Las élites turboglobalizadas
se han convertido hoy en una clase extractiva mundial que está consiguiendo
apropiarse muchos de los beneficios de los fenómenos-inter, y casi sin “pagar”
ninguna contrapartida. Esas élites extractivas globales surfean eficazmente en
la ola de la turboglobalización y de las posibilidades ofrecidas por las nuevas
tecnologías.
Con su superior conocimiento de los nuevos
mecanismos globales y fenómenos-inter, pero también gracias a los intersticios
y debilidades de la turboglobalización, se benefician enormemente de la
situación internacional. Casi siempre, consiguen anticiparse a los esfuerzos
para controlarlas de los legisladores, sistemas jurídicos, judiciarios y
políticos de los distintos Estados nacionales.
La desregulación neoliberal, la turboglobalización y otros aspectos de la “modernidad líquida” han fomentado un claro desequilibrio en los fenómenos-inter. Pues las garantías de los derechos y libertades de la gente de a pie se expanden más lentamente que las oportunidades de negocio y de evasión de impuestos. No es extraño pues que se constate inequívocamente un incremento generalizado de las desigualdades (Piketty, 2013), hasta el punto que (Oxfam, 2016) solo 62 multimillonarios poseen más del 50% de la riqueza mundial (es decir la sumada por 3.600 millones de personas). Además, actualmente 2.000 millones de personas sufren desnutrición.
Parece confirmarse pues que, por el momento, los fenómenos-inter turboglobalizados (de los que hemos analizado unos pocos) favorecen extraordinariamente el crecimiento de las desigualdades y la hegemonía de unas nuevas élites neoliberales globalizadas. Ello no quiere decir que tales élites no hagan aportaciones significativas al desarrollo económico y tecnológico actual. Como la turboglobalización y los fenómenos-inter, también tienen aspectos positivos que se superponen a otros negativos, siendo el cálculo total complejamente discutible.
Evidentemente ello no comporta desterritorializar totalmente la ciudadanía, los pueblos, los Estados y las instituciones nacionales (incluida la judiciaria). Pero sí empoderarlos ante los actuales retos planteados por la turboglobalización y los fenómenos-inter. Pensemos por ejemplo en el preámbulo del World Economy Project: ‘nosotros, el pueblo, nos unimos en la construcción de un movimiento internacional para impedir que los intereses empresariales restrinjan los beneficios de la globalización a una minoría selecta’ (Hunter y Yates, 2002: 372).
Véanse los posts:
Bibliografía
Insistimos, tales graves disfunciones solo pueden
minimizarse actualmente desarrollando otros fenómenos-inter que reequilibren el
actual desequilibrio. Por eso son tan importantes enfoques como los análisis
judiciales multinivel de Teresa Freixes y José Carlos Remotti (2012), el
interconstitucionalismo de José Joaquim Gomes Canotilho (2012), el
transconstitucionalismo de Marcelo Neves (2009), el proyecto de una Corte
Constitucional Internacional de Paulo Ferreira da Cunha, etc.
Aunque parece minimizar la importancia de los marcos jurídicos intra o sub-estatales que también son decisivos, estamos de acuerdo con Neves (2009) en la imperiosa necesidad de entrelazar los marcos jurídicos transnacionales, internacionales y supranacionales, evitando la imposición de unos sobre los otros. Ahora bien, más allá del necesario fomento de la constante, equilibrada y dialogada adecuación recíproca, se trata de articularlos eficazmente para poder controlar y regular judicialmente los nuevos mecanismos que facilitan que los capitales turboglobalizados se constituyan fácilmente en núcleos de nuevas élites extractivas mundiales.
Pues como han analizado detalladamente Inmanuel
Wallerstein (1984, 1998, 2011a y 2011b) y sus discípulos, aunque ya existe un “moderno
sistema mundial” desde el siglo XVI, el poder de las élites mundiales solo
escapa al control de los Estados nacionales a partir de las desregularizaciones
neoliberales y la turboglobalización (que significativamente coinciden en
expandirse a partir de los años 1980 y el final del bipolarismo).
Como estudia Saskia Sassen (2010), ello no convierte
en impotentes u obsoletos a los Estados nacionales –que continúan siendo quizás
los agentes más importantes-, pero sí que los convierte en más vulnerables y
permeables a los “mercados financieros turboglobalizados”, como se ha visto en la
crisis post2008 (Mayos, 2011). En muchos aspectos la turboglobalización actual es
un estadio muy avanzado de lo que Bauman (2005) llama “la modernidad líquida”,
pues ha disuelto muchos elementos “sólidos” del mundo fordista y del sistema de
Estados nacidos de la Paz de Westphalia en 1648 (Mayos, 2012a).
La desregulación neoliberal, la turboglobalización y otros aspectos de la “modernidad líquida” han fomentado un claro desequilibrio en los fenómenos-inter. Pues las garantías de los derechos y libertades de la gente de a pie se expanden más lentamente que las oportunidades de negocio y de evasión de impuestos. No es extraño pues que se constate inequívocamente un incremento generalizado de las desigualdades (Piketty, 2013), hasta el punto que (Oxfam, 2016) solo 62 multimillonarios poseen más del 50% de la riqueza mundial (es decir la sumada por 3.600 millones de personas). Además, actualmente 2.000 millones de personas sufren desnutrición.
Parece confirmarse pues que, por el momento, los fenómenos-inter turboglobalizados (de los que hemos analizado unos pocos) favorecen extraordinariamente el crecimiento de las desigualdades y la hegemonía de unas nuevas élites neoliberales globalizadas. Ello no quiere decir que tales élites no hagan aportaciones significativas al desarrollo económico y tecnológico actual. Como la turboglobalización y los fenómenos-inter, también tienen aspectos positivos que se superponen a otros negativos, siendo el cálculo total complejamente discutible.
Por eso nos colocan ante un angustiante dilema que
hemos expresado metafóricamente (Mayos, en prensa): Las sociedades
turboglobalizadas se encuentran como si cabalgaran peligrosamente a lomos de un
tigre enfurecido; por eso anhelan bajarse de él y abandonar su enloquecida
huida, pero temen que –si lo hacen- entonces el tigre las devorará. En otras
palabras el crecimiento desregulado y turboglobalizado tiene grandes peligros
(desigualdad, cambio climático, insostenibilidad…), pero también los puede
tener si lo paramos de un día para otro o saltamos de él (estagflación,
decrecimiento, más paro…).
Podría aplicarse aquí la letra de un famoso bolero:
“ni contigo, ni sin ti, tienen mis males remedio”; pues la situación
contemporánea tiene muy difícil solución. Consecuentemente, la humanidad está hoy
escindida entre la atracción y la repulsión (Mayos, en prensa) a un modelo de
crecimiento que, por una parte, parece –a la vez- estar agotándose y
completamente fuera de control; pero por otra parte ha sido el modelo que ha
ofrecido una etapa de mayor crecimiento sostenido durante la historia de la
humanidad (llegando a permear hasta la práctica totalidad de la
población).
Nuestra perspectiva no es necesariamente
apocalíptica, pero en lo esencial aceptamos los muy brillantes y conclusivos
análisis de Acemoglu y Robinson (2012) sobre el impacto de las “élites
extractivas” en el “fracaso” económico, social y político de los países. Los extrapolamos
al hecho, que Acemoglu y Robinson no contemplan, de la constitución de una muy
poderosa élite extractiva turboglobalizada. Nos parece que ello no augura nada
bueno y que es algo que debe ser pensado y reconducido urgentemente. Sobre
ello, caben pocos motivos de duda.
No obstante y una vez más, donde hay el peligro
también crece lo que salva (decía Hölderlin). Y la destrucción creativa
(Schumpeter, 1966) que “cabalga” a lomos de la turboglobalización neoliberal y
los fenómenos-inter puede ser reconducida o minimizada racionalmente a través
de adecuadas integraciones jurídicas e interconstitucionalidades. Estas deben
construir una nueva gobernanza mundial que sustituya el caduco “consenso de
Washington” (Williamson, 1989) y debe tener como un objetivo primordial: evitar
que las actuales élites turboglobalizadas puedan convertirse impunemente en
“extractivas”. Pues, si algunas instituciones estatales nacionales han podido
evitarlo eficazmente –Acemoglu y Robinson (2012) analizan algunos buenos
ejemplos- ¿Por qué no va ser posible internacionalmente?
Pero para ello debe generarse el marco judiciario
interconstitucional y gobernanza mundial que (deshaciendo el camino neoliberal)
vuelva a reglar adecuadamente los flujos financieros, mercados internacionales
y élites turgoblobalizadas. Sus intereses y movilidad tanto de su capital
humano como financiero no deben continuar “jugando a un capitalismo de casino”
que se imponga desmesuradamente a pueblos y Estados. Para ello, deben evitar
quedarse anclados en una anquilosada territorialización y darse herramientas
para actuar eficazmente en el marco internacional y evitar la hegemonía de unas
élites extractivas globales.
Evidentemente ello no comporta desterritorializar totalmente la ciudadanía, los pueblos, los Estados y las instituciones nacionales (incluida la judiciaria). Pero sí empoderarlos ante los actuales retos planteados por la turboglobalización y los fenómenos-inter. Pensemos por ejemplo en el preámbulo del World Economy Project: ‘nosotros, el pueblo, nos unimos en la construcción de un movimiento internacional para impedir que los intereses empresariales restrinjan los beneficios de la globalización a una minoría selecta’ (Hunter y Yates, 2002: 372).
En definitiva, es imperioso un tipo de pacto supranacional eficaz. Ahora bien, no se trata de oponerse totalmente a la globalización sino de luchar para “que sea económicamente más equitativa, auténticamente democrática y ecológicamente responsable.” Y además que no desempodere a la política democrática, a la justicia redistributiva y a los mecanismos jurídicos de los Estados nacionales.
Final del artículo “Interconstitucionalidades, desarrollo y élites extractivas en la crisis global” de Gonçal Mayos (pp. 59-78) en Constitucionalismo e Geopolítica: Estudos comparados sobre efetividade constitucional, Alexandre Walmott & Saulo P. Coelho (coords.) D. Safe Coelho & Felipe M. Bambirra (orgs.), Uberlândia: Editora Laboratório Americano de Estudos Constitucionais Comparados, 2017, 406 p.
Véanse los posts:
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Interconstitucionalidades,
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