Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Dec 22, 2022

DISRUPCIÓN ANTROPOTÉCNICA EN EL PROMETEO, EL GÉNESIS Y LA TORRE DE BABEL

 

Como castigo por haber entregado el fuego y la técnica a los humanos, Zeus encadenó Prometeo, condenándole a que un águila le devorara cada mañana el hígado que le había ido creciendo durante la noche. Sorprende la dureza del castigo, sobre todo teniendo en cuenta que Prometeo tiene una intención altruista, benefactora y necesaria para la supervivencia de los humanos. 

Pero, el mito adopta la perspectiva indignada de los dioses por el ‘robo’ por encima del agradecimiento de los humanos; por eso tampoco actúa como eximente que Prometeo se vea impulsado a ese crimen para enmendar el error previo de su hermano, Epimeteo, quien, al repartir los dones a las diversas especies, olvidó dotar a la especie humana. 

Prometeo quiere salvar a la humanidad que, entonces, se había quedado sin ningún don ni habilidad e indefensa ante las demás especies, desprotegida, desnuda y condenada a la muerte.

En esa tesitura, Prometeo, roba ciertamente dos dones exteriores a la ontología orgánico-animal, que hasta entonces eran poseídos en exclusiva por los dioses y que tenían un fondo tecnológico común: el fuego como potencia transformadora y principal mecanismo que despliega la energía contenida en ciertos materiales, y la sabiduría capaz de dominar técnicamente las fuerzas naturales y ponerlas como medios al servicio de cualquier fin (lo que llamamos razón instrumental).

¿Por qué un acto que evitaba condenar a la muerte a toda una especie provocó la terrible condena de Zeus? Pues porque es un acto transgresor del orden cósmico, amenaza la hegemonía de los dioses olímpicos y crea una naturaleza 'monstruosa', supranimal, cultural, tecnológica y, en cierta medida, divina. La condición humana pasaba así de ser radicalmente carente, a abrirse a la poderosa evolución técnica y cultural. El déficit en esa primera naturaleza humana era compensado ​​por prótesis tecno-culturales que, además, se abrían a progresos potencialmente infinitos.

Ahora, la humanidad había adquirido una condición antropotécnica, mezcla 'monstruosa' de animal y dios, físico-biológica y tecno-cultural, que acelera disruptivamente la capacidad 'autopoiética' que Maturana y Varela (1993) consideran esencial para la vida. A partir de entonces, como sostenían desde Pico de la Mirandola a Ernest Gelhen, el humano ya no estaba limitado a permanecer -como el resto de especies- en un lugar concreto y en una naturaleza determinada de la cadena del ser (Lovejoy, 1983), sino que podía recorrerla, transformar sus distintos niveles para que le sean habitables y colonizables, para constituirse en varios tipos de seres mixtos o cyborgs (Haraway, 2016) e, incluso, para que los individuos se conviertan en 'nómadas' puedan escoger rasgos decisivos de la identidad personal (Butler, 2017).

Algo de eso que escandaliza en la segunda década del segundo milenio, ya era apocalípticamente intuido por las mitologías y religiones del ‘tiempo-eje’ que, según Karl Jaspers (1965), agrupa los valores y grandes sistemas éticos de la humanidad. Ejemplifican el miedo, la desconfianza y la condena por la disrupción del orden cósmico divino y 'natural' que perciben tras el potencial tecnológico del homo faber. Pues, Zeus que había destronado a Cronos y derrotado a los Titanes (a los que tortura con la misma brutalidad que a Prometeo), teme que algún día la nueva condición tecno-cultural de los humanos pudiera destronarle a él y a los dioses olímpicos.


De ahí su enorme crueldad, pues Zeus no sólo castiga un robo que 'salva' una especie damnificada, sino también el peligro que eso representa a largo plazo para la hegemonía de los dioses. Teme que la condición humana resultante inaugure potencialmente lo que podemos llamar la era antropotécnica o el Antropoceno. Es el eón dominado por seres mixtos entre animales y dioses tecno-culturales; capaces de crear herramientas cada vez más complejas e, incluso, criaturas que se replican a sí mismas y se anticipan a sus deseos. Una era donde esos seres de nuevo y mostrenco cuño escalan los cielos y se convertirán en más poderosos que los dioses.

Como vemos, el mito prometeico tiene un fondo similar al bíblico de la Torre de Babel. Más allá del ‘robo’ prometeico, se teme la nueva condición técnica, cultural e incluso política de los humanos les permita escalar los cielos y negarse a servir la divinidad, 'como los ángeles caídos' de John Milton. En el relato bíblico del Génesis hay dos momentos similares. En primer lugar, la tentación diabólica de la serpiente y la rebeldía humana pone en entredicho el privilegio divino otorgado en el Edén (Gen. 1: 28- 30): “Y los bendijo Dios y díjoles: Procread y multiplicaos, y henchid la tierra, y sojuzgarla, y dominad en los peces del mar, y en las aves del cielo, y en todo animal que se mueva sobre la tierra”.

Recordemos que Adán y Eva rompen esa situación edénica por ser tentados a divinizarse comiendo del árbol prohibido del 'conocimiento del bien y del mal' (Génesis 2, 16-17), porque, como dice la serpiente diabólica, si coméis del fruto del árbol del conocimiento 'os haréis como Dios' (Gen. 3, 5). Aunque hay intérpretes que consideran el sentido último de esa prohibición una mera prueba de la obediencia humana a los preceptos divinos, también pude indicar un cierto miedo al poder que aquellos frutos pueden otorgar a la humanidad o, al menos, un episodio de rebeldía similar al de Prometeo, incluso cometido directamente por los humanos.

Y el resultado es también similar: la humanidad adquiere entonces un ser mixto y especial ya que, no sólo ha dicho 'no' al precepto divino, sino que además han adquirido un cierto conocimiento cuasidivino, que no le correspondía y que le hace perder su estatus anterior: la inocencia, el no tener que trabajar, el parir sin dolor, etc. En ese cambio pecaminoso y vinculado con la rebeldía, la técnica también está explícitamente presente ya que, al desaparecer la inocencia, Adán y Eva descubren que van desnudos y empiezan a tapar su cuerpo con creaciones técnicas artificiales, tejiendo hojas de higuera (Gen. 3, 7). Nunca antes se menciona ninguna actividad técnica en el Edén.

Como Prometeo, a resultas de su 'crimen', Eva y con ella las mujeres reciben un castigo muy cruel: “Multiplicaré e incrementaré las molestias de tu gravidez, parirás hijos con dolor, y tu propensión te inclinará a tu marido, el cual mandará sobre ti” (Gen. 3, 16). Yahvé también condena duramente a Adán: “maldita será la tierra por tu causa, con fatigas te alimentarás de ella todos los días de tu vida, [...] comerás hierba del campo y con sudor de tu frente comerás pan”.

Como vemos, la humanidad pierde su inicial naturaleza edénica, pura, inocente, espiritual, contemplativa, coincidente con los deseos divinos, etc. para pasar a tener otra muy distinta que es consecuencia del castigo divino y del acto criminal de haber comido del fruto del árbol prohibido. Así, los humanos ya no responden plenamente al plan inicial que Dios les había otorgado, sino que adquieren otra condición opuesta, de resultas de crimen constituyente que hemos analizado.


Aquí las narraciones clásicas oscilan entre destacar la intrínseca rebeldía humana (de Eva, pero también de Adán), o bien la interposición de la serpiente diabólica o de la dupla Epimeteo-Prometeo. Pero todas coinciden en que la ruptura y la nueva condición humana está esencialmente vinculada ¡incluso subordinada! a la tecnología, al trabajo, al esfuerzo productivo o reproductivo, al sudor, al fuego, a la agricultura, a la vergüenza hacia la propia situación anterior desnuda e inocente... 

En los relatos se percibe la valoración coincidente de que ha sido un salto grave, doloroso, trágico y pecaminoso, el cual se vincula a la específica y peligrosa astucia humana, Eso es claro si analizamos la etimología de 'mecánico', pues el término jónico ‘mechanomai’ significaba maquinar, urdir o tramar alguna astucia o trampa (por ejemplo, algún tipo de arma). 

Similarmente en la narración bíblica no es descartable que bajo la fórmula del 'conocimiento del bien y del mal' se incluya a la razón instrumental, perfectamente capaz de instrumentalizar astutamente unos determinados medios con vistas a obtener determinados fines e intereses.

Por eso, la expulsión del Jardín del Edén va acompañada de una muy significativa condenación divina del salto onto-epistemológico vivido por la humanidad que indica preocupación (algo más sorprendente en un dios monoteísta omnipotente que en el politeísmo griego, donde incluso los dioses son sometidos a las moiras y el destino). Así en el Génesis (3: 22, el subrayado es nuestro) Yahveh dice: “aquí tenéis al hombre convertido en uno de nosotros, discernidor del bien y del mal. Ahora, pues, que no vaya a tender la mano y tome también del árbol de la vida, coma de él y viva eternamente.” 

El texto reconoce pues que la humanidad ha realizado ya su salto cognitivo y vinculado al trabajo y esfuerzo técnico (que por tanto no se limita a cuestiones morales). Además se vincula a otro salto ontológico-vital que se presenta como de similar calibre: pasar de mortal a inmortal.

En el relato bíblico, el haber comido del árbol del bien y del mal tiene como consecuencia esencial que los humanos se apartan rebeldemente del camino que les ha trazado Yahveh, se emancipan y por tanto van más allá de los poderes delegados (en la inicial donación gratuita divina), sino que ahora disponen de poderes autoconstituidos y, por tanto, autoconstituyentes, que les permite iniciar un proceso tecnológico, pero también antropotécnico y autopoiético, sin límites. Por tanto, potencialmente los humanos se han convertido en capaces de desafiar a las jerarquías divinas... algún día… por lejano que sea.

Es cierto que -tanto en el mito de Prometeo como en el Génesis- de momento la humanidad no ha cruzado la frontera de la inmortalidad, pero sólo en tanto que individuos concretos; porque -en tanto que especie ahora cultural que le permite transmitir sus inventos tecnológicos a través de las generaciones- potencialmente se convierte en eterna y abierta a darse algún tipo de ser inmortal (como sueñan los trans y posthumanistas).

Por tanto, si la humanidad no se autodestruye a sí misma ni sufre castigos divinos adicionales: como en la Torre de Babel (que retrasa el progreso técnico, pero no lo impide totalmente), es indiscutible el potencial autodivinizador de la humanidad. Pues, con el salto antropotécnico sufrido, la humanidad ha tomado una nueva forma mixta de dominio sobre la naturaleza, que va más allá del primer mandato (Gen. 1: 28- 30) del “Procread y multiplicaos”.

Ahora, ciertamente, todo será más doloroso y trabajoso, pero a la vez la humanidad ha adquirido un esforzado poder constituyente y una autopoiesis más torturada y poderosa que el resto de los animales. Por tanto, potencialmente, se convierte en el 'dios en la Tierra' (como Hobbes define al Leviatán como gran construcción 'monstruosa' de los humanos), precisamente por su ser dual, que rompe con el orden cósmico previo y le emancipa de su papel como criatura subordinada. 

La recien adquirida capacidad antropotécnica de la humanidad le permite hacer cosas maravillosas o aún más monstruosas, en contra de la naturaleza. Por ejemplo, puede crear metaherramientas o robots inteligentes que crean otras herramientas y robots sucesivamente, hasta tal vez transformar la condición humana de mucho más radical de lo que se ha producido hasta hoy.

Éste parece ser el mensaje simbólico a largo plazo del gesto revolucionario de Prometeo, de Eva o de la Torre de Babel. Como dijo el astronauta Neil Armstrong al pisar la luna: es un salto enorme y ontológico para la especie, si bien está formado por un gran número de pequeños saltos ónticos realizados por los hombres concretos

Robado el poder cognitivo, tecnológico, político y autoconstitutivo, la humanidad lo irá desplegando dolorosa y esforzadamente a lo largo de la historia, construyendo la propia hegemonía desacralizada, industrial y digital; hasta potencialmente acabar con la era de los dioses y quizás también de lo que hasta ahora hemos entendido como humano.


A partir del articulo “La especie tecnológica, política y ‘perversa’“ de Gonçal Mayos (pp. 169-193) en Robótica, ética y política. El impacto de la superinteligencia en el mundo de las personas. Norbert Bilbeny (ed.), con Carles Sierra, Javier Tejada, Norbert Bilbeny, Marcel Cano, Carme Torras, Gonçal Mayos, Daniel Innerarity, Yanko Moyano y Francesco Petrone, Barcelona: Icaria Editorial, 2023, 270p, ISBN: 978-84-18826-75-7. EAN 9788418826757. Véase en los posts: - LA ESPECIE TECNOLÓGICA, POLÍTICA Y 'PERVERSA' - UN VACÍO HUMANO COMPENSADO TECNOLÓGICAMENTE PERO NO COLMADO - DISRUPCIÓN ANTROPOTÉCNICA: MITO DE PROMETEO Y GÉNESIS BÍBLICO - TEOLOGÍA POLÍTICA Y ASALTO TECNOLÓGICO A LOS CIELOS - AUTOPOIESIS HUMANA SIN FINAL... NI FIN


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