Otra característica que comparten hoy los populismos de izquierda y de derecha es que han identificado la situación de larga crisis posterior a los cracs económicos del 2007-2009 como una situación propicia para llevar a cabo los cambios que desean.
Han percibido –mucho más agudamente que los partidos tradicionales- el profundo descontento de la población y por tanto la mejor oportunidad en décadas para grandes cambios políticos.
Han percibido –mucho más agudamente que los partidos tradicionales- el profundo descontento de la población y por tanto la mejor oportunidad en décadas para grandes cambios políticos.
Al menos desde inicios de los 1990 con la caída de la URSS y la evolución del Partido Comunista Chino bajo Deng Xiaoping, no se había abierto una ventana de oportunidad tan clara y generalizada para nuevos partidos, nuevas élites y nuevos proyectos político-sociales.
Seguramente la diversidad ideológica entre los populismos hará que sus consecuencias se muevan en direcciones distintas y no en una única. Ahora bien, ello puede incrementar su impacto sobre la historia, en lugar de reducirlo. En cierto sentido, las “políticas del desconcierto” y los populismos dentro de ellas, han abierto una especie de “tiempo revolucionario” donde se está luchando denodadamente por definir el que será el marco político-social hegemónico en los próximos años.
Sin duda, se definirá tanto dentro de los distintos Estados-nación como en la gobernanza internacional que sustituirá al llamado “Consenso de Washington” (Williamson). Pues debe dar respuesta a la todavía abierta Gran Recesión, a las dolorosas políticas de austeridad y al galopante crecimiento de la desigualdad (en récord histórico desde que tenemos datos fiables, según Piketty). Debe enfrentar también a las consecuencias de la cuarta revolución digital, robótica y de inteligencia artificial, que incluye como gran reto la inevitable reducción en el trabajo masivo (Rifkin, 1995).
Todo ello coincide además con cambios geopolíticos significativos como el ascenso de la China como gran potencia mundial, los esfuerzos de Rusia y Turquía por volver ejercer influencia político-militar global y el sorprendente repliegue aislacionista de los Estados Unidos.
En todo caso, éste parece focalizarse el 2020 en un pequeño grupo de aliados fiables (como el Israel de Benjamín Netanyahu y el Reino Unido de Boris Johnson) y dispuesto a distanciarse de la Unión Europea (que cada vez percibe más como competidora), México e incluso Canadá.
Del artículo “Crisis
Neoliberal, Políticas Del Desconcierto y Autoritarismos Populistas” de Gonçal
Mayos en la revista Clivatge. Estudis i
testimonis sobre el conflicte i el canvi socials, núm. 8, 2020.8.5, pp.
194-237. ISSN en línea: 2014-6590, DOI: 10.1344
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