¿Por qué hablar hoy de “derecho a la ciudad”? ¿No es idéntico a los otros derechos políticos y civiles? ¿Tal derecho está hoy más en peligro que otros? ¿Qué quiere decir hoy empoderar para la ciudad? ¿Qué tiene que ver con el capitalismo industrial fordista-taylorista? ¿Y con el cognitivo, postindustrial, financiero y turboglobalizado hegemónico hoy? ¿Qué laberintos se enconden bajo esos capitalismos y en nuestras ciudades? ¿Qué nuevas dificultades y alienaciones acechan hoy en las metrópolis?
Partiremos del “derecho a la ciudad” (Henri Lefebvre, David Harvey) en
tanto que la ciudad es el ámbito social más concreto, compacto y cercano a la
vida cotidiana de las personas. Es el acceso real, próximo y por antonomasia a
la civilización, a la ciudadanía, a los derechos civiles y políticos
(“civitas”, “pólis”). Sólo en la ciudad es pensable la interacción (sin
complejos mecanismos de representación) de acuerdo a todas las facetas humanas:
convivenciales, productivas, culturales, educativas, decisiones políticas, etc.
Incluso las personas que (se dice) “no tienen poder”
suelen tener una mínima agencia propia interactuando entre sí y creando
relaciones cívicas, redefiniéndolas y transformándolas. La ciudad es al ámbito
de la dualidad mínima de la acción política: “piensa global, actúa local”;
piensa holista y globalizadamente; empodérate y actúa como ciudadano, en tu
ciudad (Gonçal Mayos).
Ahora bien, el derecho a la ciudad se está pervirtiendo
aceleradamente generando “ciudades sin ciudadanos” o con ciudadanos
desempoderados. Las ciudades también son lugar de exclusión y que muchas veces
constituyen laberintos ajenos, alienantes, desorientadores y excluyentes. Para
empoderar para la ciudad y la política hay que comprender cuando, por qué y
para quien la ciudad actual constituye un terrible laberinto.