Por eso la estrategia divina de confundir las lenguas
va dirigida a colapsar la comunicación humana, a obligar a la humanidad a
dispersarse y a evitar que pueda colaborar en un único y gran proyecto
tecnológico que, además, también es revolucionario en lo teológico y en lo
político. Más aún que la intervención prometeica o la rebeldía de Eva, la Torre
de Babel es la muestra más clara de la voluntad de poder humana que,
revolucionariamente, quiere concluir la era de los dioses, instaurando la edad tecnopolítica de los hombres.
En este artículo, nos interesa especialmente que la
Torre de Babel es un gesto inseparablemente tecnológico, teológico, político y
simbólico; pues es una gran construcción sólo posible con un esfuerzo técnico
enorme, quiere escalar los cielos como parte de un ambicioso proyecto colectivo
a mayor gloria de la voluntad de poder humana. Ciertamente, para los que se
sienten amenazados en su hegemonía, la Torre de Babel es un terrible pecado de
orgullo y de hybris; pero, para el zoon politikon y tejnon que
son los humanos, funciona como un momento fundacional para la nueva condición
humana, pues desata manifiestamente su ambición teológica, política y tecnológica.
En la Torre de Babel se manifiestan claramente las
características de la soberanía que destaca Carl Schmitt (1998), pues puede romper
el orden preexistente, abrir un 'estado de excepción' y una nueva de la
partición política y teológica entre 'nosotros y ellos', determinando quienes
son 'amigos’ y quienes ‘enemigos'. La lectura que hace la mitología y la
religión no es errónea pues es inseparablemente un acto muy significativo de
autoafirmación del nosotros y de amenaza a 'ellos', a los dominadores del cielo,
a los antiguos dioses. La construcción de la Torre de Babel es un signo de
rebeldía y de voluntad de poder en contra de la tradicional sumisión humana a
los dioses, cuyo territorio se quiere 'invadir', a la vez que se les define
como 'enemigos', 'antagonistas' y 'otros que nosotros'.
Por tanto, es el inicio simbólico de una larga guerra desacralizadora y desencantadora del mundo que debe culminar con 'la muerte de dios' y de todos los ídolos asociados (Mayos, 2021) a manos de la especie antropotécnica y política. Quiere ser el gesto fundacional -inseparablemente teológico, tecnológico y político- de un nuevo eón cósmico: la era de dominio humano, antropocéntrica y antropomórfica. Así mucho antes del moderno capitalismo, donde Max Weber ve confirmarse esa tendencia, la idea mitológica del robo a los dioses de la sabiduría tecnológica y del fuego simboliza el dominio futuro del nuevo ser 'mixto' y tecnoanimal en que se han convertido los humanos.
Como también explicita el relato del Protágoras
platónico, la dotación prometeica y tecnológica de los humanos viene
complementada por su naturaleza 'hipersocial' (Wilson, 2012) y política, ya que
la ruptura humana de las determinaciones animales fijas se produce, además de
por el robo del fuego y la sabiduría técnica, por el desarrollo de una
existencia política (del griego pólis), ciudadana y que presupone el nomos
y la justicia. Así lo podemos ver en la segunda parte del mito de Prometeo, donde
Zeus -que lo ha castigado duramente- complementa su tarea de salvar la
humanidad de la extinción otorgándole el ser político (zoon politikon).
Efectivamente, la humanidad no es una especie animal
como las demás tanto por el hecho técnico como por la condición política y de
cuidado (muy bien reivindicada por el feminismo). Así la especie olvidada por
Epimeteo -que ha quedado desnuda, vacía y carente de cualquier don- rompe
compensatoriamente el orden cósmico accediendo a un doble poder -tecnológico y
político- que conjuntamente amenaza la hegemonía de los dioses, como vemos en
la Torre de Babel. A medida que va desarrollando esos poderes, la humanidad
seculariza y domina totalmente el mundo, en una auténtica revolución antiteológica,
política y antropotécnica.
Por su peculiar filogénesis biológica, el homo
sapiens se ha convertido en una especie mixta animal, cultural, tecnológica
y política. Además, esa 'segunda naturaleza' evoluciona mucho más rápidamente
que la genético-biológica, a la que actualmente incluso está modificando
gracias a las nuevas tecnologías médicas y transhumanistas. Pues bien, aunque
pueda sorprender, ya los clásicos del politeísmo y del monoteísmo, intuyen esa
ruptura humana respecto a la evolución biológica similar al resto de animales. Aunque
no pueden captar todas sus consecuencias, perciben que la especificidad humana
subversora del orden animal tradicional arraiga en su capacidad técnica y
político-social.
Así lo podemos ver, paradigmáticamente, en la
concepción bíblica de la Torre de Babel, la cual sólo es pensable a partir de
dos condiciones rompedoras de la humanidad: Por un lado, la gran capacidad
tecnológica que permite dominar y aprovechar en interés propio las leyes de la
naturaleza. Por otro lado, la capacidad sociocultural para coordinar y
movilizar a grandes masas humanas en dirección hacia un proyecto conjunto.
Por eso en el Génesis (11, 1-9), el castigo de
Dios -porque los humanos se olvidaban de él, lo desafiaban y sólo se
preocupaban de su voluntad de poder- fue bloquear el proyecto colectivo
multiplicando las lenguas. Notemos que eso no impidió tanto la tecnología e
incluso su progreso (que continuaron en todas partes), como sobre todo la coordinación
de toda la humanidad existente para usar esa tecnología en un desafiante objetivo único y
común. Puede parecer una formulación provocativa, pero cuesta encontrar un
proyecto que uniera a toda la humanidad como en aquel momento lo hizo la Torre
de Babel.
Ahora bien, tras el efectivo castigo divino, la
humanidad había perdido la capacidad de coordinarse toda ella, ya no podía
entenderse, no podía coordinarse efectivamente para usar la tecnología hacia un
objetivo común y -sin esa- posibilidad tuvo que dispersarse. Visto así, el
castigo de Babel ataca sobre todo la capacidad social, cooperativa,
coordinativa y política de la humanidad, en una versión divina del divide et
impera. Y según dice la Biblia, inmediatamente se abandonó la construcción
de la Torre.
Similarmente, también en el Protágoras de
Platón (321d-322c) se enlaza el robo prometeico de la sabiduría técnica y del
fuego, con la capacidad de usarlos política, conjunta y efectivamente hacia
proyectos compartidos por grandes poblaciones. Así (Protágoras 322a-b),
a pesar de que el hombre podía articular “con conocimiento, la voz y los nombres,
e inventó sus casas, vestidos, calzados, coberturas y alimentos [...] habitaban
los humanos en dispersión, y no existían ciudades. Así que se veían destruidos
por las fieras [...] Ya intentaban reunirse y ponerse a salvo con la fundación
de ciudades. Pero cuando se reunían, se atacaban unos a otros, al no poseer la
ciencia política; de modo que de nuevo se desperdigaban y perecían”.
Como vemos existe un sutil y profundo acuerdo en las
tradiciones analizadas: en que la capacidad tecnológica humana queda muy
limitada en su alcance y poder (que desafía a los dioses, recordemos) sin la
capacidad de coordinación hipersocial, lingüística, cultural y política. Por eso,
la especie mixta que es la humanidad precisa a la vez la tecnología y la
política, el conocimiento para dominar las fuerzas naturales y la capacidad
hipersocial para que ese dominio pueda ser utilizado coordinadamente por
grandes poblaciones organizadas.
Como vemos, incluso permaneciendo mortales (que es
algo que significativamente prometen superar las tecnologías posthumanistas),
los humanos rompen con el resto de animales básicamente por dos grandes motivos
que llenarían la carencia epimeteica de dones instintivos. El primero surge por
el robo prometeico de la sabiduría técnica y el fuego. El segundo es la
donación por Zeus (Protágoras, 322c) "del sentido moral y de la
justicia, para que hubiera orden en las ciudades y ligaduras de philía".
Porque, tecnología, política y sus respectivos saberes
actúan conjuntamente para hacer posible la segunda naturaleza tecnocultural de
la humanidad, la cual complementa protésicamente los instintos codificados
genéticamente, abriendo un amplio abanico de nuevas posibilidades morales, de nomos,
en leyes e instituciones que deben compartir todos los que conviven juntos y
comparten proyectos (y que no son sólo grandes construcciones como la Torre de
Babel).
Cómo vemos, las ciudades (inseparablemente urbes i civitas) y los estados son una especie de leviatán a la vez político y tecnológico, ya que sólo ellos son capaces de coordinar grandes proyectos colectivos. Pueden construir murallas -que protegen de la naturaleza y de las fieras- pero también grandes templos, palacios, plazas públicas y mercados en los que se desarrollan tanto las artes, los oficios y el comercio, así como la ciudadanía y la política.
Por eso, sólo
colectivamente y en la ciudad, la humanidad deviene plenamente la especie mixta
y cultural que es -a la vez- el animal capaz de hablar, crear, construir y
organizar políticamente. Que es a la vez zoon logon, tejnon y politikon
y homo sapiens, faber, oeconomicus y tecnologicus.
A partir del articulo “La especie tecnológica,
política y ‘perversa’“ de Gonçal Mayos (pp. 169-193) en Robótica, ética
y política. El impacto de la superinteligencia en el mundo de las personas.
Norbert Bilbeny (ed.), con Carles Sierra, Javier Tejada, Norbert Bilbeny,
Marcel Cano, Carme Torras, Gonçal Mayos, Daniel Innerarity, Yanko Moyano y
Francesco Petrone, Barcelona: Icaria Editorial, 2023, 270p, ISBN: 978-84-18826-75-7. EAN 9788418826757. Véase en los posts: - LA
ESPECIE TECNOLÓGICA, POLÍTICA Y 'PERVERSA' - UN
VACÍO HUMANO COMPENSADO TECNOLÓGICAMENTE PERO NO COLMADO - DISRUPCIÓN
ANTROPOTÉCNICA: MITO DE PROMETEO Y GÉNESIS BÍBLICO - TEOLOGÍA
POLÍTICA Y ASALTO TECNOLÓGICO A LOS CIELOS - AUTOPOIESIS
HUMANA SIN FINAL... NI FIN
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