En filosofía, como en la vida, siempre estamos en
medio. Pues vida y filosofía tienen forma de rizoma. Más allá del inicio cronológico, todo vuelve a comenzar un número indefinido de veces. Unas cosas remiten a otras aunque solo sea por raices subterráneas, tan importantes como escondidas.
Como dice Deleuze y cita Alberto Álvarez Aura, “un rizoma no empieza ni acaba, siempre está en el medio, entre las cosas, inter-ser, intermezzo.”
Como dice Deleuze y cita Alberto Álvarez Aura, “un rizoma no empieza ni acaba, siempre está en el medio, entre las cosas, inter-ser, intermezzo.”
Pues ciertamente la vida –incluso la reflexivo-filosófica-
se inscribe entre algo que se pierde en esa inconsciencia sin memoria de la
infancia y un futuro todavía sin realidad. Está entre aquel pensador que nos
“tocó” por primera vez y así nos marcó inscribiéndonos –según Ortega y Gasset- en una
“tradición” o “circunstancia” cultural y el devenir que nos lleva –sin que esté
claro que tiene finalidad, en lugar de simplemente final- hacia algo futuro que
imaginamos al principio muy lejano y lleno de maravillosos proyectos. Pero que
va apareciendo progresivamente como algo más cercano y muchísimo más
inquietante, impulsándonos a dar un “Sentido” a ese mientras tanto.
Pues estamos condenados a estar en medio, en un rizoma
que se multiplica, divide, yustapone en una infinidad de conjunciones y que –tiene
razón Deleuze- sacude y desenraiza “el verbo ser”. Pues cada vez resulta más
difícil “ser” ¡si es que alguna vez fue fácil!. Pero mientras tanto, Alberto
Álvarez Aura (y esperemos que muchos lectores) quiere perderse en medio de la
ciudad del pensamiento filosófico: la “filopolis”.
La llamamos “filopolis” porque la “filosofía” se
fundó en la Grecia clásica como la episteme por antonomasia, entera, sin
fronteras ni límites, sin residuos ni rechazos –al menos dignos de ser
considerados “epistémicos”, de rigor científico-. Pero también porqué –bien
entrado el tercer milenio- vivimos en un tiempo y una estructuración de los
saberes cada vez más inter, trans, multi, poli y –tendencialmente-
postdisciplinaria.
Alberto Álvarez Aura tiene una clara perspectiva
“macrofilosófica” y, por eso, incluye en Filopolis
y otros ensayos gran parte de los ámbitos rizomáticos más propios de la
civilidad humana. Convoca aportaciones, reflexiones y críticas que habitual y
reductivamente se vinculan tan solo a las “especialidades disciplinarias” de la
antropología y etnografía, la historia y la geografía humana, la economía y la
política, el arte y los estudios culturales, la sociología y el urbanismo; la
ecología pero también la tecnología; el ocio, en entretenimiento y el consumo
pero también todo ese complejo magma del trabajo, la labor y la acción
(siguiendo Hannah Arendt); “realidades” sociales como los “nuevos movimientos
sociales” pero también los imaginarios, los simulacros que “no mienten”
(Baudrillard) y los “habitus” (Bourdieu).
Significativamente inicia el libro analizando esa
hidra de mil serpientes que es el “nihilismo”; concepto que recuerdo estaba
explicando en mi clase de la UB cuando conocí a Alberto. Como muestra
Nietzsche, el nihilismo es una realidad y un reto vital que domina toda la
historia de la filosofía, toda la “filopolis”. Es un reto en todo momento para
la condición humana, simplemente humana o –intentado ser- más que humana.
El nihilismo es un reto que Alberto persigue en Nietzsche, desde Schopenhauer, Kierkegaard y los albores del pensar-existir hasta Heidegger, Sartre, la postmodernidad, Deleuze –a quien el libro dedica mucha atención- y nuestro presente que ni nombre nos atrevemos a ponerle.
El nihilismo es un reto que Alberto persigue en Nietzsche, desde Schopenhauer, Kierkegaard y los albores del pensar-existir hasta Heidegger, Sartre, la postmodernidad, Deleuze –a quien el libro dedica mucha atención- y nuestro presente que ni nombre nos atrevemos a ponerle.
Alberto analiza la compleja vida cotidiana de
nuestro tiempo y –a la vez con plena consciencia- intenta una expresión
“cotidiana” y no forzadamente académica de la filosofía. Profundiza en la teoría
del “agenciamiento” y el “esquizoanálisis” de Deleuze-Guattari enlazando con las
filosofías de la diferencia y las políticas del deseo. Investiga la disolución
o –al menos- el muy difícil mantenimiento en la actualidad de identidades y
subjectivaciones de la mano de Weber y Tonnies hasta McLuhan, Goffman, Baudrillard
y mostrando el enorme impacto disolvente de los “mass media”.
Desmenuza la modernidad que ya desde los tiempos de Rimbaud y
Baudelaire ha ido acelerando su proceso de “destrucción creativa” (fórmula brillante
de Schumpeter) hasta explotar en la postmodernidad. Sobre todo destacan las
críticas de muy diverso “pelaje” ideológico de Harvey y Berman, de Bell y Habermas,
de Foucault, Lyotard, Maffesoli, Jameson, Lipovetsky, Baudrillard, Derrida… y del
siempre subyacente Nietzsche.
Resulta de todo ello un amplio marco macrofilosófico
y transdisciplinar, pues nuestro presente rizomático nos constituye como destino de
múltiples y rizomáticas formas (unas ocultas y otras tan evidentes que cuesta reflexionarlas). Profundiza en ese “entre”, “mientras tanto”, “intermezzo” y
devenir imparable que nos permite ser, sin que -paradojalmente- nunca culminemos nuestra condición.
¡Es la esclavitud y la maravilla humanas… de la filopolis!
Prólogo de Gonçal Mayos a EN TORNO A FILOPOLIS Y OTROS ENSAYOS FILOSOFICOS (Barcelona: Laertes, 2017) de Alberto Álvarez Aura.
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