Contra el tópico, la
paz no ha sido un habitual tema de la filosofía. ¡Aún menos ha sido una
cuestión que los filósofos hayan tratado
realistamente y en términos colectivos! Dos tendencias han sido las más
habituales:
Por una parte se ha deseado tanto la paz que se la ha
imaginado con los más engalanados ropajes de la fantasía. Es decir se la ha
postulado sin tener en cuenta que se la estaba definiendo como un ideal
imposible y utópico. Freud diría que
se ha impuesto el principio del placer
por encima del principio de realidad, con lo cual se ha fantaseado con una
paz idílica e inexistente.
Por otro lado se ha sufrido tanto por la ausencia de paz
que se ha sacrificado todo por ella. Especialmente se ha prescindido del Otro y de la necesaria componente colectiva
de la existencia propiamente humana. Entonces, los doloridos humanos
aterrorizados por la guerra y la discordia suelen tender a apartarse de la
sociedad (y también de la realidad) para aislarse.