Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Jun 19, 2017

CRÍTICA A LOS FILÓSOFOS

 
Con este mensaje pongo punto y final a un debate espontáneo que se inició a raíz de una intervención mía, durante la asignatura de "Pensamiento filosófico y científico moderno", del Grado de Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya. Los intervinientes fueron el filósofo Gonçal Mayos Solsona y los alumnos de la asignatura, todos con un alto nivel cultural. Agradezco a todos el interés que demostraron en el debate, y les autorizo a publicar esta carta donde consideren oportuno, apelando a su sentido de la responsabilidad a la hora de no modificar el texto y respetar su autoría. Se trata de hacerla llegar al máximo número de filósofos posible, pues a ellos van dirigidas estas palabras.

En el debate se puso en cuestión el papel de la filosofía en nuestro tiempo, y para lograr algo en el mismo hubiéramos necesitado saber qué se está haciendo en esta disciplina para delimitar ese papel. Gonçal, aunque menciono tu nombre varias veces, me dirijo a cualquier filósofo en general. No espero respuesta, pero si te pido que compartas estas palabras con el resto del equipo de la asignatura y con otros filósofos. No dejes que estas palabras mueran aquí.

Hay un problema que hemos señalado: que los filósofos han perdido, quizá, su compromiso ético, su voluntad de servicio, si es que alguna vez la tuvieron. Es decir, se ha perdido la concepción del ejercicio de la sabiduría para el bien de la humanidad. Primera cuestión, Gonçal (no para ti, sino para los filósofos en general): si según tus palabras estás de acuerdo con esto, ¿qué estáis haciendo los filósofos para recuperar esa voluntad de servicio? Como filósofos, sois maestros en ética, y acostumbráis a criticar la religión, orgullosos de ser los expertos en una capacidad humana brillante, la razón. Pero, ¿de verdad sois vosotros maestros en ética? ¿Por qué tengo la sensación de que encontraría 10 veces más de compasión en cualquier sacerdote cristiano o cualquier monje budista que en cualquiera de vosotros? ¿Quiénes son los maestros en ética, los que se limitan a hablar de ella, o aquella enfermera de Médicos sin Fronteras (u otras ONG) que, a pesar de no saber nada de filosofía ni ser capaz de dar una definición coherente sobre la ética, está ahora mismo en África salvando vidas, a costa de poner en riesgo la suya?

Segunda cuestión: ¿Para qué sirve la filosofía? Si a uno le duele una muela, va al dentista; si le duele un riñón, va al médico; si tiene un problema con las cañerías, acude al fontanero, o si el problema es con la instalación eléctrica, al electricista; si tiene un problema social, acude al político; si financiero, al economista; si existencial, al cura o al monje; si emocional, al psicólogo; si legal, al abogado, etc. Pero, ¿cuándo hay que acudir a un filósofo? ¿Qué es lo que vosotros tenéis que aportar? Uno sueña con que, por ejemplo, los políticos tuvieran un consejo asesor de filósofos, pero, ¿sobre qué podríais vosotros aconsejar a los políticos? Sabéis muchas cosas pero, aparentemente, no sois expertos en nada, y los políticos solo se dejan asesorar, y con cierta razón, por expertos en algo. Por tanto, ¿cuál es el papel de la filosofía, o de los filósofos, en nuestro tiempo? ¿Por qué tenemos la sensación de que sois meros intelectuales, historiadores del pensamiento, que viven de las ascuas de los fuegos de la razón que encendieron otros en el pasado?


Tercera cuestión: Hemos señalado un mal pasivo que la filosofía ha provocado, debido al abandono de su propósito básico (la sabiduría orientada al bien, enseñar a vivir al hombre, una criatura aterrada por la contingencia y la muerte). Es decir, vuestra desidia o incapacidad de compromiso ha dejado solo al hombre, en manos de otros que se han aprovechado de su indefensión, haciéndole caer en sus redes irracionales, como la del sistema económico, ahora, y en otro tiempo las ideologías políticas o religiosas. Pero aquí me gustaría apuntar también un posible mal activo, y no solo pasivo, aunque no tengo el conocimiento suficiente para argumentarlo en profundidad, y es posible que lo exprese de manera torpe y equivocada. Existe algo que algunos autores han llamado la 'disociación europea', que se relaciona con la existencia de dos mundos, el ideal y el real, de manera que el primero prevalece con respecto al segundo. Esta salvaje dicotomía ilusoria, y jerárquica, se traslada a otros ámbitos, como la cultura-naturaleza (prevalece la primera a costa de la segunda), hombre-mujer (el primero domina y la segunda es inferior y está sometida), ideología-realidad (caemos en la dictadura de la primera sin ver sus catastróficos efectos en la segunda, como sucede con el sistema económico), espíritu-carne, etc. Algunos dirían que esta dicotomía la estableció la religión, pero yo diría que el pensamiento mítico-religioso carece de la capacidad especulativa suficiente para construir un mundo separado de este. Los dioses mítico-religiosos, anteriores a la etapa lógico-racional, no estaban más allá, sino más acá, eran inmanentes, no trascendentes. La creación de un mundo trascendente pudo deberse a la especulación filosófica, y solo después la religión se apropió de él. Pero el origen de esta división dramática entre el mundo mental y el mundo real, cuyo primera semilla fue el lenguaje, podría tener su origen en los filósofos, que tuvieron entre sus manos un juguete muy poderoso -la razón-, y lo emplearon mal: en lugar de enseñar al hombre a afrontar el dolor de su precariedad, y ayudarle a vivir, trataron de hacerle creer en un mundo ajeno a este, y mejor; trataron de que los conceptos adquirieran tanta realidad y consistencia que se convirtieran en un mundo tangible, y separado de este. Los filósofos no vencieron el dolor humano, lo escondieron bajo la alfombra, lo esquivaron, huyeron de él, y enseñaron al hombre a huir de sus problemas, no a afrontarlos. Al final, esto causó un trastorno psicológico en el hombre, un fenómeno de disociación. En esto puede identificarse un mal activo, y no solo pasivo, que los filósofos hicieron a la humanidad, y no puede acusarse de ello solo a la religión porque, como digo, quizá fue la especulación filosófica la que construyó los cimientos de ese otro mundo ajeno a este (aunque ya he dicho que la semilla de la misma está en el lenguaje; los filósofos construyeron a partir de ahí). ¿Qué dicen los filósofos sobre esto? ¿Asumen siquiera que tienen algo que ver en este fenómeno de disociación en nuestra cultura? ¿Han identificado todas las ramificaciones de este problema? ¿Cómo intentan ponerle remedio, si es que lo intentan?

A uno le gusta la filosofía, pero cada vez que me aproximo a ella experimento decepción y desencanto. ¿Por qué tengo la sensación de que los filósofos solo aportáis a la humanidad más confusión de la que ya tiene? ¿Por qué no veo en vuestro trabajo nada útil para la humanidad? ¿Por qué experimento 10 veces más utilidad en las Cuatro Nobles Verdades del budismo que en todo lo que he leído de filosofía occidental?


Leo en los apuntes, sobre el idealismo alemán, algo como "... una serie de sistemas que se cuentan entre lo más grandioso que el espíritu humano haya pensado nunca...". Seguramente es grandioso, seguramente nos podemos vanagloriar de lo inteligentes que somos al desarrollar esos sistemas de pensamiento. Pero, ¿de qué puñetas nos sirven si no contribuyen a aliviar el sufrimiento humano? Después de estudiar el idealismo alemán, uno no se siente más feliz, sino más confuso, su sufrimiento no disminuye, sino que aumenta. ¿Tenéis los filósofos conciencia de que no estáis liberando al hombre, sino de que contribuís a encadenarlo?

Leo en otra parte de la asignatura que el punto de partida de cierto filósofo fue separar la cosa o el objeto de la conciencia. Claro, al hacer esta operación ya se condiciona todo el edificio que construya: hay que afirmar o la cosa en sí o la conciencia en sí, y según lo que uno elija construye un edificio diferente, y luego se entra en el estúpido juego de comparar los distintos edificios (sistemas de pensamiento) para ver cuál es el mejor o qué es lo que aporta cada uno. ¿Qué nos autoriza a separar el objeto del sujeto? ¿Es que hay discontinuidades en la existencia? Si no hay discontinuidades, ¿cómo podemos separar el objeto del sujeto?  ¿No se ve cómo la filosofía contribuye a confundirnos más? ¿No sé ve cómo la filosofía nos hace caer todavía más en la trampa del lenguaje humano, haciéndonos olvidar que es mero símbolo y que no puede confundirse su estructura con la de la realidad? ¿No se ve cómo la filosofía pone un mapa sobre la realidad y se pone a estudiar el mapa que ella ha creado, no la realidad?

De esto iba este debate: la sociedad, representada por nosotros, los alumnos, os pregunta a los filósofos, representados por ti, qué hacéis con todo lo que sabéis, qué bienes aportáis a la humanidad con vuestra sabiduría, porque nos sentimos abandonados por vosotros, por aquellos que debían ser los maestros de la humanidad. Esta sabiduría de los filósofos se supone superior a la de los demás, porque precisamente vosotros os dedicáis a eso, al estudio y ejercicio de la razón y la ética humana, cuya combinación práctica es, precisamente, la sabiduría. Vosotros sabéis más, por tanto, vosotros podéis hacer más que otros. Vosotros podéis enseñarnos por qué, a pesar del desarrollo de nuestra civilización, estamos vacíos por dentro y somos infelices. Vosotros podéis diagnosticar por qué seguimos un curso irracional que nos aboca a una crisis climática, medioambiental, energética, del agua y alimenticia, etc. Cualquiera medianamente informado sabe que este pronóstico no es de agogeros, se trata de previsiones científicas, incluyendo las de los expertos que asesoran a la ONU.


¿Por qué no se convoca una conferencia filosófica internacional, en la que se traten, entre otras, las tres cuestiones que he planteado arriba? ¿No sois conscientes, los filósofos, de que la sociedad se pregunta para qué servís vosotros, y no creéis que es hora de dar una respuesta? ¿Qué podéis aportar a este mundo, en este momento concreto de su historia? ¿No sentís, como yo, que ha llegado el momento de renovar la disciplina, y de que dejéis de ser meros intelectuales o historiadores del conocimiento, para poneros manos a la obra, y reivindicar el respeto y la consideración que una vez tuvisteis? ¿Y cómo os ganaréis ese respeto y consideración si no demostráis que tenéis mucho que aportar todavía a la humanidad? ¿No deberíais ser los filósofos, los más sabios entre los sabios, los que podéis diagnosticar por qué estamos tan confusos, por qué nos dejamos guiar ciegamente por sistemas de pensamiento hegemónico, como el económico, que están provocando consecuencias desastrosas en el planeta y amenazan nuestra supervivencia en el futuro? ¿No deberíais ser los filósofos, los más sabios entre los sabios, aquellos que podrían aportar a la humanidad una brújula para encontrar el camino hacia un brillante futuro, que nos convierta en una especie multiplanetaria, en lugar de sucumbir aquí abajo, matándonos entre nosotros por los últimos recursos naturales en un planeta contaminado e incapaz de sustentar a tantas personas?

No dejes que estas palabras mueran aquí, Gonçal. Tienes mi permiso para transmitirlas y publicarlas donde consideres oportuno. Tienen cuerpo y entidad suficiente como para merecer respuesta, tuya o de otros filósofos. No espero esa respuesta, aunque creo que tendría derecho a esperarla, o mejor dicho, creo que todos, yo y mis compañeros, yo y la sociedad, tenemos derecho a esperarla, porque la merecemos. La merecemos porque, hasta ahora, sentimos que los filósofos nos habéis fallado, y la merecemos por todas las ocasiones que los intelectuales, en general, no solo los filósofos, nos habéis mirado a los demás con cierta condescendencia, como si fuéramos simples borreguitos que no saben nada. Pero nada cuenta si uno es un físico o un estibador; algunos hemos sido ambas cosas, lo que cuenta es que todos somos personas y merecemos respeto. El valor de mis palabras estriba en la consistencia de mis argumentos y en su utilidad práctica, no en si soy un labriego o un catedrático. Mis palabras merecen ser tratadas con respeto, y no solo como las de un alumno pesado que trata de hacerle la puñeta a un profesor. Aquí no hay maestros ni aprendices, Gonçal: tú eres mi maestro igual que yo soy el tuyo, mientras no se demuestre que los filósofos tenéis en verdad algo que enseñar, algo práctico. Para mí, la sabiduría no solo es sofía, necesariamente tiene que ser también phronesis, sabiduría práctica, de ahí que recalque la utilidad como criterio para distinguir la auténtica filosofía de la que no lo es.

Nada cuenta vuestro saber si una persona de las que llamaríais ‘inculta’, de la que nunca han leído un texto filosófico, es capaz de hacer en el mundo 10 veces más bien que vosotros, de sembrar más amor, fraternidad, salud, y justicia que vosotros. Vosotros os hacéis llamar filósofos, es decir, que vuestra profesión es la sabiduría, y eso debería significar algo. Para empezar, debería significar que sois humildes, y debería significar, también, que es desde esa humildad desde la que debéis aspirar a enseñarnos a los demás, si en verdad vosotros veis, mejor que nosotros, si vamos o no por un camino equivocado. Haz llegar estas críticas a tus compañeros de disciplina, y que respondan aquellos que tengan agallas para hacerlo, porque sí, hacen falta agallas para asumir el propio deber y la propia responsabilidad, y replantearse cuál es la posición que uno ocupa en el mundo y qué utilidad tiene lo que está haciendo, y en base a qué articula su presunción, su ego o su sentido de la autoestima.


Nadie espera que los filósofos seáis superhombres, desde luego, ni que tengáis todas las respuestas. Pero sí debo señalar que siempre que me he aproximado a la filosofía me topo con personas que están igual de confusas que todas las demás. Algunas son brillantes, algunos han desarrollado sistemas de pensamiento sublimes, y muchos de ellos cayeron en la arrogancia de creer que el mundo sería diferente después de ellos. Niños, eso es lo que somos, Gonçal, cuando nos consideramos tan importantes, cuando nos vanagloriamos de nuestro talento para pensar, y creemos que hemos cambiado el mundo. Uno tiene la sensación de que los filósofos estáis igual de confusos que todos los demás, incluso puede que más, dado que vuestra propia capacidad discursiva puede engañaros haciéndoos creer que todo está claro. Pero la realidad es que estáis tan confusos como nosotros, y esto es algo dramático. Si vosotros, los maestros de la sabiduría, los más sabios entre los sabios, los expertos en el pensamiento lógico-racional, y definitivos vencedores del pensamiento mítico-religioso, estáis tan confusos como los demás, entonces, ¿qué esperanza podemos tener? Si esto es así, si saber pensar y razonar no sirve para aliviar nuestra angustia existencial, y no proporciona alivio contra el miedo a la muerte, ni nos hace más felices, ¿de qué sirve este invento que llamamos 'civilización'? ¿No seríamos más felices si continuáramos siendo cazadores-recolectores de la etapa pre-neolítica?

Esta última cuestión es otra que los filósofos deberíais intentar responder. Pero hablo de responder juntos, como colectivo. Todos vosotros debéis afrontar el desafío de responder estas cuestiones, estas críticas, estas propuestas, y establecer cuál es el papel de vuestra disciplina en nuestro mundo. Cada uno de vosotros puede seguir con sus clases, con sus conferencias, con sus libros, con sus neologismos y sus sistemas de pensamiento, tan queridos por vosotros y tan inútiles en la mayoría de los casos, pero todos juntos, en mi opinión, deberíais afrontar las cuestiones aquí planteadas. Todos juntos podéis constituir una República Filosófica, deslocalizada espacialmente, como la antigua República de las Letras. De esa República Filosófica, fundada al amparo de una conferencia filosófica internacional, ya mencionada antes, deberían emerger consejos o directrices de aplicación global. Y entonces, sí; entonces, cuando la gente viera a los filósofos unidos y trabajando juntos por el bien de la humanidad, entonces la filosofía volvería a significar algo, los filósofos volveríais a ser apreciados y respetados, como verdaderos maestros entre maestros, grandes por su saber, por su ética, por su compromiso decidido e incondicional con el bien de la humanidad. Entonces ya nadie preguntaría para qué sirve la filosofía. El verdadero filósofo, el que 'ama a la sabiduría', necesariamente ama también al mundo y al ser humano, y de ese amor debe brotar su compromiso de emplear el poder de la razón para aliviar el sufrimiento de las mujeres y los hombres y procurar, en la medida de lo posible, su felicidad.


Ningún filósofo debe sentirse agredido por cuanto se ha dicho aquí: la filosofía es uno de los hijos más brillantes del espíritu humano, y si la criticamos no es porque la detestemos, sino precisamente porque esperamos mucho de ella y de los filósofos. Los filósofos han escrito algunas páginas brillantes en la historia del pensamiento, pero estamos en un tiempo en que son necesarias algo más que palabras, algo más que sistemas de pensamiento para mayor gloria de sus artífices, algo más que neologismos que vienen a complicar las cosas y añadir más ruido y confusión. Preguntaos qué sabéis hacer, en qué sois realmente expertos, qué tenéis que aportar a la humanidad, y de manera que ninguno de vosotros busque la gloria, el reconocimiento, la apoteosis del ego o la autoestima. Cualquiera de vosotros que sucumba a estas cosas no es un sabio, y si no es un sabio, necesariamente es un mal filósofo, porque filósofo es aquel que se ocupa de la sabiduría.

¿Pensáis que todos los demás tienen una visión fragmentada de la realidad, porque cada uno es solo experto en su propia disciplina, como consecuencia de la fuerte especialización académica y laboral? ¿Pensáis que solo vosotros podéis desarrollar una panorámica completa de la realidad y del ser humano? Muy bien, ¿qué os revela esa panorámica? ¿Qué peligros o amenazas, u oportunidades, veis al contemplar el cuadro completo, dado que vosotros veis dicho cuadro mejor que los demás? ¿Qué descubrimientos se derivan de esa visión privilegiada, y qué podéis enseñarnos a los demás al respecto? ¿Qué debemos hacer para evitar esos peligros o amenazas, o para aprovechar esas oportunidades?


Gonçal, no dejes que estas palabras mueran aquí; no hagas lo que todos tememos que vas a hacer en relación con este debate, es decir, nada en absoluto. Atrévete a hacer algo distinto, a compartir estas palabras con otros filósofos, y tal vez entre todos podáis elaborar algo distinto también, algo conducente a esa conferencia filosófica internacional, a esa república filosófica, a ese reencuentro de los filósofos con la humanidad, donde os veamos trabajar a nuestro lado, ayudándonos a tomar decisiones individuales y colectivas cuando nuestra confusión nos impida pensar con claridad. No permitáis que las mujeres y hombres libres de este mundo vivan bajo el peligro de caer bajo el influjo de ideologías, religiones o sistemas políticos que no respeten los derechos humanos ni los principios fundamentales de la ética. No permitáis que las mujeres y los hombres libres de este mundo caigan en manos de pensamientos hegemónicos destructivos, como el económico, que sutilmente se abren paso y condicionan la escala de valores de las personas, secuestran su libertad, y las hacen participar en una locura, como es la destrucción del clima y la biodiversidad de este planeta. Vosotros, los filósofos, sois los que mejor conocéis el poder de la razón y del arte de la persuasión, y los que estáis en mejor disposición para identificar cómo las redes de la irracionalidad y la falta de ética se abren paso cuando las personas están asustadas o confusas, de manera que caen en manos de otras personas astutas, carismáticas y persuasivas o de sistemas de pensamiento equivocados y de consecuencias desastrosas. Vosotros sois los que mejor podéis identificar las ataduras que sufre la mente y el corazón de las personas, que constriñen su libertad y las empujan, colectivamente, a matar a otras personas en guerras espantosas, a dejar que unos vivan en la opulencia mientras otros mueren de hambre, y a esquilmar los recursos naturales y destruir la naturaleza hasta que este planeta sea inhabitable. Vosotros podéis hacerlo, y debéis hacerlo porque, si no lo hacéis vosotros, ¿quién lo hará? No dejéis solos a las mujeres y a los hombres de este mundo, os necesitan.

Una vez más, Gonçal, confío en tu buen criterio, y te pido que no dejes que estas palabras mueran aquí. Por favor, transmítelas a otros filósofos. No espero recibir ninguna respuesta, pero la sociedad tal vez sí tiene derecho a esperarla.

Termino agradeciendo a mis compañeros su interés en este debate, y a Gonçal su paciencia y su amable disposición a participar. Gracias y un saludo, José Antonio Molina Molina



 

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