Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Aug 15, 2021

¿ALIANZA ENTRE FILOSOFÍA Y CIENCIA MICROESPECIALIZADA?

 

La revolución científica se hizo permitiendo la alianza con la filosofía y lo macro; pero la autonomización y especialización de las ciencias rompió con ello

Sin duda, la necesidad de lo que planteaba Kant es tanto o más imperiosa hoy que a finales del siglo XVIII, donde le preocupaba el ‘despotismo espiritual’ de las iglesias y de los reyes despóticos. Quizás junto con la creciente sociedad de control, el mayor peligro para la ilustración y emancipación futura de la humanidad es que la hiperespecialización micro de las ciencias positivas dificulta cualquier pregunta crítica, cualquier cuestión valorativa, todo problema inter o transdisciplinar, toda problemática que cuestione a los fundamentos de los saberes...

Hoy estamos viviendo esa radical inconsecuencia en la filosofía, pero también -reconozcámolo- en todas las ciencias, en cualquier investigación no domesticada, siempre que sospechamos de los paradigmas disciplinares hegemónicos, siempre que nos aventuramos en reflexiones no predeterminadas y cuyo resultado no está ya básicamente preestablecido por las complicidades académicas… 

Tenemos que reconocer sin tapujos que la necesidad de reflexiones cósmicas y macro es hoy presente en todo el sistema cognitivo y universitario, precisamente por el gran éxito histórico resultante de la revolución científica. Significativamente el nacimiento de la ciencia moderna fue coetáneo de la colonización y ambos forman parte -como apuntan Enrique Dussel, Boaventura da Sousa Santos, Noam Chomsky o Immanuel Wallerstein- del llamado ‘Sistema de los quinientos años’ que precisamente se está desmoronando desde hace unas décadas. 

Con la revolución científica de Copérnico, Galileo, Bacon, Descartes, Boyle, Newton, etc. una nueva ciencia físico-matemática y experimental surgió de la filosofía. Esta había sido identificada desde Grecia simplemente como ‘la episteme’ y analizaba racionalmente las esenciales cuestiones ‘macro’ de la humanidad. Ahora bien, en la modernidad, la filosofía se encontró con un doble destino: por una parte, acababa de recuperar el trono epistémico que había perdido frente a la teología en la Edad Media; pero -por otra parte- ahora pasó a compartirlo con su aventajada hija: la ‘nueva ciencia’ físico-matemática. La filosofía se estaba librado de la tutela de la teología pero irremisiblemente caía bajo una nueva tutela: primero de la ciencia y luego de la tecnología. 


Durante la primera modernidad, digamos hasta la elaboración del sistema del mundo newtoniano, hubo una clara alianza entre la filosofía y la crecientemente poderosa nueva ciencia. Así, la filosofía buscaba fundamentar rigurosamente la ciencia matemática y experimental, mientras que esta se expandía colonizando nuevos ámbitos de la realidad: la astronomía, la física estática y luego la dinámica, el mecanicismo, el hombre máquina, etc. 

También desarrollaba la balística matemática y la ingeniería de barcos transatlánticos y de las distintas armas de fuego. E incluso inauguraba ámbitos limítrofes entre lo filosófico y lo empírico-pragmático, los cuales querían constituirse en saberes rigorosos. Aquí son destacables -y ustedes saben mucho de ello- las llamadas ‘ciencias cameralistas’ en honor a la cámara del trono desde donde se construía y dirigía el Estado absolutista, las doctrinas mercantilistas, el pensamiento fisiocrático, las Stattwissenschaften[1], la economía política, etc. 

Ahora bien y en su incipiente cientificidad, esas nuevas disciplinas integraban muchas cuestiones cósmico-kantianas que posteriormente fueron cada vez más eliminadas. Así podemos comparar las disciplinas mencionadas -por ejemplo la ‘economía política’ de finales del siglo XVIII y el siglo XIX- con la microeconomía marginalista hoy dominante en prácticamente todas las universidades y que -consciente de su voluntaria limitación- tiene reconocida su ciencia hermana significativamente llamada ‘macroeconomía’.  

Actualmente la microeconomía se autodefine orgullosamente como el análisis científico, neutral, indiscutible, perfecto y natural del funcionamiento lógico de las cosas y de los agentes económicos racionales. Se presenta pues como el más riguroso y objetivo modelo de la actuación natural humana cuando se trata de ‘aplicar recursos escasos a usos alternativos’. Desde el enfoque micro y la propia lógica microeconómica todo se convierte en coherente, irrefutable y toda crítica aparece como irracional. 

Ahora bien, si se problematiza y politiza desde un enfoque realmente ‘macro’ y preocupado por las cuestiones cósmico-kantianas (que no siempre está bien representado en la actual ‘macroeconomía’), entonces pueden evidenciarse los presupuestos ideológicos enmascarados, las opciones tomadas y luego camufladas astutamente, las restricciones impuestas, las fronteras convenientemente dispuestas, los desvíos intencionados o no, los dogmatismos implícitos, los paradigmas aplicados acríticamente, los modelos que tanto como enfocan unas cuestiones desenfocan e invisibilizan otras… Pero no anticipemos cuestiones que trataremos más adelante.

 

¿El fin de la alianza entre macrofilosofía y nueva ciencia microespecializada?

Como hemos visto, incluso antes de la hiperespecialización actual, ya eran complejas las relaciones que mantenía la episteme filosófica con las disciplinas vinculadas a la nueva ciencia matemática y experimental. Iban desde las radicales críticas escépticas de David Hume, a la brillante y equilibrada fundamentación crítica -pero no dogmática- de Kant e incluso a una visión del mundo que buscaba llegar al conjunto de la ciudadanía a través -por ejemplo- de Enciclopedias como la de Diderot y D’Alembert. En la llamada enciclopedia francesa, la alta cultura ofrecía ya una cosmovisión de amplia difusión, que fuera compatible con el modelo científico y que diera respuestas positivas y pragmáticas a todas las cuestiones. Buscaba pues apoderarse de lo ‘micro’, pero también planteaba y respondía a las transcendentales cuestiones macro, en las cuales la filosofía continuaba brillando, si bien ya en un trono compartido con las ciencias. 

Pues efectivamente el llamado ‘sueño newtoniano’ de una cientificidad -basada en la matematización, cuyas predicciones podían ser comprobadas experimentalmente- era el modelo con que se constituían aceleradamente nuevas ciencias autónomas, independientes y en creciente proceso de hiperespecialización. La química de Lavoisier, la historia natural de Linneo o Buffon, la termodinámica de Sadi Carnot, el electromagnetismo de Faraday, etc. 

Para analizar los costes asociados a esa evolución y constatar que resultaban invisibilizados por la creciente ausencia de cuestiones cósmico-kantianas, macro e inter, trans y multidisiplinares, hemos escogido un escandaloso ejemplo en las nacientes ciencias humanas y sociales. Pues la creación y especialización de nuevas ciencias también penetraba en el mundo humano con el riesgo no solo de convertirlo en frío objeto de estudio sino -también- rompiendo la organicidad de la condición humana, parcelándola, escindiéndola y analizándola tan solo microscópicamente. Así en el siglo XIX y casi coetáneamente, se constituyen tres nuevas ciencias socio-humanas: la etnología o etnografía de Schlözer y Müller, la sociología de Comte y Tocqueville, y la antropología social de Tylor, Frazer y Boas. 

Detengámonos un momento en ellas. Por una parte, comparten la tendencia a analizar la condición humana de una forma crecientemente positiva, fragmentada, clasificatoria, especializada y micro. También coinciden en evitar las cuestiones más generales, críticas, holistas, cósmicas y ‘macro’ por considerarlas cercanas a la metafísica y poco científicas. Ya Husserl en su clásica Crisis de las ciencias europeas denunciaba que cualquier cuestionamiento ‘extra-temático o extra-científico’ en la línea de lo cósmico-kantiano o de la ‘ciencia revolucionaria’ de Thomas Kuhn[2] es rechazado sistemáticamente como ‘metafísico’. La gran damnificación que ese dogmatismo micro-especializado es que impide autoanalizar críticamente los propios prejuicios disciplinares y descubrir incoherencias en los paradigmas científicos. 


Ello sucede muy reveladoramente en el origen y primeras décadas de esas tres ciencias… ‘humanas’ y ‘sociales’. Pues preguntémonos: ¿para qué tres ciencias diferentes? si comparten el mismo objeto epistémico: la humanidad en su existencia social. ¿Por qué tres ciencias sociales y humanas distintas? ¿Por qué no una misma y común ciencia social y humana? Pónganle el nombre que quieran: sociología, antropología social, etnología, etnografía, ciencia del hombre, ciencia de las sociedades humanas… Pero ¿por qué dividirlas, parcelarlas e incluso oponerlas?



[1] Véase el Vídeo sobre “Macrofilosofia del Estado moderno: Agente y Escenario hegemónico de la Política de G. Mayos de la Abertura e conferência inaugural del I Congresso Internacional de Ciências do Estado, realizada el 19/10/2020 de las 10:00 a las 12:00 horas con organización de la Faculdade de Direito da UFMG,

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