Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Jul 8, 2020

POLÍTICA HORIZONTAL Y PLURAL ¿MÁS O MENOS?


Como vemos es acuciante resolver los complejos dilemas que plantean los populismos, si bien hay que reconocer que también afectan a los demás agentes políticos en las actuales caóticas “políticas del desconcierto”. 

Ahora bien los populismos –incluso más allá de sus diferencias ideológicas- han tendido a presentarse como movimientos que tienden a horizontalizar y dar pluralidad a la anquilosada vida política tradicional. Una vez más, el problema es hasta qué punto eso es cierto.

Pues –como hemos apuntado- suelen incorporar nuevas capas sociales que se habían apartado de la política. Ahora bien, es preocupante que tiendan a estructurar sus movimientos de forma más informal y con un liderazgo fuerte. Además éste se comunica sin intermediarios directamente con los votantes y recupera la vieja dinámica verticalista: uno activo proyectándose sobre muchos pasivos

Ciertamente se han dado casos -en todos los partidos y no sólo en los populistas- en qué el líder “desconecta” de “su” red social a cualquier interlocutor no obediente. Si bien en cambio, lo bombardea con mensajes adecuadamente “personalizados” de acuerdo con los perfiles que son adquiridos en el mercado, a veces fraudulentamente.

Esos mecanismos que permiten las nuevas tecnologías digitales pueden empoderar y organizar a la gente, pero también subordinarla y convertirla en “clientes” políticos de líderes con pocos escrúpulos (el “ciberleviatán” que temen los liberales Lassalle & Krause (2019)). Por tanto, fácilmente pueden provocar la verticalización carismática de la política más que no su horizontalización democrática

Frente a esas nuevas relaciones directas entre el “líder” y la “masa” pueden tener efectos negativos que hagan añorar los contrapesos liberales y las moderaciones tradicionales como la mediación de los partidos, de los periódicos y medios audiovisuales serios, de las academias y universidades, de los think tanks libres o relativamente autónomos, etc.

Eliminar, reducir o invisibilizar drásticamente esas mediaciones se ha convertido en un importante dilema que se está dirimiendo ahora mismo. No sabemos si agiliza y horizontaliza la política, o provoca todo lo contrario. Pero está claro que las nuevas tecnologías digitales están abriendo ahora mismo posibilidades en esa dirección, completamente impensables hace unos pocos años. 

Suponiendo que los populismos del desconcierto consigan transformar profundamente el sistema político vigente hasta ahora, ¿introducirán mayor pluralidad y democracia en el sistema o las reducirán peligrosamente? ¿Permitirán que las oligarquías económicas (que han salido muy reforzadas de la crisis2007-2009) puedan gobernar y ejercer directamente el poder político como intenta Donald Trump? ¿Podrán prescindir de una clase política profesional que actuaba como mediadora o podrán realizar de forma mucho más directa su propia agenda política particular? ¿Se lo facilitarán las nuevas tecnologías digitales, llevando la política a nuevos clientelismos y liderazgos carismáticos? 

Como hemos apuntado, quizás ello no adquirirá la forma de los fascismos y totalitarismos de 1930, pues hoy son posibles otras soluciones político-tecnológicas. Significativamente en el aceleracionismo anarcocapitalista radical ya hay quien piensa que los presidentes y jefes de Estado deben actuar y ser considerados como una especie de CEO o Chief Executive Officer que gobierna populistamente las masas o a través de una reducida cantidad de Stakeholders sociales.

Pero en todo caso la “nueva política”, surgida tras “el desconcierto” y los populismos, puede tener peligros tan importantes o más que las viejas políticas que creíamos superadas para siempre. Muchos analistas (por ejemplo, Fassin, 2017; Villacañas, 2015) temen que los populismos, después de un efímero éxito y aumento del pluralismo durante lo que llamamos “políticas del desconcierto”, acabarán teniendo un impacto mayoritario que reforzará el establishment neoliberal e incluso reducirá significativamente el pluralismo político. Villacañas (2015: 99) ve una correlación estricta entre la persistencia y radicalización del neoliberalismo y del populismo, pues ambos se retroalimentarían decisivamente.

Evidentemente otros estudiosos (Mouffe, 2018; Mouffe y Errejón, 2015) son mucho más optimistas en las posibilidades de un populismo de izquierda triunfante, precisamente porque facilita la alianza con otros movimientos emancipatorios como el feminismo, el ecologismo y la reivindicación de los subalternizados

También desde la izquierda, Carlos Fernández Liria (2016) o José Luis Villacañas (2015) adoptan una postura intermedia donde los populismos de izquierda ofrecerían una oportunidad histórica que acabaría reforzando las opciones del republicanismo más clásico en su lucha en contra del neoliberalismo. Por eso Fernández Liria elogia la capacidad de la coalición española Podemos para convencer a los indignados del 15M para que asaltaran las instituciones en lugar de mantenerse en una actitud meramente resentida.

Por otra parte, el malogrado Mark Fisher (2009) destacó que el neoliberalismo se había impuesto por encima de cualquier oposición efectiva, hasta el punto que hoy puede prescindir de cualquier legitimación política. Por tanto, parece haberse garantizado la pervivencia sin tener que seducir e incluso sin ofrecer demasiadas contrapartidas a la sociedad. El argumento básico sería del tipo: ¿o el neoliberalismo o el caos?

Del artículo “Crisis Neoliberal, Políticas Del Desconcierto y Autoritarismos Populistas” de Gonçal Mayos en la revista Clivatge. Estudis i testimonis sobre el conflicte i el canvi socials, núm. 8, 2020.8.5, pp. 194-237. ISSN en línea: 2014-6590, DOI: 10.1344

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