Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Oct 14, 2017

¿HAY UNA ELITE EXTRACTIVA GLOBAL?

Hoy vivimos en una época marcada por fenómenos-inter que están transformando profundamente nuestra sociedad. Así, por ejemplo, se ha analizado e incluso percibido muy poco la emergencia de una nueva clase inter-nacional, que es la gran beneficiada –creemos- de la turboglobalización neoliberal y de fenómenos-inter como la integración y desregularización de los flujos financieros y del capital monetario-comercial.


Significativamente Thomas Piketty (2013), en su importante y reciente estudio sobre la evolución del capital, constata que la desigualdad económica está aumentando hasta alcanzar el nivel record desde que hay amplias series estadísticas. Hoy estamos alcanzando el nivel de desigualdad récord de la llamada “belle époque” (entre la Guerra franco-prusiana de 1871 y el inicio de la IGM en 1914). Se caracterizó por el dominio imperialista en prácticamente todo el mundo por parte de las potencias europeas y –significativamente- el momento álgido de la riqueza económico-financiera de sus élites. 

Piketty (2003) analiza, actualiza y compara con gran rigor las series estadísticas, concluyendo que en la “belle époque” –de forma similar a la actualidad- el orden político-militar y económico mundial garantizaba una enorme rentabilidad a las rentas del capital, muy por encima de las del trabajo y –además- de forma mucho más segura. Las potencias imperialistas europeas generaron incluso un orden mundial favorable a los capitales occidentales también muy por encima de los otros capitales, las otras élites e incluso de los Estados nacionales ya independientes y sus ciudadanías
 
Entre finales del XIX e inicios del XX, las élites económicas occidentales también poseían –con enormes beneficios- gran parte de las riquezas de materias primas mundiales, lo cual les permitía incluso mediatizar o subordinar –en beneficio propio- las políticas de los Estados nacionales donde estaban situadas tales materias primas. La “belle époque” estaba estructurada, por tanto, como un orden mundial que beneficiaba unas élites rentistas occidentales que no habían hecho nada especial para conseguir sus enormes capitales, pues simplemente los habían heredado de sus antecesores coloniales. 

Como parece que vuelve a suceder en el siglo XXI, ese orden mundial les permitía acrecentar sus capitales y dominios por simple reproducción social, al beneficiarse de una dialéctica muy favorable en favor de las rentas del capital por encima del trabajo o de las riquezas naturales de las otras naciones.

Tal situación nos permite definir esas élites capitalistas occidentales de la “belle époque” como “élites extractivas” globales. Ciertamente los economistas históricos y comparativos Acemoglu y Robinson (2012) limitan su análisis a las “elites extractivas” nacionales y olvidan las globales. Pero nosotros consideramos que actualmente éstas son muy decisivas en la crisis post2008 y que, por tanto, deben ser analizadas críticamente para desarrollar criterios racionales y efectivos que minimicen su dominio e impactos negativos

Acemoglu y Robinson (2012) definen como “elites extractivas” a aquellas que se aprovechan de su situación de privilegio dentro de un sistema económico político dado. En primer lugar drenan desproporcionadamente los recursos nacionales en beneficio propio. Pero además y aún más decisivamente, establecen eficaces y conscientes mecanismos para excluir permanentemente de las mejores posibilidades de desarrollo y empoderamiento a cualquier otro grupo ciudadano, aún al precio de perjudicar y deprimir gravemente la situación económica y el desarrollo social conjunto

Tales estrategias hacen que las élites extractivas sean una de las principales causas de la “pobreza de las naciones” como demostraron Acemoglu y Robinson en su muy amplio, documentado e interdisciplinar análisis comparado del 2012 (al cual por la integración de lo económico, político, institucional, social y cultural me atrevo de cualificar de análisis macrofilosófico).

Pues bien eso era lo que hacían a nivel mundial muchas de las élites occidentales poseedoras de los grandes capitales y propiedades globales en la “belle époque” de finales del XIX. Ello duró –como demuestra Piketty (2013)- hasta que la locura de la Primera Guerra mundial las arruinó o, al menos, las obligó a repatriar los capitales, perdiendo su privilegiado control de los recursos naturales mundiales.

Además es conocido que muchos Estados nacionales iniciaron en esa época decididas políticas de nacionalización de las riquezas naturales de sus respectivos países. Muy significativamente el radical debilitamiento de las élites extractivas mundiales de la belle époque permitió que –como las series estadísticas analizadas por Piketty muestran- a partir de la IGM disminuyera drásticamente la desigualdad económica a nivel mundial.

Ahora bien y como hemos apuntado, esas mismas series estadísticas también muestran que a partir de los años 1990, de nuevo se invirtió esa tendencia. Lamentablemente volvió a crecer la desigualdad económica, de forma paralela al incremento de poder de los capitales financieros internacionales.

Significativamente ello coincide con la desregularización neoliberal de los flujos económicos mundiales y con la pérdida de control sobre ellos y sobre los mercados financieros por parte de los Estados nacionales, sus políticas, sus sistemas fiscales-judiciales y sus ciudadanías.

Es por todo ello, que hoy podemos hablar de nuevo de la existencia de unas élites extractivas aún más globales que en la belle époque. Actualmente se benefician desproporcionadamente de su capacidad para escapar al control tanto de los Estados nacionales como de la incipiente y debilitada gobernanza económica mundial neoliberal. Incluso, actúan eficazmente para ampliar y perpetuar al máximo su control de los mercados globales neoliberales, por encima y a veces en contra de los intereses de los Estados nacionales y sus poblaciones. 

Actualmente los grandes capitales y las élites globales pueden evitar la mayor parte de la fiscalización judicial, de la regulación política y –aún más- de la imposición tributaria socialmente redistributiva. Pueden por tanto evitar sufragar todos esos mecanismos clave del Estado del bienestar.

Esas élites extractivas globales se benefician pues de algunos de los fenómenos-inter generados por la turboglobalización y, a no ser que cambie mucho la dialéctica internacional neoliberal, parece que aumentará su descontrolada hegemonía si atendemos a los nuevos tratados internacionales de integración económica, con la expansión de la lex mercatoria que llevan consigo.
 
A pesar de muchas promesas y los indudables aspectos positivos, hay el peligro de que tales fenómenos-inter limiten el desarrollo humano y el empoderamiento social, si no pueden controlar las cada vez más poderosas élites extractivas neoliberales globales. Pues tales élites muestran una poderosa capacidad para revertir los indudables beneficios sociales de muchos fenómenos-inter, apropiándose privadamente de muchos de ellos. 
 
Esta deprimente conclusión enlaza con el indiscutible aumento de las diferencias económicas mundiales que se constata desde la desregularización neoliberal (Piketty, 2013) y que ha conllevado un importante desempoderamiento de los Estados nacionales y sus políticas redistributivas.
 
Inicio del artículo “Interconstitucionalidades, desarrollo y élites extractivas en la crisis global” de Gonçal Mayos (pp. 59-78) en Constitucionalismo e Geopolítica: Estudos comparados sobre efetividade constitucional, Alexandre Walmott & Saulo P. Coelho (coords.) D. Safe Coelho & Felipe M. Bambirra (orgs.), Uberlândia: Editora Laboratório Americano de Estudos Constitucionais Comparados, 2017, 406 p.
 

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