Los fenómenos-inter turboglobalizados y neoliberales
juegan por el momento claramente en favor de los intereses particulares de esas
élites extractivas globales y en contra del resto de la población e –incluso-
de las políticas de los Estados nacionales.
Tal situación nos parece
difícilmente reversible a medio plazo si no se impulsan otros fenómenos-inter,
que claramente son menos favorables a los intereses de esas élites y que –si se
llevan a cabo adecuadamente- pueden empoderar de nuevo a la política y a la
población mundial (incluso sin debilitar en demasía a los Estados nacionales).
Por tanto abogamos por ampliar y potenciar la ya
incipiente internormatividad mundial e interconstitucionalidad en amplias
regiones del mundo. Es decir, se trata de potenciar el nomos internacional (en
sentido amplio del griego “nomos” que –como saben- integra lo jurídico, lo social
y lo político) para así poder controlar los flujos financiero-económicos que en
la actual turboglobalización neoliberal resultan casi indetectables y –aún menos-
fuera de toda eficaz imposición fiscal. Solo así se podrá minimizar la proliferación
y enriquecimiento de las mencionadas élites extractivas globales, permitiendo
que vuelvan a disminuir las tasas de desigualdad y se reempoderen la política y
el conjunto de la población.
Si no desarrollamos procesos interjudiciales y de
cooperación política internacional que permitan controlar las élites extractivas
globales, éstas continuarán situándose por encima de los necesarios controles
de los Estados, de los judiciarios nacionales, de la política y de la
democracia. Este es sin duda uno de los mayores peligros de la
turboglobalización neoliberal y que permite definir el presente como “sociedad
del riesgo” (Beck, 2007 Y 2006). Pues tales elites extractivas globales parecen
capaces, no solo de beneficiarse de la actual turboglobalización en detrimento
de los Estados y sus poblaciones, sino también de condicionar negativamente o incluso
bloquear duraderamente el desarrollo humano y el empoderamiento social.
Consideramos que este gran riesgo todavía no es percibido
en toda su peligrosidad. Así como también cuesta entender los mecanismos que
permiten a esas élites extractivas librarse del control democrático de la
ciudadanía y de las políticas nacionales. Pero la actual turboglobalización
muestra cada día que –sin duda- consiguen escapar a la sola presión de los
distintos Estados y sistemas jurídicos nacionales, y que solo serán controladas
si los Estados colaboran generando un marco interjurídico fuerte y global. Al
respecto saludamos como muy necesario el proyecto liderado por el prof. Paulo
Ferreira da Cunha de una Corte Constitucional Internacional.
Pues hoy -insistimos- las élites extractivas han dejado de ser básicamente nacionales para ser una nueva clase global, con muy pocos vínculos y compromisos nacionales. Ello les facilita, beneficiarse de la turboglobalización financiero-económica, especialmente en la medida que la política actual muy “territorializada” todavía no consigue controlar la mayoría de sus defectos, inconvenientes y “daños colaterales”.
Pues hoy -insistimos- las élites extractivas han dejado de ser básicamente nacionales para ser una nueva clase global, con muy pocos vínculos y compromisos nacionales. Ello les facilita, beneficiarse de la turboglobalización financiero-económica, especialmente en la medida que la política actual muy “territorializada” todavía no consigue controlar la mayoría de sus defectos, inconvenientes y “daños colaterales”.
Hay que reconocer que actualmente los Estados
nacionales e incluso las instituciones de gobernanza mundial no han conseguido
controlar eficazmente esa nueva clase global de elites extractivas, que juegan
a una especie de “capitalismo de casino” (termino usado por gente ideológicamente tan diferente como Mario Soares o Susan Strange) y –así-
consiguen con relativa facilidad “hacer saltar la banca” de los Estados
nacionales.
Pensemos que en gran medida eso ha provocado la debilidad de muchas
monedas, deudas soberanas y ratios internacionales de algunos países. Además, como
se ha podido ver con la crisis post2008, cuando esas prácticas peligrosas y a
veces muy abusivas se vuelven contra los mismos agentes que las han provocado, estos
han de ser “salvados” con dinero público, pues su caída –se dice- podría
colapsar todo el sistema económico nacional o –incluso- internacional.
En la desregularizada turboglobalización neoliberal,
las élites extractivas son cada día más globales y pueden fácilmente situarse
por encima de los marcos jurídicos, económicos y sociales nacionales. Vemos que
pueden jugar con grandes ventajas gracias a los paraísos fiscales más o menos
encubiertos; a la rapidez de los flujos económicos y financieros; a la
facilidad en las deslocalizaciones productivas; a las muchas posibilidades que
permiten las actuales tecnologías de la información y la comunicación, etc.
Por eso Bauman (2007: 113) denuncia esa nueva
elite con orientación global, solo enraizada nacionalmente de manera muy débil,
desacomplejadamente desvinculada de cualquier solidaridad con las humildes
poblaciones nacionales y que ha desconectado totalmente con los espacios
vitales nacionales tradicionales. Ja no son a efectos de solidaridad ciudadanos
de ningún país… han devenido apátridas.
También Huntington (2004: 311) lamenta que en
la turboglobalización actual se ha llegado al extremo en que: “Alguien cuyas
lealtades, identidades e implicaciones sean puramente nacionales tiene menos
probabilidades de auparse a la cima en los negocios, el mundo académico,
los medios de comunicación o el ámbito profesional, que alguien que trasciende
tales límites. Salvo en la política, quienes se quedan en casa, se quedan
atrás. Quienes progresan, piensan y actúan a nivel internacional. Como
decía el profesor de sociología Manuel Castells: ‘Las élites son cosmopolitas;
la gente, local’. La oportunidad de sumarse a este mundo transnacional, no
obstante, está limitada a una reducida minoría de la población de los países
industrializados y a apenas un minúsculo puñado de personas de los países en
vías de desarrollo.” (el subrallado es nuestro).
Como
hemos apuntado, esas élites globales –precisamente por serlo- tienen enormes posibilidades
para beneficiarse de la turboglobalización y devenir “extractivas”. Por una
parte pueden jugar con y entre las distintas legislaciones que todavía son
básicamente de alcance “nacional”, escapando así a la capacidad del judiciario (normalmente
también nacional) para detectar rápidamente sus prácticas, poderlas controlar
eficazmente y conseguir condenas efectivas que no puedan eludir con argucias
internacionales.
Por
otra parte, esas elites extractivas globales muchas veces llevan a cabo una
especie de hábil “chantaje” a los Estados donde actúan. Precisamente gracias a
la movilidad turboglobalizada de sus capitales y la mínima regulación
internacional neoliberal, fácilmente consiguen exenciones tributarias
especiales de las que no pueden gozar la población nacional. Así, se aprovechan
muchas veces de la necesidad de atraer nuevos capitales por parte de los países
y de sus gobiernos. Por tanto consiguen beneficios a base de jugar “en contra
de la banca” –para decirlo así- y en contra de los distintos intereses
nacionales.
Parte del artículo “Interconstitucionalidades, desarrollo y élites extractivas en la crisis global” de Gonçal Mayos (pp. 59-78) en Constitucionalismo e Geopolítica: Estudos comparados sobre efetividade constitucional, Alexandre Walmott & Saulo P. Coelho (coords.) D. Safe Coelho & Felipe M. Bambirra (orgs.), Uberlândia: Editora Laboratório Americano de Estudos Constitucionais Comparados, 2017, 406 p.
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