Ridiculizan no solo ciertas pretensiosidades vanidosas, sino cualquier humilde y sincero querer saber un poco más. No hace mucho, Valle-Inclán denunciaba certeramente las ‘divinas palabras’ que ensalzaban oscura y astutamente ciertos valores ante las masas incultas. En cambio ahora son los influencers quienes elevan sus 'divinas diatribas' para denigrar cualquier valor y ensalzar la incultura. ¡Proclaman su feliz existencia en una sociedad de la incultura, que les idolatra y en cuyos antivalores se regocijan encantados de haberse conocido!
Ahora bien, no cometeremos aquí el error de considerarlos simplemente necios, queremos buscar en las profundidades de las causas conscientes e inconscientes, de ciertos individuos y de toda una sociedad que puede merecer denominarse 'de la incultura'. Tenemos que entender hasta los últimos mecanismos psicológicos, sociológicos y seguramente políticos que les impulsa a jactarse así, orgullosamente, en público y buscando la máxima audiencia. Queremos ir más allá de los intereses evidentes de buscar la provocación, conseguir titulares fáciles, viralizar la polémica y aprovecharse de las reacciones iradas en contra.
La paradoja es posible en primer lugar porque crecen mucho más las capacidades colectivas de la humanidad para generar información que las de los individuos particulares. Por mucho que nos hayamos formado, nuestras habilidades cerebrales personales están muy limitadas, al igual que el tiempo que les podemos dedicar. En cambio, es enorme la productividad cognitiva conjunta de los más de 8.000 millones de humanos en la Tierra, pues suma los aprendizajes e interacciones de todos con todos... ¡Y aún más si le añadimos los recientes dispositivos de inteligencia artificial!
Cada persona tiene que dormir poco menos de una tercera parte de su tiempo y también necesita espacio para la diversión o relajar la mente. En cambio, la totalidad de la humanidad no descansa nunca y siempre hay unos cuantos miles de millones de personas trabajando y pensando sin cesar. Esa desproporción se ha multiplicado además muchísimo con los recientes y ya muy poderosos avances en inteligencia artificial generativa. Estos no necesitan descansar... ¡nunca jamás!
No obstante, el concreto y limitado cerebro de quien les habla y de los amables lectores, permanece muy similar al primer Homo sapiens. Eso hace que, por mucha educación que tengamos, todos estamos colapsados, al borde del ataque de nervios y tentados por dejarlo todo al sentirnos obsoletos[2] ante un mundo cada vez más exigente, impaciente e intransigente.
Es por esa amenaza de colapso e incluso obsolescencia[2] que todos estamos más cerca de lo que podemos imaginar de la influencer de la sociedad de la incultura. Pues no debemos ver en ella sólo menosprecio gratuito, pues éste es en el fondo un signo humano de colapso, frustración e impotencia. De acuerdo, ella no parece sufrir por ello e incluso se muestra orgullosa y arrogante. Pero reconozcamos que todos disimulamos muy bien las causas detrás de ciertas manifestaciones en parte realistas, provocativas y certeras, pero en parte también agobiadas, cínicas y desesperadas.
Veo detrás de los cantos influencers a la incultura la protesta -que puedo entender- de quien viene a decir: ‘¡De qué vas! ¡Te atreves a examinarme o a juzgarme! ¡A creerte superior! Te diré que lo que tanto valoras en ti, ¡no está en absoluto tan valorado en la sociedad real! A ti, te parece algo importante e incluso imprescindible pero ¡ya ves! ¡Ni la tengo, ni la quiero, ni me importa lo más mínimo! ¡No leo y no pasa nada, incluso tengo más influencia que tú!’
Detrás de las diatribas en contra de libros, de la lectura y de las ideas hay la creciente dificultad de muchos que se sienten superados por el estrés y que ya no pueden concentrarse más allá de unos 10 minutos. Los turbohumanos hemos perdido la tranquilidad y la pausa necesarias para la lectura y la reflexión. Por eso más que atacar los libros, pues inmediatamente se muestra orgullosa de unos de papel couché y excelentes fotos de tendencias, modas y alguna obra de arte, lo que la influencer ataca son poesías, ensayos, novelas y reflexiones que exigen unos mínimos de 'calidad' tanto en las circunstancias disponibles para poder ser gozados, como en la formación que necesariamente presuponen.
Cuando esa situación y formación idóneas no se dan, simplemente resultan inalcanzables para los turbohumanos, sean influencers o no. Entonces no ha de extrañar que la simple entrada en una librería medianamente provista provoque sensación de alteridad, de íntima incomprensión y de profundo desasosiego; pues tan sólo una mil millonésima de esas páginas ya son inalcanzables e incomprensibles. Por eso, más que rechazo profundizado lo que hay es angustía que busca obtener también una cierta coartada crítica, una justificación aunque sea cínica de que eso que me tratas de vender ‘ni lo sé ni me importa’. Como hemos apuntado, remite a una reivindicación de la propia autoestima que obliga a reaccionar diciendo: ¿pretenden avergonzarme? ¡No lo conseguiran! ¡Yo soy así y ellos son unos frikis!
Puedo entender -pues- el enfado, la airada respuesta cínica y las causas nihilistas que he apuntado muy brevemente. Por otra parte, todos intuimos que la proliferación de esas actitudes no le hacen ningún bien a la sociedad. De hecho, sus efectos sobre las democracias son demoledores, pues son actitudes que, naciendo de la división entre la gente, provocan más menosprecio, separación, desconfianza y desconcierto[3] sociales. Incluso van más allá de la muy perceptible desorientación política que reduce la capacidad de la sociedad para ‘concertarse’ como una orquesta para apuntar y obtener objetivos comunes.
Por eso aumenta a gran velocidad la oposición e incomprensión real entre los distintos grupos e individuos. Porque ahora la ignorancia -ya sea nacida de la impotencia o del menosprecio- es un valor que se ensalza, se aplaude, se corea y deviene extrañamente ‘influyente'. Toda la gente lo vé, poco importa si le gusta más o menos, si ridiculiza o menosprecia lo poco que uno ha llegado a aprender, tiene que sufrirlo como un ‘signo de los tiempos’, llevarlo con elegancia y envainarse cualquier frustración o reacción adversa.
Aquí hay que evitar errores habituales como imputar lo que es un hecho muy extendido e incluso intergeneracional en la sociedad de la incultura con el tópico de la crisis de valores en los jóvenes. Puede que ahora se haya hecho más viral, pero en cualquier barra de bar o red virtual hace tiempo que se puede escuchar lo mismo o algo aún más loco.
E insistimos la causa principal no es ninguna necedad, como tampoco lo es el agobio legítimo y el peligrosísimo burn out que surgen ante tantas exigencias sociales, laborales, etc. Para sumarle además la impertinencia de alguien que considera que deberías saber necesarimente lo que él sabe, aunque quizás él no tenga ni idea de muchas cosas que tu sabes muy bien. Eso me parece comprensible en los jóvenes que -en un momento en el que sobre todo se quiere ¡vivir!- están siendo bombardeados contínuamente por padres, madres, profesores, maestros, empleadores, jefes... para que aprendan aceleradamente todo lo que ellos consideran que deben saber ¡aunque ellos mismos propiamente no tienen un conocimiento cabal de ello!
Y eso se puede comprobar porque cuando los jóvenes creen haber encontrado sus valores, los siguen muy entusiasta y valientemente provocando incluso cierto pavor en la gente mayor y ‘de orden’, la cual muy probablemente hizo algo parecido en su adolescencia.
Quiero creer que, tanto en nuestros jóvenes como en la influencer, se mezcla mucho estrés con demasiado menosprecio (lo cual no obstante, hasta cierto punto, resulta comprensible). Eso les hace caer en la paradoja de un chiste que me gusta: el profesor pregunta ¿cual es la diferencia entre desconocimiento e indiferencia? Y el estudiante agobiado y enfadado porqué preveé una mala nota contesta desafiante: ¡no lo sé, ni me importa!
Como habrá apreciado el amable lector, el estudiante no es consciente de que sabe e incluso puede usar esa distinción que menosprecia. Llegados aquí, quizás ¡el gran problema está en las causas que provocan reacciones tan paradojales de orgullosa incultura!
Véase ‘La orgullosa incultura’ de Gonçal Mayos en Culturamas, la revista de información cultural en Internet, Oct. 6, 2025. Ver también 'De la sociedad de la información a la exaltación de la ignorancia: por qué mola presumir de ser un burro' de Noa de la Torre y Patricia Bolinches en El Mundo, 13-10-2025.
[1]
- The Ignorance Society / La sociedad de la
ignorancia / La societat de la ignorància, A. Brey, D. Innerarity
and G. Mayos, INFONOMIA 2009.ee download: www.theignorancesociety.com (english, catalan, and spanish).
[2]
Homo obsoletus. Precariedad y desempoderamiento
en la turboglobalización de G. Mayos, Barcelona: Ed. Lingkua, 2016. - EL
GUARDABOSQUES PREMODERNO - EL MODERNO «JARDINERO» Y SUS HOMÓLOGOS - CAZADORES
DE OPORTUNIDADES: COGNITARIADO, PRECARIADO, EMPRENDEDORES - VERDAD,
HIELO FRÁGIL Y PENDIENTE RESBALADIZA - ¿CIVILIZACIÓN
MÁS ALLÁ DEL LABERINTO DEL DESIERTO?
[3]
“‘Políticas del desconcierto’ y
redefinición democrática. Una síntesis macrofilosófica” de G. Mayos (pp.
156-162) en La ciudadanía y lo político. Ciudadanía y
crisis de la democracia liberal en un mundo en transformación, Joan
Lara Amat (ed.), Lima: Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE)
y Universidad Nacional Mayor San Marcos (UNMSM), 2020. - SENTIDOS DE 'POLÍTICAS DEL DESCONCIERTO', - LUCHAS Y ANTAGONIZACIÓN EN LAS 'POLÍTICAS DEL
DESCONCIERTO', - CAUSAS DE LAS 'POLÍTICAS DEL DESCONCIERTO' Y
POPULISMOS DE IZQUIERDA Y DERECHA, - POPULISMOS DE 'IZQUIERDAS' Y 'DERECHAS':
INTERRELACIÓN, - Video: Populismo, revolución y democracias radical o
iliberal
[4]
Turbohumanos de Gonçal Mayos, © 2023, Red ediciones S.L. - TURBOHUMANOS:
reseñas, podcast, vídeos
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