Finalizando, tanto dentro del politeísmo griego como
del monoteísmo judaico y cristiano, la vida propiamente humana -la bios
que va más allá de la mera zoé animal (Agamben, 1998)- tiene un origen
traumático cuando no pecaminoso o criminal.
Se presenta como una nueva forma de
existencia casidivina pero que, a la vez, se aparta y se ha constituido
desafiando a los dioses. También se proyecta en ámbitos muy singulares,
artificiales y que se consideran supraanimales como las ciudades, la cultura,
la tecnología y la política. Así no sólo se aparta del marco que los dioses habían
establecido para los humanos, sino que se coloca en trayectoria de colisión o
al menos de concurrencia con ellos.