Hoy vivimos en una época marcada por fenómenos-inter que están transformando profundamente
nuestra sociedad. Así, por ejemplo, se ha analizado e incluso percibido muy
poco la emergencia de una nueva clase inter-nacional, que es la gran
beneficiada –creemos- de la turboglobalización neoliberal y de fenómenos-inter como
la integración y desregularización de los flujos financieros y del capital
monetario-comercial.
Significativamente
Thomas Piketty (2013), en su importante y reciente estudio sobre la evolución
del capital, constata que la desigualdad económica está aumentando hasta alcanzar
el nivel record desde que hay amplias series estadísticas. Hoy estamos alcanzando el nivel de desigualdad récord de la llamada “belle
époque” (entre la Guerra franco-prusiana de 1871 y el inicio de la IGM en 1914). Se caracterizó por el dominio imperialista en prácticamente todo el mundo por
parte de las potencias europeas y –significativamente- el momento álgido de la
riqueza económico-financiera de sus élites.
Piketty
(2003) analiza, actualiza y compara con gran rigor las series estadísticas,
concluyendo que en la “belle époque” –de forma similar a la actualidad- el
orden político-militar y económico mundial garantizaba una enorme rentabilidad
a las rentas del capital, muy por encima de las del trabajo y –además- de forma
mucho más segura. Las potencias imperialistas europeas generaron incluso un orden
mundial favorable a los capitales occidentales también muy por encima de los
otros capitales, las otras élites e incluso de los Estados nacionales ya
independientes y sus ciudadanías.
Entre
finales del XIX e inicios del XX, las élites económicas occidentales también poseían
–con enormes beneficios- gran parte de las riquezas de materias primas mundiales,
lo cual les permitía incluso mediatizar o subordinar –en beneficio propio- las
políticas de los Estados nacionales donde estaban situadas tales materias
primas. La “belle époque” estaba estructurada, por tanto, como un orden mundial
que beneficiaba unas élites rentistas occidentales que no habían hecho nada
especial para conseguir sus enormes capitales, pues simplemente los habían
heredado de sus antecesores coloniales.
Como parece que vuelve a suceder en el
siglo XXI, ese orden mundial les permitía acrecentar sus capitales y dominios
por simple reproducción social, al beneficiarse de una dialéctica muy favorable
en favor de las rentas del capital por encima del trabajo o de las riquezas
naturales de las otras naciones.
Tal
situación nos permite definir esas élites capitalistas occidentales de la
“belle époque” como “élites extractivas” globales. Ciertamente los economistas
históricos y comparativos Acemoglu y Robinson (2012) limitan su análisis a las “elites
extractivas” nacionales y olvidan las globales. Pero nosotros consideramos que actualmente
éstas son muy decisivas en la crisis post2008 y que, por tanto, deben ser
analizadas críticamente para desarrollar criterios racionales y efectivos que
minimicen su dominio e impactos negativos.
Acemoglu
y Robinson (2012) definen como “elites extractivas” a aquellas que se aprovechan
de su situación de privilegio dentro de un sistema económico político dado. En
primer lugar drenan desproporcionadamente los recursos nacionales en beneficio
propio. Pero además y aún más decisivamente, establecen eficaces y conscientes mecanismos
para excluir permanentemente de las mejores posibilidades de desarrollo y
empoderamiento a cualquier otro grupo ciudadano, aún al precio de perjudicar y
deprimir gravemente la situación económica y el desarrollo social conjunto.
Tales
estrategias hacen que las élites extractivas sean una de las principales causas
de la “pobreza de las naciones” como demostraron Acemoglu y Robinson en su muy
amplio, documentado e interdisciplinar análisis comparado del 2012 (al cual por
la integración de lo económico, político, institucional, social y cultural me
atrevo de cualificar de análisis macrofilosófico).
Pues
bien eso era lo que hacían a nivel mundial muchas de las élites occidentales poseedoras
de los grandes capitales y propiedades globales en la “belle époque” de finales
del XIX. Ello duró –como demuestra Piketty (2013)- hasta que la locura de la Primera
Guerra mundial las arruinó o, al menos, las obligó a repatriar los capitales, perdiendo
su privilegiado control de los recursos naturales mundiales.
Además es
conocido que muchos Estados nacionales iniciaron en esa época decididas
políticas de nacionalización de las riquezas naturales de sus respectivos países.
Muy significativamente el radical debilitamiento de las élites extractivas
mundiales de la belle époque permitió que –como las series estadísticas
analizadas por Piketty muestran- a partir de la IGM disminuyera drásticamente
la desigualdad económica a nivel mundial.
Ahora
bien y como hemos apuntado, esas mismas series estadísticas también muestran que
a partir de los años 1990, de nuevo se invirtió esa tendencia. Lamentablemente volvió
a crecer la desigualdad económica, de forma paralela al incremento de poder de
los capitales financieros internacionales.
Significativamente ello coincide con la desregularización neoliberal de los flujos económicos mundiales y con la pérdida de control sobre ellos y sobre los mercados financieros por parte de los Estados nacionales, sus políticas, sus sistemas fiscales-judiciales y sus ciudadanías.
Significativamente ello coincide con la desregularización neoliberal de los flujos económicos mundiales y con la pérdida de control sobre ellos y sobre los mercados financieros por parte de los Estados nacionales, sus políticas, sus sistemas fiscales-judiciales y sus ciudadanías.
Es por
todo ello, que hoy podemos hablar de nuevo de la existencia de unas élites
extractivas aún más globales que en la belle
époque. Actualmente se benefician desproporcionadamente de su capacidad
para escapar al control tanto de los Estados nacionales como de la incipiente y
debilitada gobernanza económica mundial neoliberal. Incluso, actúan eficazmente
para ampliar y perpetuar al máximo su control de los mercados globales neoliberales,
por encima y a veces en contra de los intereses de los Estados nacionales y sus
poblaciones.
Actualmente los grandes capitales y las élites globales pueden
evitar la mayor parte de la fiscalización judicial, de la regulación política y
–aún más- de la imposición tributaria socialmente redistributiva. Pueden por
tanto evitar sufragar todos esos mecanismos clave del Estado del bienestar.
Esas
élites extractivas globales se benefician pues de algunos de los fenómenos-inter
generados por la turboglobalización y, a no ser que cambie mucho la dialéctica
internacional neoliberal, parece que aumentará su descontrolada hegemonía si
atendemos a los nuevos tratados internacionales de integración económica, con
la expansión de la lex mercatoria que llevan consigo.
A pesar de muchas promesas y los indudables aspectos positivos, hay el peligro de que tales fenómenos-inter limiten el desarrollo humano y el empoderamiento social, si no pueden controlar las cada vez más poderosas élites extractivas neoliberales globales. Pues tales élites muestran una poderosa capacidad para revertir los indudables beneficios sociales de muchos fenómenos-inter, apropiándose privadamente de muchos de ellos.
Esta
deprimente conclusión enlaza con el indiscutible aumento de las diferencias
económicas mundiales que se constata desde la desregularización neoliberal (Piketty,
2013) y que ha conllevado un importante desempoderamiento de los Estados
nacionales y sus políticas redistributivas.
A pesar de muchas promesas y los indudables aspectos positivos, hay el peligro de que tales fenómenos-inter limiten el desarrollo humano y el empoderamiento social, si no pueden controlar las cada vez más poderosas élites extractivas neoliberales globales. Pues tales élites muestran una poderosa capacidad para revertir los indudables beneficios sociales de muchos fenómenos-inter, apropiándose privadamente de muchos de ellos.
Inicio del artículo “Interconstitucionalidades, desarrollo y élites extractivas en la crisis global” de Gonçal Mayos (pp. 59-78) en Constitucionalismo e Geopolítica: Estudos comparados sobre efetividade constitucional, Alexandre Walmott & Saulo P. Coelho (coords.) D. Safe Coelho & Felipe M. Bambirra (orgs.), Uberlândia: Editora Laboratório Americano de Estudos Constitucionais Comparados, 2017, 406 p.
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