Partiendo de esa fructífera dualidad de significados, podemos preguntarnos: ¿En cual sentido son hoy utopía tanto la filosofía como la universidad? ¿En qué medida continúan siendo un ideal a realizar, a perseguir, a profundizar, a desarrollar y que no podemos de ninguna manera abandonar? Pero también ¿hasta qué punto se nos manifiestan amenazadoramente cada vez más como meta imposible y como una aspiración muy legítima pero sistemáticamente frustrada por la realidad?
Pues no olvidemos que la filosofia ha intentado cumplir durante siglos el sueño de conducir la humanidad definitivamente del mito al logos. Se trataba de superar el relato mitológico a través de argumentos más objetivos, rigurosos, críticos y racionales. En medio del entusiasmo racionalista, se menospreciaba el mito caliente, seductor, metafórico, antropomórfico, ambivalente, multidiversificado y con grandes capacidades para cohesionar el grupo. Muy al contrario, se valoraba sobre todo el logos fríamente analítico y rigurosamente argumentativo, que evita las falacias lógicas y distingue cuidadosamente los diversos registros ontológicos, epistemológicos, axiológicos, gnoseológicos, etc., y que —además —busca ceñirse a relaciones causales, cuantificándolas y demostrándolas experimentalmente.
Como vemos, mito y logos son dos tipos de discursos muy diferenciados, con características opuestas y que —como el agua y el aceite —no pueden mezclarse. De hecho, el programa de la Ilustración complementaba la racionalización filosófico-metafísica del mundo con su desencantamiento y total desacralización tecnocientífica. Ahora bien, como denunciaron Max Horkheimer y Theodor Adorno, en un momento en que estaban traumatizados por las catástrofes y los holocaustos de entre guerras, trágicamente los proyectos racionalistas, ilustrados y panlógicos recaían en el mito y amenazaban algunos de los aspectos más liberadores del propio proyecto ilustrado.
Dicen en Dialektik der Aufklärung que cuando se convierte en “pensamiento triunfante” la filosofía ilustrada
abandona voluntariamente su elemento crítico y se convierte en mero instrumento al servicio de lo existente, [...Así lo], que en el siglo XVIII, desafiando la quema de libros y hombres, había infundido a la infamia un terror mortal, se puso ya bajo Napoleón de su parte. [...Entonces] La metamorfosis de la crítica filosófica en afirmación afecta también al contenido teórico: su verdad se volatiliza [...] Si la Ilustración no asume en sí misma la reflexión sobre este momento regresivo, firma su propia condena. En la medida en que deja a sus enemigos la reflexión sobre el momento destructivo del progreso, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter superador, y por tanto también su relación con la verdad.[2]
Respecto a la universidad hay que recordar que, en la Edad Media, ‘universitas’ designaba al ‘universo’, a la ‘comunidad’, a la unidad o al conjunto de los dedicados a la vida teorética, a los pocos que centraban su propia vida en la reflexión y el conocimiento. Pues, a pesar de que la vida de estudio siempre ha sido muy austera, estaba entonces limitada a unos pocos privilegiados y excluía amplios colectivos como las mujeres o los que no tuvieron ninguna opción para aculturizarse[3].
Como
veremos, luego la vida universitaria se ha ído extendiendo a más grupos
sociales pero, incluso
así, es un
ideal que desgraciadamente ha
recaído fácilmente en escolástica. Es decir: la escuela o
comunidad de los que quieren conocer recayó en un gremio con jerarquías
extraintelectuales, con dogmas y servidumbre espiritual, con barreras de
entrada y privilegios económico-sociales, etcétera. Fácilmente el universo
abierto de los estudiosos se escindió
en poliversos dogmáticos
incomunicados entre si, en múltiples escolásticas enfrentadas. Además, como
ha resaltado Castro-Gómez
muchas veces las universidades occidentales han
reproducido dogmáticamente la “hybris del punto cero” aplicando el modelo
epistémico colonial que subordina a la vez “el ser”, “el poder” y “el saber”[4].
[2] HORKHEIMER, Max; ADORNO, Theodor W. Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid: Trotta, 1998: 52s.
[3] DE LIBERA, Alain. Pensar en la Edad Media. Barcelona: Anthropos Editorial, 2000.
[4] CASTRO-GÓMEZ, Santiago. La hybris del punto cero: ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada (1750-1816). Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2005.
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