Otro elemento transversalmente compartido por populismos de derecha e izquierda en las políticas del desconcierto, es aspirar a ejercer un significativo poder constituyente.
Es decir, proclaman su voluntad de transformar profundamente al ejercicio concreto de la política, de superar los hábitos y formalidades políticos heredados, de subvertir las prácticas habituales y de revitalizar las instituciones ineficaces.
Sus éxitos electorales se basan en que mucha gente ve la causa de sus malestares actuales en esas inercias políticas. Que se reforme efectivamente lo que llamamos “poder constituido” es –una vez más- otra cuestión. Pero el cambio de votos parece contemplar y apostar por esa posibilidad.
Como insiste Ernesto Laclau (2005), el populismo es una tendencia permanente en la política que aparece y se impone cuando fracasa ostensiblemente la política tradicional.
Es una tendencia constituyente que se impone cuando una gran mayoría de la ciudadanía muestra su desafección con respecto a las élites hegemónicas y a las instituciones desgastadas (Vallespín y Martínez-Bascuñán 2017:26) como sucede hoy con la crisis post2008 i la imposición generalizada del pensamiento único neoliberal.
En tales casos, el populismo lidera un proceso “destituyente” de esas élites e instituciones, en favor de “instituir” otras de alternativas y así hacer frente a los nuevos retos histórico-políticos.
Es una tendencia constituyente que se impone cuando una gran mayoría de la ciudadanía muestra su desafección con respecto a las élites hegemónicas y a las instituciones desgastadas (Vallespín y Martínez-Bascuñán 2017:26) como sucede hoy con la crisis post2008 i la imposición generalizada del pensamiento único neoliberal.
En tales casos, el populismo lidera un proceso “destituyente” de esas élites e instituciones, en favor de “instituir” otras de alternativas y así hacer frente a los nuevos retos histórico-políticos.
Ello nos lleva a otra característica de los populismos actuales y es que asumen un discurso a la vez revolucionario y posibilista. Pues en lugar de plantear una revolución completa de la sociedad y del modo de producción, se concentran en algún cambio que la gente percibe como urgente y muy relevante.
Esta característica populista suele desconcertar a partidos asociados al marxismo; los cuales sufren las consecuencias de que, o bien sus propuestas revolucionarias han sido relegadas una y otra vez, o bien cuando se han pretendido llevar a la práctica no han cumplido con las expectativas o han sido pronto revertidas (por los mismos partidos o por un cambio de régimen más o menos forzado).
Esta característica populista suele desconcertar a partidos asociados al marxismo; los cuales sufren las consecuencias de que, o bien sus propuestas revolucionarias han sido relegadas una y otra vez, o bien cuando se han pretendido llevar a la práctica no han cumplido con las expectativas o han sido pronto revertidas (por los mismos partidos o por un cambio de régimen más o menos forzado).
El resultado es que gran parte de la población que desea un cambio profundo e incluso revolucionario, se contenta hoy con propuestas no totales, pero que se perciben como significativas y factibles. Dentro de esas medidas percibidas como suficientemente “revolucionarias” y “constituyentes” suelen incluirse en primer lugar un cambio significativo de las élites gobernantes.
Los populismos suelen ser alimentados por élites relativamente marginales al sistema que denuncian la inoperancia de las dominantes y proponen sustituirlas. Aunque puedan haber estado relativamente cerca de los poderes tradicionales, tanto Trump como Bolsonaro, Le Pen o Vox se presentan como enemigos acérrimos de éstos y dispuestos a substituirlos de manera espectacular.
Los populismos suelen ser alimentados por élites relativamente marginales al sistema que denuncian la inoperancia de las dominantes y proponen sustituirlas. Aunque puedan haber estado relativamente cerca de los poderes tradicionales, tanto Trump como Bolsonaro, Le Pen o Vox se presentan como enemigos acérrimos de éstos y dispuestos a substituirlos de manera espectacular.
Veremos cómo reaccionan esos grupos que esperan cambios radicales, si éstos se quedan en meramente cosméticos, si no tienen un gran impacto en sus vidas o si -como se dice- termina encumbrando a “los mismos perros con otros collares”.
Pero para entonces el sistema de partidos y probablemente muchas prácticas políticas habrán sufrido una decisiva transformación. La situación real de la gente podría no cambiar profundamente, pero sin duda lo harán las élites y supraestructuras institucionales.
Por ello muy probablemente, las actuales “políticas del desconcierto” y los populismos habrán dado lugar a un nuevo régimen político-institucional.
Pero para entonces el sistema de partidos y probablemente muchas prácticas políticas habrán sufrido una decisiva transformación. La situación real de la gente podría no cambiar profundamente, pero sin duda lo harán las élites y supraestructuras institucionales.
Por ello muy probablemente, las actuales “políticas del desconcierto” y los populismos habrán dado lugar a un nuevo régimen político-institucional.
Del artículo “Crisis
Neoliberal, Políticas Del Desconcierto y Autoritarismos Populistas” de Gonçal
Mayos en la revista Clivatge. Estudis i
testimonis sobre el conflicte i el canvi socials, núm. 8, 2020.8.5, pp.
194-237. ISSN en línea: 2014-6590, DOI: 10.1344
Veánse los posts:
No comments:
Post a Comment