En el 2008 la crisis financiera mundial provoca la quiebra de instituciones tan emblemáticas como la compañía Blackstone o el famoso banco de inversión Lehman Brothers. Fue necesario el rescate con costes enormes de prácticamente todo el sector bancario y de seguros norteamericano y europeo. En medio de esta gran crisis surgieron muchas propuestas de “reforma del capitalismo” neoliberal.
Se produce, además, un enorme desconcierto político asociado a la mala resolución de las crisis económicas y a los malestares acumulados por gran parte de la población que se siente menospreciada y abandonada por las instituciones, provocando desafección y anomía social.
En medio de todo esto, muchas de las alternativas propuestas por los movimientos populistas son políticas instituyentes y destituyentes que nadie sabe qué consecuencias tendrán a largo plazo.
Este va a ser el eje que guía la reflexión y el análisis de este artículo. Introduzcamos primero un conciso relato del marco general que nos lleva hasta hoy. La desregularización económico-financiera neoliberal, el especulativo “capitalismo de casino”, el "consenso de Washington" y la "era de la austeridad" están en la base en una ya larga serie de crisis económicas enlazadas.
El primer aviso fue el estallido de la "burbuja.com" que afecta a las empresas tecnológicas digitales y vinculadas a Internet a partir de Marzo del 2000 y sólo se recupera con más prudencia a partir de finales del 2003. Ahora bien, a partir de la gran crisis hipotecaria “subprime” del 2007 se generala la desconfianza en el crédito produciendo quizás la serie negativa más grave y generalizada desde el Crac de 1929.
En el 2008 la crisis financiera mundial provoca la quiebra de instituciones tan emblemáticas como la compañía Blackstone o el famoso banco de inversión Lehman Brothers. Sobre todo fue necesario el rescate con costes enormes de prácticamente todo el sector bancario y de seguros norteamericano y europeo. Al final, nadie pudo o no quiso evitar la cruel dinámica de privatizar los éxitos y beneficios, pero nacionalizar y cargar al erario público los fracasos y pérdidas generados –precisamente- por la avaricia en la búsqueda a toda costa de aquellos beneficios privados.
En medio de esta gran crisis surgieron muchas propuestas de “reforma del capitalismo” neoliberal en expresión del presidente francés Nicolás Sarkozy. En concreto se trataba de revertir la principal causa de esa serie de burbujas especulativas y de sus consecuentes crisis que fue la eliminación de los controles y regulaciones creados de resultas del Crac de 1929 para evitar su futura reedición. Ahora bien, cuando el pánico económico cesó y la inyección de dinero público salvó las empresas y la economía, se olvidaron acelerada e incomprensiblemente las propuestas de reforma en profundidad.
Se continuó e incluso profundizó en un proceso de larga duración neoliberal que había comenzado –recordémoslo- como suavización del keynesianismo posterior a la Segunda Guerra Mundial ante la ralentización del crecimiento económico a partir de la crisis del petroleo de 1973. Ese mismo año se inició el “experimento” económico chileno postAllende inspirado en la Escuela de Chicago de Hayek y Friedmann que, a pesar de las penurias sufridas por la población, fue considerado un éxito.
Ello impulsó las políticas neoliberales de desmontaje del Estado del bienestar y de desregularización económico-financiera llevadas a cabo por los presidentes de la Gran Bretaña y los Estados Unidos, Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
En el contexto social, económico y político favorable a Occidente por la caída del “socialismo real” de la URSS, pero también por la más callada y pragmática evolución económica de la China de Deng Xiaoping, también fueron consideradas un éxito. Incluso y a pesar de las muchas críticas, se hicieron de ellas una política generalizada y radical que se globalizó a través del llamado “Consenso e Washington” en los años 1990 (Williamson).
En el contexto social, económico y político favorable a Occidente por la caída del “socialismo real” de la URSS, pero también por la más callada y pragmática evolución económica de la China de Deng Xiaoping, también fueron consideradas un éxito. Incluso y a pesar de las muchas críticas, se hicieron de ellas una política generalizada y radical que se globalizó a través del llamado “Consenso e Washington” en los años 1990 (Williamson).
Como hemos sintetizado, todo ello provocó distintas “burbujas” especulativas que llevaron a la Gran crisis 2007-2009 que ha iniciado nuestro relato y –como consecuencia- a las “políticas del desconcierto” (Mayos, 2020 y 2018b) y a dos oleadas populistas –que analizaremos más adelante-.
El desconcierto político está asociado a la mala resolución de las crisis económicas y a los malestares acumulados por gran parte de la población que se siente menospreciada y abandonada por las instituciones, provocando desafección y anomía social.
El desconcierto político está asociado a la mala resolución de las crisis económicas y a los malestares acumulados por gran parte de la población que se siente menospreciada y abandonada por las instituciones, provocando desafección y anomía social.
A inicios de la segunda década del siglo XXI, capas importantes de la sociedad viven momentos de angustia y desorientación. Están faltos de guías y de referentes creíbles, pues tampoco se ha actualizado adecuadamente el concierto teórico-práctico de gobernanza global del “Consenso de Washington”. Además, éste es profundamente atacado sobre todo por los populismos de izquierda y derecha, mientras que los partidos más tradicionales no consiguen mostrar el valor de mantenerlo y parecen superados por los acontecimientos.
Ahora bien, muchas de las alternativas propuestas por los movimientos populistas son políticas instituyentes y destituyentes que nadie sabe qué consecuencias tendrán a largo plazo. Por otra parte, el contexto social y laboral incorpora nuevos interrogantes.
A la fuerte competencia internacional económico-tecnológica por la turboglobalización se suma la llegada de una nueva revolución basada en la inteligencia artificial y la robótica que amenaza generar un paro estructural a nivel mundial totalmente inédito hasta ahora (Rifkin: 1996; Mason: 2016). Por ello se han desarrollado acuciantes debates sobre posibles fórmulas de “renta básica universal”, pero sin llegar al más mínimo consenso.
A la fuerte competencia internacional económico-tecnológica por la turboglobalización se suma la llegada de una nueva revolución basada en la inteligencia artificial y la robótica que amenaza generar un paro estructural a nivel mundial totalmente inédito hasta ahora (Rifkin: 1996; Mason: 2016). Por ello se han desarrollado acuciantes debates sobre posibles fórmulas de “renta básica universal”, pero sin llegar al más mínimo consenso.
Del artículo “Crisis
Neoliberal, Políticas Del Desconcierto y Autoritarismos Populistas” de Gonçal
Mayos en la revista Clivatge. Estudis i
testimonis sobre el conflicte i el canvi socials, núm. 8, 2020.8.5, pp.
194-237. ISSN en línea: 2014-6590, DOI: 10.1344
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