Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Dec 22, 2022

TECNOPOLÍTICA AL ASALTO. TEOLOGÍA AL BLOQUEO


La amenaza para la hegemonía divina -que era indiscutida hasta la acción de Prometeo y de Eva- se amplía en el episodio de la Torre de Babel. Este tiene una lectura teológico-política más clara ya que remite a un gran movimiento colectivo de la humanidad, la cual se exhorta a sí misma a construir “una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo”. 

Ante ese gesto humano, la reflexión divina es de preocupación pues teme que (Gén 11:1-9) "es sólo el comienzo de las obras humanas, y todo lo que [,en adelante, los humanos] se propongan lo podrán conseguir".

Por eso la estrategia divina de confundir las lenguas va dirigida a colapsar la comunicación humana, a obligar a la humanidad a dispersarse y a evitar que pueda colaborar en un único y gran proyecto tecnológico que, además, también es revolucionario en lo teológico y en lo político. Más aún que la intervención prometeica o la rebeldía de Eva, la Torre de Babel es la muestra más clara de la voluntad de poder humana que, revolucionariamente, quiere concluir la era de los dioses, instaurando la edad tecnopolítica de los hombres.

En este artículo, nos interesa especialmente que la Torre de Babel es un gesto inseparablemente tecnológico, teológico, político y simbólico; pues es una gran construcción sólo posible con un esfuerzo técnico enorme, quiere escalar los cielos como parte de un ambicioso proyecto colectivo a mayor gloria de la voluntad de poder humana. Ciertamente, para los que se sienten amenazados en su hegemonía, la Torre de Babel es un terrible pecado de orgullo y de hybris; pero, para el zoon politikon y tejnon que son los humanos, funciona como un momento fundacional para la nueva condición humana, pues desata manifiestamente su ambición teológica, política y tecnológica.

En la Torre de Babel se manifiestan claramente las características de la soberanía que destaca Carl Schmitt (1998), pues puede romper el orden preexistente, abrir un 'estado de excepción' y una nueva de la partición política y teológica entre 'nosotros y ellos', determinando quienes son 'amigos’ y quienes ‘enemigos'. La lectura que hace la mitología y la religión no es errónea pues es inseparablemente un acto muy significativo de autoafirmación del nosotros y de amenaza a 'ellos', a los dominadores del cielo, a los antiguos dioses. La construcción de la Torre de Babel es un signo de rebeldía y de voluntad de poder en contra de la tradicional sumisión humana a los dioses, cuyo territorio se quiere 'invadir', a la vez que se les define como 'enemigos', 'antagonistas' y 'otros que nosotros'.


Por tanto, es el inicio simbólico de una larga guerra desacralizadora y desencantadora del mundo que debe culminar con 'la muerte de dios' y de todos los ídolos asociados (Mayos, 2021) a manos de la especie antropotécnica y política. Quiere ser el gesto fundacional -inseparablemente teológico, tecnológico y político- de un nuevo eón cósmico: la era de dominio humano, antropocéntrica y antropomórfica. Así mucho antes del moderno capitalismo, donde Max Weber ve confirmarse esa tendencia, la idea mitológica del robo a los dioses de la sabiduría tecnológica y del fuego simboliza el dominio futuro del nuevo ser 'mixto' y tecnoanimal en que se han convertido los humanos.

Como también explicita el relato del Protágoras platónico, la dotación prometeica y tecnológica de los humanos viene complementada por su naturaleza 'hipersocial' (Wilson, 2012) y política, ya que la ruptura humana de las determinaciones animales fijas se produce, además de por el robo del fuego y la sabiduría técnica, por el desarrollo de una existencia política (del griego pólis), ciudadana y que presupone el nomos y la justicia. Así lo podemos ver en la segunda parte del mito de Prometeo, donde Zeus -que lo ha castigado duramente- complementa su tarea de salvar la humanidad de la extinción otorgándole el ser político (zoon politikon).

Efectivamente, la humanidad no es una especie animal como las demás tanto por el hecho técnico como por la condición política y de cuidado (muy bien reivindicada por el feminismo). Así la especie olvidada por Epimeteo -que ha quedado desnuda, vacía y carente de cualquier don- rompe compensatoriamente el orden cósmico accediendo a un doble poder -tecnológico y político- que conjuntamente amenaza la hegemonía de los dioses, como vemos en la Torre de Babel. A medida que va desarrollando esos poderes, la humanidad seculariza y domina totalmente el mundo, en una auténtica revolución antiteológica, política y antropotécnica.

Por su peculiar filogénesis biológica, el homo sapiens se ha convertido en una especie mixta animal, cultural, tecnológica y política. Además, esa 'segunda naturaleza' evoluciona mucho más rápidamente que la genético-biológica, a la que actualmente incluso está modificando gracias a las nuevas tecnologías médicas y transhumanistas. Pues bien, aunque pueda sorprender, ya los clásicos del politeísmo y del monoteísmo, intuyen esa ruptura humana respecto a la evolución biológica similar al resto de animales. Aunque no pueden captar todas sus consecuencias, perciben que la especificidad humana subversora del orden animal tradicional arraiga en su capacidad técnica y político-social.

Así lo podemos ver, paradigmáticamente, en la concepción bíblica de la Torre de Babel, la cual sólo es pensable a partir de dos condiciones rompedoras de la humanidad: Por un lado, la gran capacidad tecnológica que permite dominar y aprovechar en interés propio las leyes de la naturaleza. Por otro lado, la capacidad sociocultural para coordinar y movilizar a grandes masas humanas en dirección hacia un proyecto conjunto.


Se nos puede argumentar que la Torre de Babel es tan sólo un mito, simbólico y no plenamente real; pero en la historia existen muchos ejemplos similares, reales y bien atestados de proyectos que han unido a varias generaciones humanas y a enormes poblaciones. Estamos pensando por ejemplos en las pirámides de Egipto, pero también de los Mayas y de los Aztecas; en el sistema Inca de caminos de montaña y en las carreteras romanas; en la Muralla china y en las ciudades mesopotámicas o del Imperio Khmer. Son obras humanas que sin duda requieren muchos conocimientos técnicos, pero también mecanismos humanos lingüísticos, organizativos y políticos capaces de coordinar a mucha gente, durante mucho tiempo y hacia un objetivo común.

Por eso en el Génesis (11, 1-9), el castigo de Dios -porque los humanos se olvidaban de él, lo desafiaban y sólo se preocupaban de su voluntad de poder- fue bloquear el proyecto colectivo multiplicando las lenguas. Notemos que eso no impidió tanto la tecnología e incluso su progreso (que continuaron en todas partes), como sobre todo la coordinación de toda la humanidad existente para usar esa tecnología en un desafiante objetivo único y común. Puede parecer una formulación provocativa, pero cuesta encontrar un proyecto que uniera a toda la humanidad como en aquel momento lo hizo la Torre de Babel.

Ahora bien, tras el efectivo castigo divino, la humanidad había perdido la capacidad de coordinarse toda ella, ya no podía entenderse, no podía coordinarse efectivamente para usar la tecnología hacia un objetivo común y -sin esa- posibilidad tuvo que dispersarse. Visto así, el castigo de Babel ataca sobre todo la capacidad social, cooperativa, coordinativa y política de la humanidad, en una versión divina del divide et impera. Y según dice la Biblia, inmediatamente se abandonó la construcción de la Torre.

Similarmente, también en el Protágoras de Platón (321d-322c) se enlaza el robo prometeico de la sabiduría técnica y del fuego, con la capacidad de usarlos política, conjunta y efectivamente hacia proyectos compartidos por grandes poblaciones. Así (Protágoras 322a-b), a pesar de que el hombre podía articular “con conocimiento, la voz y los nombres, e inventó sus casas, vestidos, calzados, coberturas y alimentos [...] habitaban los humanos en dispersión, y no existían ciudades. Así que se veían destruidos por las fieras [...] Ya intentaban reunirse y ponerse a salvo con la fundación de ciudades. Pero cuando se reunían, se atacaban unos a otros, al no poseer la ciencia política; de modo que de nuevo se desperdigaban y perecían”.

Como vemos existe un sutil y profundo acuerdo en las tradiciones analizadas: en que la capacidad tecnológica humana queda muy limitada en su alcance y poder (que desafía a los dioses, recordemos) sin la capacidad de coordinación hipersocial, lingüística, cultural y política. Por eso, la especie mixta que es la humanidad precisa a la vez la tecnología y la política, el conocimiento para dominar las fuerzas naturales y la capacidad hipersocial para que ese dominio pueda ser utilizado coordinadamente por grandes poblaciones organizadas.


Por eso, Protágoras destaca la capacitación política tanto o más que la tecnológica. Afirma que en esta última puede haber especialización en un número pequeño de personas, ya que “uno solo que domine la medicina vale para muchos” (Protágoras, 322c). Pero, para evitar la dispersión y discordia humanas, "el sentido moral y la justicia" (Protágoras, 322c-d) deben ser repartidos a todos los humanos de manera equitativa "pues no habría ciudades, si sólo algunos de ellos participaran, como en el resto de conocimientos” (Protágoras, 322d). Por eso, Zeus impone una ley draconiana de las suyas: “que al incapaz de participar del honor y la justicia lo eliminen como una enfermedad de la ciudad (Protágoras, 322d).

Como vemos, incluso permaneciendo mortales (que es algo que significativamente prometen superar las tecnologías posthumanistas), los humanos rompen con el resto de animales básicamente por dos grandes motivos que llenarían la carencia epimeteica de dones instintivos. El primero surge por el robo prometeico de la sabiduría técnica y el fuego. El segundo es la donación por Zeus (Protágoras, 322c) "del sentido moral y de la justicia, para que hubiera orden en las ciudades y ligaduras de philía".

Porque, tecnología, política y sus respectivos saberes actúan conjuntamente para hacer posible la segunda naturaleza tecnocultural de la humanidad, la cual complementa protésicamente los instintos codificados genéticamente, abriendo un amplio abanico de nuevas posibilidades morales, de nomos, en leyes e instituciones que deben compartir todos los que conviven juntos y comparten proyectos (y que no son sólo grandes construcciones como la Torre de Babel).

Cómo vemos, las ciudades (inseparablemente urbes i civitas) y los estados son una especie de leviatán a la vez político y tecnológico, ya que sólo ellos son capaces de coordinar grandes proyectos colectivos. Pueden construir murallas -que protegen de la naturaleza y de las fieras- pero también grandes templos, palacios, plazas públicas y mercados en los que se desarrollan tanto las artes, los oficios y el comercio, así como la ciudadanía y la política. 

Por eso, sólo colectivamente y en la ciudad, la humanidad deviene plenamente la especie mixta y cultural que es -a la vez- el animal capaz de hablar, crear, construir y organizar políticamente. Que es a la vez zoon logon, tejnon y politikon y homo sapiens, faber, oeconomicus y tecnologicus.


A partir del articulo “La especie tecnológica, política y ‘perversa’“ de Gonçal Mayos (pp. 169-193) en Robótica, ética y política. El impacto de la superinteligencia en el mundo de las personas. Norbert Bilbeny (ed.), con Carles Sierra, Javier Tejada, Norbert Bilbeny, Marcel Cano, Carme Torras, Gonçal Mayos, Daniel Innerarity, Yanko Moyano y Francesco Petrone, Barcelona: Icaria Editorial, 2023, 270p, ISBN: 978-84-18826-75-7. EAN 9788418826757. Véase en los posts: - LA ESPECIE TECNOLÓGICA, POLÍTICA Y 'PERVERSA' - UN VACÍO HUMANO COMPENSADO TECNOLÓGICAMENTE PERO NO COLMADO - DISRUPCIÓN ANTROPOTÉCNICA: MITO DE PROMETEO Y GÉNESIS BÍBLICO - TEOLOGÍA POLÍTICA Y ASALTO TECNOLÓGICO A LOS CIELOS - AUTOPOIESIS HUMANA SIN FINAL... NI FIN


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