, la corrupción y los
crónicos tics poco democráticos. Por eso la población ha encontrado en la exigencia de un estado propio (ya sea federado o independiente)
una manera de forzar la necesaria reforma, que la casta hegemónica (Acemoglu y Robinson
hablan de “élites extractivas”) ve con pánico y bloquea todo lo que puede.
PC: ¿Dónde podemos
inscribir lo que está pasando en Catalunya? ¿A qué responde que tanta gente se
haya volcado a pedir que se le deje votar?
GM: Claramente y
como he apuntado, se vincula con movimientos como los indignados y otras
exigencias de mayor calidad democrática. Pues muy diversas capas de la
sociedad civil buscan ser escuchados, regenerar la política y tener mayor recorrido
democrático. El lema “No nos representan” del 15 M que –mutando mutandis- es
repetido en muchos lugares, enlaza con la base común de los NMS y expresa la
necesidad de rehacer el pacto social para conseguir instituciones que realmente
representen y acojan los intereses de la población.
En España venimos
de una dictadura franquista y en la “transición” se desvelaron esperanzas muy
positivas, muchas de las cuales han sido cruelmente frustradas. Ahora se ve –como
decía el franquismo- que efectivamente “todo está atado y muy bien atado”. El
actual sistema es corrupto, ha mantenido la hegemonía política de los herederos
del franquismo y no acepta ser reformado ni que el pueblo ejerza un verdadero
control de la política “profesional” y un activo liderazgo democrático.
Fíjense que -desde
el comienzo de este proceso- no ha habido negociación y que la “política
oficial” en Madrid se ha limitado a desgastar el movimiento popular y a
fomentar su división. El gobierno –con al apoyo de la práctica totalidad de la
política oficial- niega la posibilidad de votar y, sobre todo, se escandaliza
ante la más pequeña iniciativa política de la gente. Eso provoca la humillación
de los ciudadanos catalanes que se sienten olvidados, relegados y traicionados por
los altas estructuras políticas y “democratísimas” de España y Europa.
Además, esos mismos les
imponen brutales recortes en salud, educación, políticas sociales… y –en cambio- derrochan en favor de los bancos y minimizan la corrupción. Incluso –en pleno siglo XXI- se resisten a las propuestas e
intervenciones de la ciudadanía en una política oficial que consideran una
especie de “coto privado”. Eso llega al extremo cuando mantienen una oposición
radical al voto y se cierran a cualquier tipo de negociación, pacto o reforma.
PC: ¿Cómo se puede
conectar el movimiento a favor de la consulta en Catalunya con los que han
surgido en Canarias para que a la gente se le consulte sobre la extracción de
petróleo o la que han promovido los partidos de izquierda para que los
españoles decidan si quieren seguir siendo una monarquía o si su deseo es
convertirse en república?
GM: En todos los
casos el problema de fondo es el mismo. La política oficial y tradicional no
quiere perder su cómoda hegemonía y por ello se niega a ceder iniciativa a la
sociedad civil. Esas consultas son un ejemplo de que la ciudadanía tiene
iniciativas y capacidad de generar proyectos que generan mucho consenso, pero que chocan con
la hegemonía de la política oficial y los intereses de la llamada “casta”. Ésta
–con sospechosa unanimidad- se pertrecha detrás de leyes, reglamentos e instituciones
bloqueando la acción ciudadana, llegando incluso a negar su derecho de
expresión y de voto.
Porque es evidente que no hay ninguna ley que impida manifestarse
a la gente y en el caso de Catalunya votar. Todas esas consultas serían
legales, si no se temiera su resultado, pues lo que solicitan se ampara en la
legalidad constitucional, pero la política oficial que controla el Estado se
niega a reconocerlo porque teme perder privilegios.
Las preguntas clave
frente a lo que está ocurriendo son: ¿hasta cuándo la política oficial puede
permanecer indiferente e ignorar las demandas de la población? ¿Si podrá
mantener el conjunto de la población su esforzada exigencia democrática de
regeneración? ¿Se resignará? ¿Quién ganará a corto y a largo plazo? Y eso
incluye preguntarse por el papel que jugará Europa y la Comunidad Europea que
se están construyendo y sufren también enormes déficits democráticos.
De lo que hablamos
es del enfrentamiento entre la vieja política oficial y nuevas-viejas
exigencias del conjunto de la población para que se le reconozca políticamente
y se le permita incidir mejor en la vida democrática del Estado. Los ciudadanos
están cansados de que la política la hagan políticos burócratas y exigen una
democracia más exigente y de mayor nivel, donde el pueblo es el agente
principal, cuya acción y vigilancia democrática va mucho más de designar sus “representantes”
entre la reducida casta de los “políticos profesionales”.
Al respecto, es muy
significativo que la llamada “ley mordaza” se haya impulsado precisamente como
respuesta a la creciente presión popular en las plazas, en las redes sociales e
–incluso- a través de los medios de comunicación tradicionales. Resulta obvio
que responde al miedo de las "élites extractivas" ante la vigilancia y presión democráticas de la gente.
PC: ¿Qué representa
la insistencia del Estado español en prohibir, a través de sus impugnaciones
permanentes, cualquier iniciativa de consulta en Catalunya?
GM: Para los
catalanes, y para cualquier ciudadano del mundo que exija lo mismo a su estado,
esta actitud representa una brutal humillación política y una peligrosa amenaza
a la democracia. La ciudadanía siente negados sus derechos, su dignidad humana
y política, sus iniciativas y demandas, e incluso la única verdadera fuente de
regeneración política hoy pensable. Siente que una pequeña “casta” elitista
puede contrapesar la indignación popular de forma duradera y sin que se vea
impulsada a cambiar. En última instancia se siente desposeída de la acción
política y expulsada de una verdadera democracia.
PC: ¿Es importante
votar para recuperar la dignidad? ¿Tiene esta votación un valor simbólico que
aporte algo al proceso?
GM: Aún en el deficitario formato actual, la votación
tiene la enorme importancia de objetivar la intención popular, pues todo lo demás
puede relativizarse, negarse o menospreciarse (y tenemos constantes ejemplos).
Esta votación pone a la clase política oficial y profesionalizada frente al
veredicto explícito y objetivo de la crítica de la ciudadanía. Democráticamente
eso es demoledor, por eso da miedo.
Esa votación es la
muestra de que la población no se siente representada y que tiene proyectos
propios, muchos de ellos factibles y regeneradores de la calidad democrática de
las instituciones.
PC: Políticamente
hablando ¿qué puede pasar después de la votación del domingo?
GM: La votación sin
duda tendrá un peso y mostrará la necesidad –como mínimo- de permitir una consulta
con todas las garantías posibles y vinculante. No olvidemos las dificultades
enormes bajo las que se realizará la votación del 9N. Sin duda debe ser seguida
y ampliada por otras votaciones y acciones plenamente legales, que permitan
expresar un mandato popular indiscutiblemente soberano.
Quieran o no, las anquilosadas instituciones políticas
actuales tienen que asumir sus déficits democráticos y aceptar regenerarse. El
problema no se puede simplemente archivar después del 9N, pues la gente no va a
dejar de reclamar su derecho a decidir sobre su futuro. Hay un problema de
expresión y de control democrático de las instituciones que solo puede terminar
cuando la voluntad popular prevalezca por encima de la casta política y
económica.
Si se es demócrata,
tiene que terminar prevaleciendo la voluntad democrática del pueblo.
Ahora mismo, el
panorama político en España muestra que el gobierno de Rajoy se cierra en banda
a la voz popular, quiere amordazarla y evita reconocer sus responsabilidades
políticas ante la corrupción, los recortes, los problemas territoriales y la
falta de calidad democrática.
Lamentablemente Europa calla en gran medida
porque el gobierno del PP se ha mostrado muy obediente al aplicar sus políticas neoliberales, los
recortes y restricciones de derechos. Ahora bien, por lo que dicen las
encuestas sobre la intención de voto de los españoles en las próximas
elecciones, Europa y el mundo comienzan a ver que se está en las inmediaciones
de un profundo cambio político. Y los gobiernos venideros quizás no sean tan
obedientes.
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