Hay una fórmula tardomedieval europea que decía que “el aire de la ciudad libera”. Era por las leyes y decretos que concedían libertad de movimiento a los siervos de la gleba que conseguían llegar a ciertas ciudades.
Así los siervos podían librarse de estar vinculados a la tierra toda la vida por los llamados “malos usos feudales”. Pues tenían que trabajarla como aparceros y no la podían abandonar sin permiso expreso de sus señores.
Esa “liberación” la daban las significativamente llamadas “villasfrancas” o “ciudades libres”, que poco a poco iban surgiendo en la Europa occidental y central. Es significativo que a finales de la Edad Media, las ciudades fueran los núcleos de una vida política más libre, aunque -como veremos- no siempre era más sana higiénicamente.
Hay que coincidir con Henri Lefebvre que a lo largo de la historia las ciudades han sido el centro de la vida política y, por tanto, de la emancipación humana. Es el caso especialmente reconocido de las ciudades-Estado de la Grecia clásica o de la Italia renacentista; ¡pero no són los únicos ni mucho menos!
Incluso hoy la vida socio-política cotidiana suele realizarse dentro del ámbito de las ciudades, donde reside ya la mayor parte de la población mundial. Muchas veces es más "real" y "vitalmente importante" la vida ciudadana que no la lejana política que se lleva a cabo a través de los tres grandes poderes básicos del Estado. Ello és así incluso cuando se incluyen las instituciones subordinadas de cada uno de esos poderes: el ejecutivo (gobierno, ministerios...), el legislativo (parlamento, a veces también el senado...) y el judicial (los tribunales penales, administrativos...).
Henri Lefebvre escribe Le Droit à la ville (1868) después de haber creado la “sociología de la vida cotidiana” con sus obras Critique de la vie quotidienne (1947) y Critique de la vie quotidienne II, Fondements d'une sociologie de la quotidienneté (1961).
Parte de la consideración de que -para la mayoría de la población- la vida cotidiana política (además de la cultural o laboral) se lleva a cabo en ciudades y pueblos. Además Lefebvre muestra brillantemente la inseparabilidad última de urbs y civitas, de ville y cité, de metrópolis (pensemos en la brillante película de Fritz Lang) y pólis...
El entramado material i infraestructural de la urbe se superpone a la estructura relacional y socio-política de la ciudad, de forma que se potencian mútuamente y son condiciones de posibilidad la una de la otra.
Para los humanos es también inseparable su sana y saludable vida biológica de su saludable y emancipada vida política. Ambas deben darse en un entorno colectivo y convivencial como corresponde a una especie “hipersocial” como es la humana (WILSON, 2012).
Por eso proyectos y acciones como “Ciudades Saludables” incorporan una enorme complejidad de elementos clave para una vida humana digna de ese nombre y tienen impacto en todos los aspectos de la vida. De hecho han cambiado radicalmente las condiciones de existencia en las ciudades actuales. Pues, aunque pudieran dar la libertad respecto a la servidumbre de la gleba, muchas veces ni el aire, ni el agua ni el resto de condiciones de vida en la ciudad no eran en absoluto más sanos que en el campo o en los pequeños pueblos.
Según estimaciones del macrosociólogo estadístico Angus Maddison (fundador de los impresionantes proyecto y web Maddison Historical Statistics), en general y salvando excepciones más o menos puntuales, las ciudades tenían hasta mediados del siglo XIX condiciones saludables muy inferiores a las zonas rurales.
Por eso y durante siglos, la población urbana para crecer ¡e incluso solo para mantenerse! necesitaba un trasbase demográfico constante y permanente del campo a la ciudad. Ese flujo era imprescindible por las muchas enfermedades epidémicas, insalubres condiciones materiales, peor alimentación y otras causas de acortamiento de la vida que asolaban las ciudades.
Recordemos que (como pasó con la famosa “Peste negra” europea de 1347-51) las pandemias solían atacar mucho más la hacinada población ciudadana que la menos densa población rural. Precisamente era ésa la "excusa" para los cuentos libertinos del Decamerone de Boccaccio: unos burgueses o habitantes de la ciudad se refugían en una lujosa casa campestre huyendo de la peste y pasan el tiempo y sus angustias explicándose narraciones burlescas y hedonistas.
Puede chocar hoy, pero tan solo -por el éxito significativo de las políticas y acciones como "Ciudades Saludables" y sus antecedentes- fue posible romper una vieja ley demográfica que hacía que entonces la esperanza de vida fuera –repetimos: en general- bastante inferior en las ciudades que no en el campo. En aquellos tiempos el aire (también el agua y otras condiciones de vida) de la ciudad podía hacer “libre”, pero también podía hacer enfermar e incluso matar.
Esa tendencia de mayor vida saludable en las zonas rurales que no en las urbanas se mantuvo en general incluso en las metrópolis europeas hasta al menos finales del siglo XIX. Así se entienden las miserias ciudadanas que popularizaron Charles Dickens, de Émile Zola o Victor Hugo (p. e. Los Miserables). También explican las dificultades que experimentó el gran innovador en la higiene médica Ignaz Semmelweis en el Hospital General de Viena entre 1844-48.
Semmelweis se angustió con la gran cantidad de mujeres que morían de una fiebre que se daba después del parto. Todavía no se sabía que contagiaba por las malas condiciones higiénicas y sanitarias durante el parto, incluyendo a los hospitales de la época. Tampoco no se sabía con que medida evitarla y por tanto la situación era tan grave que la policía tenía que llevar por la fuerza a las embarazadas a los hospitales, pues muchas veces preferían tener a su hijo en condiciones nefastas en sus casas o incluso en las calles (HEMPEL, 1978: 16ss).
Como veremos, en esa época e incluso en las grandes ciudades de Occidente las condiciones de vida y salud eran terribles, pues habitualmente habían empeorado de forma radical con la industrialización. Entonces y ridiculizando la literalidad de la frase medieval “el aire de la ciudad libera”, los suburbios urbanos solía ser un antro pozoñoso, lleno de residuos humanos que terminaban contaminado el agua de beber y que -por tanto- propagaban las más terribles enfermedades.
En este artículo expondremos las biopolíticas (FOUCAULT, 2009 y 1979) que las ciudades y los Estados iniciaron y desarrollaron para dejar de sufrir los estigmas que brevemente hemos apuntado. Sin ninguna duda son un relato de éxito, aunque lamentablemente no ha llegado a todas las ciudades ni mucho menos a todos sus barrios. Pues muchos de ellos son todavía en 2019 antros insalubles, con bajos estándares de calidad de vida y no muy lejanos a los de Oliver Twist o Los Miserables.
Lamentablemente todavía convivimos con desigualdades de condiciones de vida tan contrapuestas como las dos ciudades superpuestas de la película clásica Metrópolis: arriba la de los ricos ociosos y abajo la de los oprimidos trabajadores. Pero al menos y –en gran parte debido a las decididas acciones de la población y las instituciones médicas y municipales- las ciudades han ido mejorando sus estándares de salubridad y condiciones vitales.
No podemos minimizar la importancia de las acciones y políticas que aquí sintetizamos brevemente. Pues se ha convertido en una verdad casi tautológica para todos aquellos que han vivido por un cierto tiempo en ciudades que éstas “concentran pobreza, pero también representan la principal esperanza para salir de ella” (Informe State of World Population 2007 de la ONU).
Este informe añade además que el crecimiento económico-industrial junto con el moderno desarrollo tecnológico, cultural y convivencial van unidos inseparablemente al fenómeno de la urbanización y la vida ciudadana. Una vez más deben ir unidas la infraestructura material urbana con la superestructura relacional, social, cultural i política de la ciudad.
Por eso y en muchas regiones distintas del planeta, continúa habiendo hoy tanta emigración del campo a las ciudades, a pesar de que en éstas habitualmente son muy malas las condiciones vitales de acogida. Por tanto, trabajar por la dignificación de la vida humana en las urbes, es algo totalmente decisivo para capas de la población cada vez más amplias y mayoritarias. Hay que convertir las meras aglomeraciones de población en auténticas, estructuradas y saludables ciudades.
Pues, según estimación de las Naciones Unidas, desde el año 2008 y por primera vez en la historia humana, hay más población viviendo en ciudades que en zonas rurales, en pueblos o en pequeñas aglomeraciones. Además la tendencia aumenta aceleradamente y, por eso, la ONU estimó en su informe del 2015 que el año 2050 la población que viviría en ciudades medianas o grandes sería de 2/3 de la humanidad.
Evidentemente no hay que olvidar a la población en zonas rurales, pero es importante en trabajar por el saneamiento de las ciudades (sean grandes o pequeñas). Pues no sólo comporta mejorar las condiciones de vida de una muy amplia mayoría de la población mundial sino que también termina mejorando las expectativas de vida, trabajo y desarrollo de la totalidad de la humanidad.
Se ha comprobado que “ningún país en la era industrial ha conseguido crecimientos económicos significativos sin urbanización” (Informe State of World Population 2007 de las Naciones Unidas). Pues el desarrollo de la humanidad en conjunto y la mejora en sus condiciones de vida a corto, medio y largo plazo pasa por mejorar las ciudades y la salud en ellas.
Así los siervos podían librarse de estar vinculados a la tierra toda la vida por los llamados “malos usos feudales”. Pues tenían que trabajarla como aparceros y no la podían abandonar sin permiso expreso de sus señores.
Esa “liberación” la daban las significativamente llamadas “villasfrancas” o “ciudades libres”, que poco a poco iban surgiendo en la Europa occidental y central. Es significativo que a finales de la Edad Media, las ciudades fueran los núcleos de una vida política más libre, aunque -como veremos- no siempre era más sana higiénicamente.
Hay que coincidir con Henri Lefebvre que a lo largo de la historia las ciudades han sido el centro de la vida política y, por tanto, de la emancipación humana. Es el caso especialmente reconocido de las ciudades-Estado de la Grecia clásica o de la Italia renacentista; ¡pero no són los únicos ni mucho menos!
Incluso hoy la vida socio-política cotidiana suele realizarse dentro del ámbito de las ciudades, donde reside ya la mayor parte de la población mundial. Muchas veces es más "real" y "vitalmente importante" la vida ciudadana que no la lejana política que se lleva a cabo a través de los tres grandes poderes básicos del Estado. Ello és así incluso cuando se incluyen las instituciones subordinadas de cada uno de esos poderes: el ejecutivo (gobierno, ministerios...), el legislativo (parlamento, a veces también el senado...) y el judicial (los tribunales penales, administrativos...).
Henri Lefebvre escribe Le Droit à la ville (1868) después de haber creado la “sociología de la vida cotidiana” con sus obras Critique de la vie quotidienne (1947) y Critique de la vie quotidienne II, Fondements d'une sociologie de la quotidienneté (1961).
Parte de la consideración de que -para la mayoría de la población- la vida cotidiana política (además de la cultural o laboral) se lleva a cabo en ciudades y pueblos. Además Lefebvre muestra brillantemente la inseparabilidad última de urbs y civitas, de ville y cité, de metrópolis (pensemos en la brillante película de Fritz Lang) y pólis...
El entramado material i infraestructural de la urbe se superpone a la estructura relacional y socio-política de la ciudad, de forma que se potencian mútuamente y son condiciones de posibilidad la una de la otra.
Para los humanos es también inseparable su sana y saludable vida biológica de su saludable y emancipada vida política. Ambas deben darse en un entorno colectivo y convivencial como corresponde a una especie “hipersocial” como es la humana (WILSON, 2012).
Por eso proyectos y acciones como “Ciudades Saludables” incorporan una enorme complejidad de elementos clave para una vida humana digna de ese nombre y tienen impacto en todos los aspectos de la vida. De hecho han cambiado radicalmente las condiciones de existencia en las ciudades actuales. Pues, aunque pudieran dar la libertad respecto a la servidumbre de la gleba, muchas veces ni el aire, ni el agua ni el resto de condiciones de vida en la ciudad no eran en absoluto más sanos que en el campo o en los pequeños pueblos.
Según estimaciones del macrosociólogo estadístico Angus Maddison (fundador de los impresionantes proyecto y web Maddison Historical Statistics), en general y salvando excepciones más o menos puntuales, las ciudades tenían hasta mediados del siglo XIX condiciones saludables muy inferiores a las zonas rurales.
Por eso y durante siglos, la población urbana para crecer ¡e incluso solo para mantenerse! necesitaba un trasbase demográfico constante y permanente del campo a la ciudad. Ese flujo era imprescindible por las muchas enfermedades epidémicas, insalubres condiciones materiales, peor alimentación y otras causas de acortamiento de la vida que asolaban las ciudades.
Recordemos que (como pasó con la famosa “Peste negra” europea de 1347-51) las pandemias solían atacar mucho más la hacinada población ciudadana que la menos densa población rural. Precisamente era ésa la "excusa" para los cuentos libertinos del Decamerone de Boccaccio: unos burgueses o habitantes de la ciudad se refugían en una lujosa casa campestre huyendo de la peste y pasan el tiempo y sus angustias explicándose narraciones burlescas y hedonistas.
Puede chocar hoy, pero tan solo -por el éxito significativo de las políticas y acciones como "Ciudades Saludables" y sus antecedentes- fue posible romper una vieja ley demográfica que hacía que entonces la esperanza de vida fuera –repetimos: en general- bastante inferior en las ciudades que no en el campo. En aquellos tiempos el aire (también el agua y otras condiciones de vida) de la ciudad podía hacer “libre”, pero también podía hacer enfermar e incluso matar.
Esa tendencia de mayor vida saludable en las zonas rurales que no en las urbanas se mantuvo en general incluso en las metrópolis europeas hasta al menos finales del siglo XIX. Así se entienden las miserias ciudadanas que popularizaron Charles Dickens, de Émile Zola o Victor Hugo (p. e. Los Miserables). También explican las dificultades que experimentó el gran innovador en la higiene médica Ignaz Semmelweis en el Hospital General de Viena entre 1844-48.
Semmelweis se angustió con la gran cantidad de mujeres que morían de una fiebre que se daba después del parto. Todavía no se sabía que contagiaba por las malas condiciones higiénicas y sanitarias durante el parto, incluyendo a los hospitales de la época. Tampoco no se sabía con que medida evitarla y por tanto la situación era tan grave que la policía tenía que llevar por la fuerza a las embarazadas a los hospitales, pues muchas veces preferían tener a su hijo en condiciones nefastas en sus casas o incluso en las calles (HEMPEL, 1978: 16ss).
Como veremos, en esa época e incluso en las grandes ciudades de Occidente las condiciones de vida y salud eran terribles, pues habitualmente habían empeorado de forma radical con la industrialización. Entonces y ridiculizando la literalidad de la frase medieval “el aire de la ciudad libera”, los suburbios urbanos solía ser un antro pozoñoso, lleno de residuos humanos que terminaban contaminado el agua de beber y que -por tanto- propagaban las más terribles enfermedades.
En este artículo expondremos las biopolíticas (FOUCAULT, 2009 y 1979) que las ciudades y los Estados iniciaron y desarrollaron para dejar de sufrir los estigmas que brevemente hemos apuntado. Sin ninguna duda son un relato de éxito, aunque lamentablemente no ha llegado a todas las ciudades ni mucho menos a todos sus barrios. Pues muchos de ellos son todavía en 2019 antros insalubles, con bajos estándares de calidad de vida y no muy lejanos a los de Oliver Twist o Los Miserables.
Lamentablemente todavía convivimos con desigualdades de condiciones de vida tan contrapuestas como las dos ciudades superpuestas de la película clásica Metrópolis: arriba la de los ricos ociosos y abajo la de los oprimidos trabajadores. Pero al menos y –en gran parte debido a las decididas acciones de la población y las instituciones médicas y municipales- las ciudades han ido mejorando sus estándares de salubridad y condiciones vitales.
No podemos minimizar la importancia de las acciones y políticas que aquí sintetizamos brevemente. Pues se ha convertido en una verdad casi tautológica para todos aquellos que han vivido por un cierto tiempo en ciudades que éstas “concentran pobreza, pero también representan la principal esperanza para salir de ella” (Informe State of World Population 2007 de la ONU).
Este informe añade además que el crecimiento económico-industrial junto con el moderno desarrollo tecnológico, cultural y convivencial van unidos inseparablemente al fenómeno de la urbanización y la vida ciudadana. Una vez más deben ir unidas la infraestructura material urbana con la superestructura relacional, social, cultural i política de la ciudad.
Por eso y en muchas regiones distintas del planeta, continúa habiendo hoy tanta emigración del campo a las ciudades, a pesar de que en éstas habitualmente son muy malas las condiciones vitales de acogida. Por tanto, trabajar por la dignificación de la vida humana en las urbes, es algo totalmente decisivo para capas de la población cada vez más amplias y mayoritarias. Hay que convertir las meras aglomeraciones de población en auténticas, estructuradas y saludables ciudades.
Pues, según estimación de las Naciones Unidas, desde el año 2008 y por primera vez en la historia humana, hay más población viviendo en ciudades que en zonas rurales, en pueblos o en pequeñas aglomeraciones. Además la tendencia aumenta aceleradamente y, por eso, la ONU estimó en su informe del 2015 que el año 2050 la población que viviría en ciudades medianas o grandes sería de 2/3 de la humanidad.
Evidentemente no hay que olvidar a la población en zonas rurales, pero es importante en trabajar por el saneamiento de las ciudades (sean grandes o pequeñas). Pues no sólo comporta mejorar las condiciones de vida de una muy amplia mayoría de la población mundial sino que también termina mejorando las expectativas de vida, trabajo y desarrollo de la totalidad de la humanidad.
Se ha comprobado que “ningún país en la era industrial ha conseguido crecimientos económicos significativos sin urbanización” (Informe State of World Population 2007 de las Naciones Unidas). Pues el desarrollo de la humanidad en conjunto y la mejora en sus condiciones de vida a corto, medio y largo plazo pasa por mejorar las ciudades y la salud en ellas.
No olvidemos que, en contra de lo que se suele pensar, la institución más poderosa y compleja que ha creado la humanidad para organizar la vida, la producción y fomentar el progreso no es ninguna gran fábrica ni los grandes trust o corporaciones empresariales, sino las ciudades.
Ciertamente, el actual postfordismo (MAYOS, 2015) tiende a retirar de las metrópolis a las industrias contaminantes y poco productivas. Las deslocaliza en zonas menos afortunadas, con lo cual lamentablemente se limita a desplazar el problema, afectando a otras poblaciones pero sin erradicarlo.
Ciertamente, el actual postfordismo (MAYOS, 2015) tiende a retirar de las metrópolis a las industrias contaminantes y poco productivas. Las deslocaliza en zonas menos afortunadas, con lo cual lamentablemente se limita a desplazar el problema, afectando a otras poblaciones pero sin erradicarlo.
Por eso las ciudades y regiones metropolitanas avanzadas concentran los sectores con mayor valor añadido. Es resultado del llamado capitalismo cognitivo que está basado en la creatividad y la innovación, las tecnologías de la información y la comunicación, y la sociedad del conocimiento (MAYOS, 2016 y 2011).
Como afirma el sociólogo Richard Florida, hoy el capital que tiene el mayor impacto en la productividad es el humano, cultural y creativo. Además se concentra y retroalimenta no solo ya en las ciudades sino en grandes regiones. Éstas se definen como un continuo metropolitano saneado, mezclado de zonas verdes protegidas y no degradadas, con excelentes servicios públicos y las mejores posibilidades de relación, comunicación y colaboración entre la gente.
Esas zonas son el hábitat deseado y necesario para reunir y potenciar las llamadas “élites creativas” (FLORIDA, 2010) que hoy están en la vanguardia del progreso de la humanidad. Por eso y es tan solo el ejemplo que conozco más, hoy se habla por su forma de la “Banana Dorada” o “Sunbelt” como una región muy innovadora. Es un continuo urbano mezclado con zonas verdes relativamente bien protegidas y de alto valor ecológico y convivencial que une la región costera mediterránea desde Valencia, Barcelona y las Costas Dorada y Brava hasta Génova y la Riviera italiana, pasando por Marsella y la Costa Azul francesa.
Por todo ello, el saneamiento y mejora de esas amplias zonas urbanas es del máximo interés humano y convivencial, pero también productivo, de desarrollo tecnológico y de innovación disruptiva. Ello tiene además un efecto acumulativo y geográficamente extensivo para las condiciones de vida del resto de la humanidad.
Como afirma el sociólogo Richard Florida, hoy el capital que tiene el mayor impacto en la productividad es el humano, cultural y creativo. Además se concentra y retroalimenta no solo ya en las ciudades sino en grandes regiones. Éstas se definen como un continuo metropolitano saneado, mezclado de zonas verdes protegidas y no degradadas, con excelentes servicios públicos y las mejores posibilidades de relación, comunicación y colaboración entre la gente.
Esas zonas son el hábitat deseado y necesario para reunir y potenciar las llamadas “élites creativas” (FLORIDA, 2010) que hoy están en la vanguardia del progreso de la humanidad. Por eso y es tan solo el ejemplo que conozco más, hoy se habla por su forma de la “Banana Dorada” o “Sunbelt” como una región muy innovadora. Es un continuo urbano mezclado con zonas verdes relativamente bien protegidas y de alto valor ecológico y convivencial que une la región costera mediterránea desde Valencia, Barcelona y las Costas Dorada y Brava hasta Génova y la Riviera italiana, pasando por Marsella y la Costa Azul francesa.
Por todo ello, el saneamiento y mejora de esas amplias zonas urbanas es del máximo interés humano y convivencial, pero también productivo, de desarrollo tecnológico y de innovación disruptiva. Ello tiene además un efecto acumulativo y geográficamente extensivo para las condiciones de vida del resto de la humanidad.
Áreas metropolitanas y ciudades saludables -tanto para el cuerpo como para el alma, tanto para el trabajo como para el ocio y el disfrute- tienen claros impactos benéficos también para las zonas rurales y para las metrópolis degradadas, sus suburbios y favelas.
Pero pasemos a sintetizar brevemente la toma de conciencia de la necesidad de políticas como “Ciudades Saludables” y de qué manera se fueron extendiendo y ampliaron su influjo y complejidad.
Primera parte (pp. 237-241) del articulo "Planificación Urbana, Salud Colectiva y Ciudades Saludables: Propuestas y contradicciones a partir de un análisis histórico y macrofilosófico" de André L. F. Dias y Gonçal Mayos en el libro El derecho, la ciudad y la vivienda en la nueva concepción del desarrollo urbano. Desafios transnacionales y transdisciplinarios en la Nueva Agenda Urbana, Juli Ponce Solé, Oscar Capdeferro Villagrasa & Wellington Migliari (Coords.), Barcelona, Atelier libros jurídico, 2019, pp. 237-266. Reseña en REALA, núm 13, abril-sept de 2020
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Pero pasemos a sintetizar brevemente la toma de conciencia de la necesidad de políticas como “Ciudades Saludables” y de qué manera se fueron extendiendo y ampliaron su influjo y complejidad.
Primera parte (pp. 237-241) del articulo "Planificación Urbana, Salud Colectiva y Ciudades Saludables: Propuestas y contradicciones a partir de un análisis histórico y macrofilosófico" de André L. F. Dias y Gonçal Mayos en el libro El derecho, la ciudad y la vivienda en la nueva concepción del desarrollo urbano. Desafios transnacionales y transdisciplinarios en la Nueva Agenda Urbana, Juli Ponce Solé, Oscar Capdeferro Villagrasa & Wellington Migliari (Coords.), Barcelona, Atelier libros jurídico, 2019, pp. 237-266. Reseña en REALA, núm 13, abril-sept de 2020
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¿MÁS LIBERTAD O MÁS ANGUSTIA Y
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NO MINIMIZAR EL SUFRIMIENTO Y EMPODERAR PARA HACERLE FRENTE
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CAZADORES
DE OPORTUNIDADES: COGNITARIADO, PRECARIADO, EMPRENDEDORES
VERDAD, HIELO FRÁGIL Y PENDIENTE RESBALADIZA
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