Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Aug 15, 2021

¿SOCIOLOGÍA NUESTRA, ETNOGRAFÍA DE ELLOS?

 

El porqué de la tripartición entre sociología, antropología social y etnografía o etnología

Pues bien, esas sencillas cuestiones resultaron implanteables durante bastantes décadas, en las cuales esa enigmática tripartición se mantuvo incuestionada e incluso impensada. La mayor parte de los estudiosos de las tres disciplinas se negaron a pensar en ello, no analizaron las fronteras que guardaban entre sí y no se cuestionaron las relaciones mutuas que mantenían. Mientras tanto, en cada una de ellas una distinta comunidad de expertos especializados profundizaba en infinidad de cuestiones ‘micro’, a la vez que rechazaban pensar por qué existían tres ciencias humano-sociales diferentes, con fronteras estancas entre ellas.

 

Es un caso extremo de olvido de cuestiones macro muy obvias, mientras que en cambio se profundizan multitud de cuestiones micro. Incluso se puede sospechar que tanta dedicación a lo muy específico en el propio paradigma disciplinar ayudaba a obviar las cuestiones cósmicas de Kant donde la humanidad se juega su emancipación. Escandalosamente, más de una generación de estudiosos consideró imposible vincular creativamente las tres disciplinas hiperespecializadas de la sociología, la etnología-etnografía y la antropología social. Y todo indica que fue por un poderoso prejuicio acrítico y una toma de posición ideológica, más visceral e inconsciente que explícita. 

Pues, durante la constitución y primera etapa de estas disciplinas, planeaba por encima de ellas una profunda dualidad: La sociología analizaba ciertamente las sociedades humanas… pero tan solo centrándose en las europeas ilustradas. En cambio, la antropología social, la etnología y la etnografía estudiaban también las sociedades humanas… pero tan solo centrándose en las no europeas y consideradas primitivas. 


La sociología analizaba las sociedades civilizadas, de los conquistadores y los colonizadores, de ‘Nosotros’ los europeos y -en cambio las segundas- analizaban las sociedades entonces llamadas primitivas, de los conquistados, de los colonizados, de los ‘Ellos’ no europeos. La sociología estudiaba la sociedad que habría creado -se pensaba entonces- la ‘civilización’, mientras que la antropología social, la etnografía y la etnología investigaban las sociedades primitivas, que no eran todavía civilizadas o que -en todo caso- habrían recibido la ‘civilización’ desde fuera y a través de sus creadores los colonizadores europeos. 

Ciertamente hay otras explicaciones que seguramente forman parte del puzle que permite explicar inconsecuencias tan escandalosas como las mencionadas. Muy plausiblemente, también la arbitraria tripartición del estudio del ámbito humano-social en tres disciplinas estancas entre sí remite a su distinto origen cultural y la diversidad de los presupuestos subyacentes. 

En una primera aproximación, la sociología tuvo como padres fundadores[1] a los franceses Auguste Comte (1798-1857) -quien popularizó el término y definición de ‘sociología’ a partir de 1824- y Alexis de Tocqueville (1805-59). Ambos eran adalides del concepto de ‘civilización’ que coincidían en ver como la gran creación de la Ilustración, ciertamente sobre la buena base ofrecida por el mundo grecolatino y cristiano. Así -en su etapa positivista- Comte inscribe la constitución de la sociología como nueva ciencia independiente, dentro del proceso de positivación del conocimiento humano y que define el modelo de civilización indiscutible que hay que imponer en todas partes. 

Sintetizando, hay un inevitable y universal progreso civilizatorio en función de la ley científica ‘de los tres estadios’. Así el primer y primitivo estadio humano estaría hegemonizado por lo religioso, en el cual incluía los tres grandes monoteísmos (judaísmo, islamismo y el cristianismo con sus distintas confesiones) y las antiguas mitologías griegas, latinas, germánicas, celtas o nórdicas, que en aquel estadio de su pensamiento Comte pensaba que ya habían quedado superadas por el proceso civilizatorio. Pero también incluía las existentes en su momento en las sociedades todavía no incorporadas plenamente a la civilización y que incluían todas las amerindias, africanas y de Oceanía, pero también todas las orientales, chinas, japonesas, hindúes, etc. que -por el momento- gozaban de una influencia en sus respectivas sociedades que afortunadamente Europa había superado. 


El segundo momento civilizatorio y hacia el conocimiento racional riguroso estaría hegemonizado por la metafísica filosófica que cumpliría tres grandes objetivos y mejoras epistemológicas: 1) Criticaría, denunciaría, refutaría y superaría el mundo mítico y religioso (en la línea del famoso paso del mito al logos en la filosofía presocrática). 2) Sustituiría la perspectiva antropomórfica e ingenuamente antropocéntrica por una explicación del mundo físico y humano logocéntrica basada en una necesidad, entidades y conceptos metafísicos y cada vez más determinísticos: el Ser, la Substancia, la Esencia, el Motor inmóvil, el Sujeto, la Razón… 3) Unificaría la multiplicidad de mitologías y religiones hacia una única, racional, subyacente, no antropomórfica, desencantada (anticipando Max Weber, pero también Karl Marx) y racional teoría filosófica basada en una necesidad y logos metafísicos últimos. 

El tercer momento, ya preparado por la crítica a las religiones y la unificación metafísica, sería la superación de toda explicación meramente filosófica y acientífica en un ‘sistema cognitivo positivo’ unificado y coherente. De acuerdo con lo que venimos denunciando y aunque no renunciaba a plantarse cuestiones ‘cósmicas’, Comte no veía problema en que el pensamiento positivo se desarrollase bajo la forma de distintas ciencias positivas especializadas en el dominio ‘micro’ de los distintos objetos de estudio. Como vemos, de acuerdo con su mentalidad determinista, industrial y performativa, Comte define la sociología como una de ‘ingeniería social’ que permite construir ‘positivamente’ las sociedades con arreglo a un plan racional estricto. 

Por su parte y partiendo de su análisis de la Revolución francesa, Alexis de Tocqueville se muestra muy receloso de las tendencias totalitarias que se intuyen en Comte y, también, en Rousseau. Plantea la superación del ancién regime y los procesos de modernización europeos de forma menos determinista, unilateral y monolíticamente progresiva. De ahí sus influyentes análisis y elogios sobre La Democracia en América, cuyo volumen I publicó en 1835 y el Vol. II en 1840. No ve allí los peligros totalitarios y de ‘terror’ que percibe en la llamada Revolución Francesa. Así Tocqueville se incorpora a la serie de pensadores que -como Hannah Arendt- considerará más salvaguardadora de la libertad y, por tanto, como superior a la revolución e independencia americana. 

En todo caso, Tocqueville coincide con Comte en qué la sociología analiza las sociedades civilizadas y por tanto se centra en las occidentales avanzadas. Deja para otras disciplinas (que no intenta estudiar ni comprender) el análisis de las sociedades humanas ‘primitivas’ o que no han alcanzado el modelo civilizatorio europeo. Por tanto, también en los padres fundadores franceses de la sociología, Comte y Tocqueville, se mantiene incuestionado e incluso básicamente no tematizado el presupuesto que escinde el mundo civilizado y colonizador europeo del mundo primitivo o no plenamente incorporado todavía a la Civilización de los colonizados no europeos.

 

Estudio de los ‘Ellos’ primitivos por la etnología, la etnografía y la antropología social y cultural

Separadas por una barrera invisible disciplinar y centrándose en el mundo-otro de los colonizados y considerados como no plenamente civilizados, hay las ciencias socio-humanas de la etnología y etnografía. Significativamente, se suelen traducir en plural por ‘ciencia de los pueblos’, excluyendo implícitamente a aquellos que habiendo alcanzado el nivel de la Civilización letrada, racional e industrial. Pues para los pueblos modernizados, desarrollados y que han creado lo que a la época se consideraba la única ‘civilización’ digna de ese nombre, se presupone que carece de todo sentido preocuparse por su especificidad multicolor y folklórica de rituales, creencias y tabús, así como también los detallados estudios y matices etnográficos. 

En tanto que miembros de la escuela alemana de Göttingen, Gerhard Friedrich Müller (1705-1783) y August Ludwig von Schlözer (1735-1809)[2] adoptan más la perspectiva y el modelo germánico de Kultur[3] (cultura subjetivo-espiritual) que no el franco-británico de Zivilisation. Kultur remite a la formación interior (Bildung), a las capacidades y méritos personales y a lo espiritual; mientras que la Zivilisation destaca los aspectos colectivos, externos, materiales y objectivables como los logros técnico-industriales e institucionales. 

A finales del siglo XVIII era un prejuicio dogmático e indiscutible la superioridad europea por lo que respecta a la Zivilisation, lo material, el poder militar, la tecnología y las instituciones estatales racionalizadas y modernas. Ahora bien, Müller y Schlözer consideran que, por lo que respecta a la Kultur, la diferencia no sería tan radical y por eso investigan en las culturas no europeas sobre todo los aspectos espirituales, religiosos, de costumbre y rituales, de creencias y mitos, etc. Pues allí ‘incluso’ los pueblos primitivos o no civilizados tenían una valiosa capacidad cultural. 

Persistía pues la discriminación entre colonizadores civilizados y ya desarrollados y colonizados en proceso de civilización y desarrollo. Paradójicamente el dualismo permanece cuando los padres fundadores de la etnografía muestran una clara voluntad global, pero evitando analizar en su diversidad cultural la humanidad civilizada, que ya consideran que supera la dispersión étnica. Podemos ver esa paradoja tanto en la Völkerkunde (noticias[4] de los pueblos) de Gerhard Friedrich Müller (1705-1783) y la Universal-Historie de August Ludwig von Schlözer (1735-1809). 

Es interesante notar que Müller y su discípulo Schlözer fueron de los primeros en estudiar las poblaciones de la Siberia rusa, donde pervivían entonces potentes culturas ‘primitivas’ e incluso chamánicas. Hay que disculpar por el momento y la mentalidad hegemónica en que lleva a cabo su trabajo, pero no deja de ser muy significativo para destacar los prejuicios subyacentes que Schlözer estructurase su historia universal en seis grandes períodos, llamando a los dos primeros: Urwelt o ‘mundo primitivo-originario’ (que llega hasta el Diluvio Universal de la Biblia) y Dunkle Welt o ‘mundo oscuro’ (desde el Diluvio hasta la aparición de la escritura). Hay que notar que los pueblos existentes y estudiados a finales del siglo XVIII que no tenían escritura, formas estatales complejas ni estaban modernizados propiamente equivaldrían -a pesar de ser coetáneos del XIX- a ese ‘mundo oscuro’. 


Como vemos hay bastantes elementos que diferencian la sociología y la etnografía o etnología, pero en todos ellos vemos que solo pueden ser elucidados y puestos adecuadamente de manifiesto mediante un análisis comparativo interdisciplinar, transversal y macro. Pues -incluso bien entrado el siglo XIX- bajo las definiciones estancas, escindidas y especializadas de esas disciplinas permanecen invisibles y no detectables muchos de sus prejuicios profundos e inconscientes. Algo parecido sucede también -y aquí iremos más rápido- en la antropología social y cultural[5] de Edward B. Tylor (1832-1917) y su significativa obra Primitive Culture (1871), James George Frazer (1854-1941) con sus famosos y detallados 12 volúmenes de The Golden Bough (La rama dorada) y Franz Boas (1858-1942) y sus obras The Mind of Primitive Man (1911) o Race, Language, and Culture (1940). 

Podría parecer que son obras que enlazan con la muy considerable y larga tradición de antropología filosófica que analizaba el ser humano. Y en alguna medida es así. Ahora bien, hay una muy consciente novedad en lo que llevan a cabo Tylor, Frazer y Boas.  No se trata de la vieja preocupación por el existir humano en sociedad, pues hacia milenios que se consideraba el ser humano como esencialmente sociable, social y político. La novedad estriba precisamente en querer construir ese estudio como otra ciencia autónoma, diferenciada, estanca, separada y escindida de la sociología, que usará nuevos métodos científicos diferenciados de los tradicionales macrofilosóficos y que serán claramente más micro especializados. 

Por tanto, la diferencia estriba en el proyecto de objetivación científica de lo humano, que es tratado de forma hiperespecializada y atenta a los detalles micro en lugar de lo cósmico-kantiano que -paradojalmente- se asocia con planteamientos metafísicos poco rigurosos. Por tanto, no ha de extrañar que resulte prácticamente no pensada la oposición que estamos analizando y sus motivos reales más o menos inconscientes.



[1] Véase Raymond Aron (2004) Las etapas del pensamiento sociológico; Montesquieu, Comte, Marx, Tocqueville, Durkheim, Pareto, Weber, Madrid: Tecnos, y Octavio Uña Juárez (2006) “Reflexiones sobre la formación de la sociología como ciencia” en Sociedad y utopía: Revista de ciencias sociales, ISSN 1133-6706, Nº 28, 2006, págs. 107-134.

[2] Véase Han F. Vermeulen (2016) Before Boas. the genesis of ethnography and ethnology in the German Enlightenment. Lincoln & London, University of Nebraska Press.

[3] Esta contraposición està bien planteada por Norbert Elias al inicio de su libro (1987: 57-62) El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, FCE.

[4] Hay que valorar que el termino alemán Kunde se aparta de la noción de ciencia rigorosa (entonces asociada a la matemática) para remitirse a la más vaga noción de recopilación de informaciones, noticias y datos.

[5] Véanse Adam Kuper (1988) The Invention of Primitive Society: Transformations of an Illusion, Routledge, y Marvin Harris (1990) Antropología cultural. Madrid: Alianza.


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