Los ambivalentes impactos de la
turboglobalización, los fenómenos-inter y los severos recortes presupuestarios postcrisis2008 se manifiestan tanto en las manifestaciones del 2013,
como en las actuales reacciones frente a la corrupción, en las elecciones del
2014, en el proceso de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff y en la lamentable presidencia Temer. Ahora mismo se ven fuertemente en la brutal escisión política (pero también social, de ingresos, geográfica e incluso cultural) que se ha magnificado tras la elección de Bolsonaro frente a Haddad (del PT pero con apoyos del electorado de otros partidos).
En principio, las manifestaciones del 2013 parecen
muy alejadas de lo que hemos analizado y como algo muy específicamente
brasileiro. Se iniciaron por el precio de los transportes urbanos y en sectores
de clases bajas además de grupos habitualmente sensibilizados por ese tipo de
protestas. Ahora bien, pronto se extendieron de forma transversal en la
sociedad especialmente hacia las clases medias y profesionales que me parece
que les dieron un impacto muy superior.
Desde ese momento, se pusieron de manifiesto
características muy parecidas a los movimientos del 15M y los indignados
españoles de solo dos años antes (2011), también a movimientos como Occupy Wall
Street e incluso –pero no voy a tratarlo- a los primeros momentos de las
primaveras árabes.
También tiene que ver con la prometedora aparición de una “nueva política” y la
cuestión más inquietante de los distintos tipos de populismo.
Naturalmente no
niego la especificidad brasileña, pero voy a centrarme en un enfoque “macro” y
más distanciado que mostrará –creo- que aquellas manifestaciones del 2013 tienen
que ver con los conflictos que hemos analizado. Si las manifestaciones del 2013 podían ser vistas como una “crisis de crecimiento”, hoy la situación parece mucho más inquietante. Pero continuo pensando que en general y a largo plazo pueden tener consecuencias incluso positivas para la buena evolución del Brasil. Estas podrían ser por ejemplo una final regeneración democrática de las elites políticas y un muy superior control de la corrupción (véanse los posts: MACROFILOSOFÍA DE LA CONSTITUCIÓN BRASILERA: 1988-2018, BRASIL ¿CONTRA POLITICA Y OLIGARQUIAS TRADICIONALES? e INDIGNADOS. HOY: BRASIL).
Por una parte en 2013 había la percepción que, a
pesar de la rápida modernización del Brasil que colideraba los BRICS, las
estructuras y las élites políticas estatales no se modernizaban de forma
similar. Por tanto persistían importantes disfunciones sociales, económicas y
políticas que no eran percibidas ni solucionadas por una clase política
excesivamente encerrada sobre sí misma y fascinada por los grandes números
macroeconómicos. Esta cuestión me parece totalmente compartida con la España
del 15M, los Estados Unidos de Occupy-Wall-Street e incluso en las distintas
primaveras árabes.
Al respecto creo que fue una enorme sorpresa para la
clase política brasileira el motivo inicial del coste del transporte, mostrando
que efectivamente era incapaz de captar los malestares sociales de un sistema
de transporte basado en empresas privadas de autobuses muy caras, poco
integradas y –la mayor parte de las veces- sin metro subterráneo alternativo.
Significativamente dificultades tan extendidas y costosas en las amplias capas
bajas de la población no formaban parte en absoluto de la agenda política
brasileña, que en cambio estaba obsesionada en otras cuestiones de mucho menor
impacto en el pueblo. Y ello seguro que incluye los grandes gastos en organizar
el Mundial 2014 y las Olimpíadas 2016.
Ahora bien las clases medias y profesionales que se
sumaron a las manifestaciones del 2013 estaban muy marcadas por su situación
polivalente: por una parte son potentes, bastante globalizadas y con un nivel
comparativo notablemente parecido con las del resto del mundo. Ello las hace
conscientes de su valía y anhelantes de ser más relevantes en la modernización
brasileira. Pero –a la vez y por contra- sufren un importante desánimo pues no
se sienten atendidas por las élites políticas ni tampoco incorporadas en la
agencia modernizadora del país, al menos al mismo nivel que su aportación
global.
Saben que son los grupos que verdaderamente pagan
impuestos, los que mantienen y hacen funcionar el Estado, los que elevan el
nivel de la competitividad mundial del Brasil… Pero –en cambio- no se las
tienen en cuenta en la misma medida. Por eso, las clases medias y profesionales
participaron con gran ilusión en muchas manifestaciones del 2013 al verlas como
una oportunidad de impulsar la modernización brasileira. Estaban motivadas por
su creciente empoderamiento económico, cultural y social, pero a la vez con un
creciente malestar político (que se ha ido convirtiendo en frustración) por no
ser suficientemente reconocidos ni con agencia socio-política real, a pesar de
saberse la columna central del país.
El apuntado proceso ambivalente que empodera a la
clase media profesional y -a la vez- le provoca nuevos malestares y
frustraciones, también me parece clave para la creciente reacción brasileira
ante la corrupción. Tradicionalmente, en países ibéricos como Brasil y España,
mucha corrupción se solía aceptar pasivamente como algo prácticamente endémico
y sin que se viera la necesidad de una imperiosa de regeneración. Eso ha
cambiado rotundamente en los últimos años, con la crisis y con los recientes
acontecimientos. Noten que ahora toda la sociedad brasileira se muestra mucho
más intransigente, pero especialmente esas clases medias profesionales hoy muy
empoderadas y competitivas si bien -a la vez- no suficientemente reconocidas. Estos
grupos perciben hoy a los políticos corruptos como una “elite extractiva”
(Acemoglu y Robinson 2012) que amenaza el presente y futuro del Brasil.
Perciben que la corrupción extendida dentro del Estado y de muchas de las rentables empresas nacionales es una gran amenaza a la modernización brasileira y su constitución como una democracia de calidad y referente mundial. Saben que bloquea los esfuerzos de Brasil y de las clases medias profesionales para competir en plano de igualdad no solo dentro de los BRICS, sino con la práctica totalidad de los países avanzados. Además ello se produce en un momento especialmente relevante e incluso favorable de reequilibrio en el panorama mundial, pues son los países avanzados los que más han sufrido la crisis post-2008.
Por eso la corrupción política y social ha devenido un problema de primer orden, con el que no se puede ya transigir y que complica aún más el gran dilema contemporáneo y brasileño. En nuestra metáfora se trata de: O bien cabalgar el tigre de la turboglobalización y los fenómenos-inter, intentando dirigirlos confiando en la propia capacidad. O bien bajar del tigre y adoptar estrategias defensivas, por ejemplo recurriendo a recetas políticas que dieron buen resultado en el pasado y generalmente vinculadas con un Estado-nación más estanco y autárquico.
Como hemos visto con el Brexit, los votantes de Trump y Le Pen e –incluso- del 15M, eso también subyacía en las disputadas elecciones presidenciales del 2014, que dividieron profundamente la sociedad brasilera. A riesgo de simplificar, también intervinieron decisivamente los mencionados malestares i desequilibrios frente a la turboglobalización que volvieron muy difíciles los antiguos consensos y equilibrios. Deslegitimaron el sistema político tradicional que además se estaba mostrando muy corrupto. A ello, se añadió el combate por la hegemonía en la nueva élite dirigente brasilera, entre la élite tradicional y esas nuevas clases medias profesionales que se sienten a la vez empoderadas y frustradas en su reconocimiento.
También se le sumó la batalla por mantener o revertir las políticas económicas-sociales del Partido de los Trabajadores, junto con el cansancio (más o menos inconfesado) ante el creciente pago de impuestos -que no parecen revertir en la modernización del Brasil-, el encarecimiento de la vida y el miedo a estar creando una cierta burbuja económica. Aunque no excluyen otros elementos, sospechamos que tales movimientos de fondo y “macro” son decisivos en los acelerados acontecimientos que van sucediéndose desde el inicio del proceso de impeachment de la presidenta Dilma Rousseff.
- ¿CABALGAR
EL TIGRE O DESCABALGARLO?
A partir del artículo de G. Mayos
“Conflictos de legitimación en la turboglobalización” en Legitimidad y acción política, Norbert Bilbeny (Coord.) con Daniel
Innerarity, José Manuel Bermudo, José A. Estévez, Félix Ovejero, Ignaci
Terradas, Jule Goikoetxea, Iñigo González, Francisco Corrales, Martha Palacio,
Ander Errasti, Miguel Mandujano, Lluís Pla, Norbert Bilbeny y Gonçal Mayos,
Universitat de Barcelona, 2018, pp. 317-338. ISBN: 978-84-9168-139-7.
Véanse los post:
Excelente texto, Prof. Mayos.
ReplyDeleteAbraços.
Muito obrigado, abraços e solidaridade.
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