Puesto que no hay creatividad en el vacío absoluto, sino que necesariamente se da dentro de una situación existencial y cultural, no hay que olvidar que toda creación es una destrucción constructiva. Inevitablemente, pone los cimientos de algo nuevo sobre territorios y de los escombros de edificaciones prexistentes. Así, lo nuevo se opone a lo viejo no sólo de una forma retórica, sino mucho más contundente, trágica y ambivalente. Pues, de una forma u otra, se pone en su lugar, lo aparta, lo niega, lo destruye, lo violenta, lo subvierte, lo difiere o -al menos- amenaza aniquilarlo y lo pone ante la nada.