En oposición a la
estrategia de la tradición hegemónica, las opciones quínicas y de los 'filósofos
perros' optan por no suplantar, ni acallar, el traumático origen de
la filosofía. Muy al contrario, insisten en pensarlo y no
apartar la atención de él.
Asumen la necesidad de vivenciar, vigilar contínuamente, prolongar, profundizar y permanecer en el traumata. Pues acaso ¿somos plenamente sin él? ¿no perdemos complejidad, realidad, guía vital y filosófica sin él?
Por eso, se niegan a trivializar, suavizar o disimular el traumata; muy al contrario se esfuerzan por visibilizarlo en todo momento, en mantener viva e incontrolada su fuerza escandalizadora. ¡Pues allí estriba y brota el impulso de la filosofía!