Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Jun 22, 2023

VIGILAR AL PODER, CONTROLAR AL CONTROLADOR

 

Hablaré desde la perspectiva de un ciudadano preocupado porqué, en el actual mundo neoliberal y turboglobalizado, se experimenta la debilitación del vínculo nacional e, incluso, el crecimiento de la desconfianza de la población respecto del Estado. 

Bajo esa preocupación, analizaré la importancia de vigilar al Poder, de controlar al controlador y de hacer visible el ojo que todo lo vé del Soberano que, por serlo, se invisibiliza al parapetarse en el centro del panòptico digital actual. 

También voy a intentar valorar la alta función que ejerce el Tribunal de Cuentas y destacar la importancia de su papel, para la buena salud de las instituciones de la nación y para evitar la corrupción, la discordia ciudadana y la desafección frente al Estado.


Problema: neoliberalismo debilita el vínculo nacional y la confianza en el Estado

En las sociedades avanzadas, turboglobalizadas y neoliberales como el Brasil está creciendo amenazadoramente el hiperindividualismo, la total retirada de los ciudadanos a sus asuntos privados y su alejamiento de los intereses públicos y nacionales. Ello es debido a que:

a)   Las sociedades avanzadas han dejando de ser meras economías de mercado para convertirse en completas sociedades de mercado. Más allá de la economía, en el neoliberalismo la práctica totalidad de la vida social, política y cultural se estructura como el mercado y, por tanto, bajo la creciente hegemonía de la lex mercatoria en todos los ámbitos.

Además b), en cada vez más ámbitos de la vida, las personas se ven abocadas a una carrera competitiva, solitaria y centrada en el mero éxito particular. Lo social, lo común, lo estatal, lo nacional e incluso lo familiar en sentido amplio quedan relegados cada vez más. Sólo parecen romper esa dinámica algunos acontecimientos públicos espectacularizados como p.e. los mundiales de futebol. Pero estarán de acuerdo conmigo que son la excepción que confirma la regla.

Esa completa mercantilización a) e individualización b) de todas las relaciones en las sociedades neoliberales culmina el proceso moderno de larga duración que ha ido disolviendo los vínculos orgánicos tradicionales. Por eso, el gran reto en las sociedades postmodernas de mercado es mantener la imprescindible cohesión y confianza mutua, tanto entre los ciudadanos como entre éstos y las instituciones estatales.

Ello plantea una gran exigencia para el derecho, para el judiciario y para las instituciones de control externo nacional, pues sus decisivas funciones van mucho más allá de la tarea de simplemente hacer cumplir las leyes y los contratos, y acompañar a la lex mercatoria. Tienen que ayudar a compensar la degradación de los lazos comunitarios y nacionales en el individualismo neoliberal y reforzar en la medida de lo posible los vínculos político-sociales de confianza y fraternidad que los griegos clásicos llamaban ‘philia’ y que según Aristóteles era el ‘cemento’ que mantenía unida la polis.

Destaquemos que esos vínculos son los que garantizan una sociedad y un Estado verdaderamente cohesionados y comprometidos con su constitución, sus leyes y su nomos pues -en caso contrario- serían una mera suma de individuos egoistas, en competencia constante y marcados por lo que Thomas Hobbes llamó “la guerra de todos contra todos”.

Evidentemente, ni los Estados ni las sociedades pueden reducirse a un aglomerado de individuos llenos de desconfianza respecto a sus instituciones, que viven en total competencia entre sí y que se encuentran unidos tan solo por el egoismo y por meros contratos mercantiles. Ahora bien, muy al contrario, las sociedades neoliberales postmodernas son inestables y víctimas fáciles de la discordia social –como decían los clásicos-.

Por tanto, hoy es muy importante evitar que los legítimos egoísmos individuales disgreguen el Estado y lo conviertan en un mero mercado competitivo regido simplemente por la lex mercatoria. Tenemos que optar entre un Estado social de derecho, del cual nos sintamos plenamente ciudadanos, o más bien una sociedad neoliberal casi anómica que solo funciona por la exigibilidad de los contratos firmados por individuos que actúan como empresarios de sí.

Como veremos, para fortalecer el Estado social y de derecho es decisivo el papel que hoy deben ejercer el derecho, el poder judicial y las instituciones de control externo nacional como el Tribunal de Contas. Pues se han debilitado los vigorosos vínculos de las sociedades tradicionales: comunitarios y religiosos; estamentales o de clase; de compadreo, gremiales o profesionales; de clanes y familias amplias, etc. Disueltos muchos de esos vínculos, en la actualidad, y con los poderes ejecutivo y legislativo enfrascados en una lucha política incesante, los ciudadanos tienen que refugiarse en el judiciario y en la acción de las instituciones de control para evitar sentirse desprotegidos frente a la corrupción, desconfiar de la justa aplicación de las políticas públicas y caer en la desafección con erspecto al Estado.

Hoy más que antes, los ciudadanos necesitan y buscan sobre todo poder confiar en las instituciones, ser reafirmados en el vínculo nacional, ser y sentirse reconocidos como ciudadanos de pleno derecho y no simplemente como individuos contratantes o clientes. Solo así las personas cada vez más dispersas en una compleja sociedad toda ella de mercado, pueden confiar, reconocerse y ser reconocidas como ciudadanos de un Estado social de Derecho. ¡Que es realmente ‘su’ Estado y no una mera forma de hablar! 

Controlar al Estado y no solo ser controlados por él

Para ello los ciudadanos tienen que sentirse capaces de controlar eficaz y democráticamente las instituciones de lo que Gilles Deleuze llamó: ‘sociedades de control’ y por las que se sienten controlados en exceso. Por tanto, un creciente y democrático control Bottom-up o de Abajo-arriba debe equilibrar al mucho más tradicional control Top-down o Arriba-abajo. Ello comporta que, en las políticas públicas, no solo se priorice la delegación y el acuerdo entre los destinatarios frente al autoritarismo o a la imposición, Más allá del ‘despotismo ilustrado’ del ‘todo para el pueblo… pero sin el pueblo’, es necesario que existan -al más alto nivel- creíbles y eficaces instituciones de control exterior sobre todas las políticas públicas.

Hay que reconocer que en la actualidad la palabra ‘control’ tiene unas connotaciones terribles que la han convertido en sinónimo de dominio totalitario. Pues, cuando pensamos en ‘sociedades de control’, pensamos sobre todo en el ‘panóptico digital’ generado en países como la China y que permite ejercer un poder desmesurado sobre la vida cotidiana de la gente. Hoy en día, ese control-dominio amplía enormemente el alcance y también el peligro del dispositivo formulado por Jeremy Bentham en The Panopticon Writings en 1787.

Recordemos que una de las características primordiales del panóptico es que genera un punto privilegiado que puede verlo todo, pero sin que éste -a su vez- pueda ser visto por nadie. El dispositivo fue teorizado detalladamente por Michel Foucault y es clave para las actuales ‘sociedades de control’ que viven amenazas totalitarias resultado de la potencia de las tecnologías digitales y de la inteligencia artificial.

Ahora bien, hay que superar la errónea identificación del término ‘control’ con dispositivos autoritarios, totalitarios, Top-down o Arriba-abajo. Pues también hay otro tipo de control, cada vez más necesario y sin el cual no hay democracia de calidad, el cual se caracteriza por una direccionalidad inversa Bottom-up o Abajo-arriba. Es un control equilibrador porque es inverso, de dirección contraria y que permite vigilar -precisamente- a ese panòptico dominador y totalitario que tanto nos preocupa.

Es un control inverso que, rompiendo el privilegio del ojo invisible, se dedica precisamente a escrutarlo y a controlarlo. Solo así aquel ‘ojo’ dominador del panóptico que todo lo veía, pero que él mismo no podía ser visto, pasa a ser controlable y evaluable en sus actos. Sólo, actualizando dentro de la lógica de la división de poderes de Montesquieu y, por tanto, equilibrando el control Top-down con el control inverso Bottom-up, puede solucionarse en las sociedades avanzadas el viejo y terrible problema de ¿quien controla al controlador? ¿Quién vigila a los vigilantes? ¿Quién fiscaliza a los fiscales? Y, si se quiere: ¿Quién protege al pueblo de los ‘protectores’?

Solo, a partir de la posibilidad de que el control Bottom-up equilibre el Top-down, se puede conseguir el necesario control político, jurídico y democrático del Estado sobre el propio Estado, de las instituciones sobre las instituciones mismas y del pueblo sobre los órganos políticos emanados de él y que a él se deben.

Como hemos apuntado, el control Bottom-up debe ser ejercido tanto directamente por la ciudadanía como delegadamente por instituciones -siempre exteriores y autónomas- destinadas a escrutar, vigilar, controlar y fiscalizar a los servidores, a las instituciones y al Estado en tanto que ejercen las políticas públicas que sostienen la vida ciudadana.

Se trata de garantizar que las políticas públicas no solo sean bien intencionadas, sinó además efectivas, totalmente legales, sin corrupciones, sin despilfarros, sin mordidas, sin trampas e, incluso, sin errores sistemáticos y persistentes, porque resultan no detectables para el propio Estado, para el cual son invisibles por mucho que la gente se queje. Hay que evitar que todo ello se convierta como ha sucedido muchas veces algo fantasmagórico e inescrutable dentro de los mecanismos estatales, provocando un peligroso desprestigio para todo el Estado.

Para evitarlo, es necesario pues que los diseñadores, programadores, contratadores y ejecutores de políticas públicas sean controlados tanto más en la medida que son instituciones estatales, pues de las privadas ya se encargan las mismas empresas y ese mercado omnipresente en que el neoliberalismo ha convertido a las sociedades avanzadas. 

Solo con ese control efectivo, se puede superar la paradoja del panóptico de Bentham: que el ojo del Poder no pueda ser visualizado. ¡Que la mano ejecutora de políticas públicas del Estado resulte invisible o solo parcialmente escrutable ante lo que debería ser el ojo vigilante del Estado! ¡Aún más, que la mano derecha del Estado no quiera saber nada de lo que hace la mano izquierda, y que el ojo estatal lo mire y controle todo, menos al propio Estado mientras ejerce gran parte de sus funciones públicas!

Tradicionalmente, las políticas públicas solo eran muy deficitariamente evaluadas… Y como sabemos todos: inevitablemente lo que no es vigilado, evaluado, cuantificado, controlado… se termina colocando más allá de la democracia, de la ciudadanía y del propio Estado. No se trata de que el poder se mire al espejo -para decirlo así- de tanto en tanto o, incluso, que caiga en el hechizo de Narciso, se enamore de sí mismo y proclame embelesado: ¡qué bello y útil soy! ¡Cuan eficiente y magnánimo soy! ¡Quien puede competir con mi encanto y poder!

Es necesario -muy al contrario- que sea escrutado por la ciudadanía y sus instituciones y pares mediante mecanismos exteriores que no puedan ser manipulados por los propios escrutados. Por tanto, deben ser mecanismos autónomos e independientes, además de suficientemente empoderados para ejercer esa muy difícil función de equilibrar el control Top-down con un control al menos equivalente y de dirección contraria: Bottom-up.

Pues, todos conocemos casos de buenos y conscientes servidores del Estado que, cuando percibieron un uso deficitario de las políticas públicas y quisieron intervenir correctivamente, descubrieron que ni ellos ni -en el fondo nadie- estaba sólidamente empoderado para examinarlas, valorarlas y enmendarlas a través de mecanismos democráticos claros y efectivos. En tales casos, solía resultar que, en definitiva, la impotencia de los buenos servidores del Estado comportaba la impunidad de los malos funcionarios.

A veces, ello incluso no se producía por maldad, sinó por hábitos acríticos y costumbres ancestrales; pues lo que no se puede fiscalizar, controlar ni cuantificar muy difícilmente puede ser mejorado de ninguna manera. Pues, entonces, desaparece de la mirada y de la acción de las instituciones, se pierde por las muchas rendijas del Poder y se disemina d’entre las grietas del Estado de derecho.

Y, entonces, ¡no hemos de olvidarlo nunca!, con el dominio de la corrupción y la impotencia de la justicia, también desaparece la confianza del pueblo en sus instituciones, resulta muy debilitado el compromiso que la ciudadanía debe poner en la Nación y -por tanto- crece una discordia social que lo puede disolver todo… hasta casi parecerse a una guerra civil.

Control Bottom-up: rehacer confianza

En las sociedades neoliberales e individualistas de mercado se suelen menospreciar los peligros de desafección y desconfianza entre ciudadanía e instituciones. Se olvidan las amenazas de la desnacionalización de los individuos que ya simplemente se limitan a competir entre sí, sin cuartel y sin lazos que los vinculen a una comunidad política fuerte.

También se infravaloran -similarmente- las posibilidades regeneradoras del buen funcionamiento del Estado de derecho y -dentro de él- de las instituciones de control externo nacional (como o Tribunal de Contas). Pues consideramos que tienen un alto potencial de:

1)  Por una parte, curar la desconfianza y desafección entre ciudadanos e instituciones estatales.

2)  Y por otra parte, atender, evitar y subsanar las injusticias o corrupciones concretas que también contribuyen decisivamente a la ruptura de los vínculos nacionales.

Creemos que instituciones de control externo nacional (como o Tribunal de Contas) no solo contribuyen al necesario a) reequilibrio entre control Top-down con el control Bottom-up. También dan un sentido más concreto y efectivo a la tarea de ir más allá de una justicia abstracta y meramente ideal, en favor de una b) lucha concreta en contra de la corrupción y, en definitiva, en contra de la injusticia real y efectiva. También luchan por c) evitar que las dinámicas de los mercados, de la lex mercatoria y de concurrencia entre empresas se adueñen en exclusiva de los mecanismos de la justicia y los elejen de los fines propios del estado social de derecho.

De esa manera, las instituciones de control externo nacional colaboran decisivamente a la reducción de la desafección de la gente respecto del Estado, disminuyen el individualismo egoista y suavizan el espíritu neoliberal que tan solo considera fiable a la lex mercatoria y la sitúa por encima de las instituciones jurídico-políticas del Estado.

En contra de Hegel que sitúa en todo momento al Estado por encima de la sociedad civil y tutelándola, en el neoliberalismo es está la que predomina en tanto que ámbito de competencia, sometido a contratos privados e incluso a la concurrencia empresarial. A todas luces, en la actualidad, la lex mercatoria está en gran expansión, ganando espacio a la ‘eticidad’ estatal e incluso imponiéndose a nivel internacional.

Como ustedes saben mejor que yo mismo, se están estableciendo nuevos sofisticados mecanismos de lex mercatoria (p.e. para resolver conflictos),  que se colocan por encima de las legislaciones estatales e interestatales. En muchos asuntos se llega, en casos extremos, a bloquear cualquier posible intervención de los Estados, de sus tribunales e instituciones.

Insistimos en que esas dinámicas de Lex mercatoria tienen claras consecuencias de minimización de los lazos sociales, nacionales, políticos y estatales. Hoy notamos su fuerza disgregadora que dificulta mantener los necesarios vínculos y confianzas nacionales (Trust de Fukuyama). Cada vez más, se tiende a considerar el Estado neoliberal como una mera superempresa que simplemente es formada por una suma de muchas empresas autónomas.

Sería pues algo parecido a lo que Joachim Carlos Salgado llamó premonitoriamente ‘estado poiético’, el cual funcionaría básicamente con criterios económicos y como una metaempresa, pero cada vez menos como una eticidad superior (¡que era lo que reclamaba Hegel!), dejando de ser el ‘maximo ético’ social, el nomos por antonomasia y soberano, e incluso el receptáculo último de un Volksgeist o espíritu nacional fuerte. Muito obrigado.


Guión de la conferencia pronunciada sobre "El control de las políticas públicas como mejora de la confianza ciudadana y la justicia social. Un reto clave para curar la discordia hiperindividualista en las sociedades neoliberales" de Gonçal S. Mayos (UB) en el I Colóquio Internacional de Controle Externo sobre “Cidadania, Desenvolvimento e Efetividade das Políticas Públicas”. El evento ha sido organizado pelo Tribunal de Contas do Estado de Minas Gerais e pela Universidade Federal de Minas Gerais, nos dias 12 e 13 de junho, no auditório do TCEMG, Belo Horizonte (Brasil).









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