Del silencio durante la performance a la verborreica celebración
Ahora bien, la conexión y valor del cine profanador deben ser recepcionados por el otro gran demiurgo: el público. El gran problema del mundo digital antinarrativo de Serra es, precisamente, conectar con un público que ha sido largamente esclavizado al mundo logocéntrico.
El reto titánico que podría decidir la guerra de los mundos
es propiciar el encuentro de los dos demiurgos: por un
lado, el amo del montaje y de la performance en el escenario y el rodaje, por
otro lado, el público cocreador que da la respuesta final. Para conseguir ese
reto, Albert Serra rompe la coherencia estricta de su silencio de autor
incomunicador.
Inconsecuentemente, terminada la película, siente la necesidad de ser una
especie de ventrílocuo de las imágenes en su materialidad escindida de todo.
Entonces, Serra se muestra como el hábil polemista, el crítico verborreico y el
informado teórico que también es y cuyas virtudes comparte con el otro mundo en
guerra. Usando todas sus armas polémicas (entre ellas también el logocentrismo)
sale al encuentro y seducción del público cocreador, en una especie de guerra
de los mundos… pero por otros canales.
Creo que Albert Serra -consciente de la paradoja- intenta suavizar el
choque intrínseco entre sus dos grandes avatares. Usa una calculada estrategia
también dual: por un lado, defiende celosamente sus imágenes de autor; por otro
lado, mientras coquetamente simula que no tiene demasiado que ver, va dejando
caer aquí y allí su excelente erudición. Ahora las imágenes en movimiento ya no
deben defenderse solas y, al contrario, va desvelando las bases
teórico-prácticas de su método andergraun.
Hábilmente entra en la guerra de los massmedia, de las entrevistas
eruditas y ante críticos que quieren demostrar que son los que saben más de
cine. Es una batalla entretenida y con momentos divertidos si bien, en gran
medida, traiciona la esencia del método: generar imágenes-simulacro prístinas y
de autor, dejando que ellas solas se encuentren con el público receptor, quien
las cocreará en su recepción activa.
Parte del éxito de Albert Serra es su eficacia como mediador teóricamente
bien preparado y bastante hábil en las batallas mediáticas. Poco importa que
eso sea contradictorio con la pureza del arte performático profanador, que sólo
tiene su sentido puro en el encuentro directo y sin mediaciones del autor
digital de las imágenes en movimiento y el público cocreador.
Tener que defender y popularizar en los massmedia un tipo de arte
contrario a las leyes del mercado y a la adulación del Star System, no es la
única inconsecuencia de Albert Serra, así como tampoco le afecta exclusivamente a él. ¡Son muchas
las paradojas que subyacen a los mundos en guerra por la hegemonía artística y
cinematográfica!
Albert Serra es uno de los partisanos más técnicamente fundamentados del
mundo performático digital que lucha por someter el logocéntrico storytelling.
Con el personaje que se ha creado, consigue a la vez interesar y torear a los
medios de comunicación (algo imprescindible hoy en día). Además, detrás de
actitudes que podríamos definir como 'yo pasaba por aquí, no pretendo nada
especial y se trata de simplemente divertirse', logra formular conceptos
significativos y difíciles en debates donde a menudo todo el mundo es mucho más
pretencioso y superficial que él mismo. Aquí el 'enfant terrible' suele ser más
coherente que los críticos profesionales o aficionados.
En contraste con el notable laconismo y la falta de storytelling de
sus películas, el personaje público de Serra tiene un discurso potente,
estructurado y reflexivamente crítico que hace las delicias de los
entrevistadores. Sus películas sin narración ni sentido predeterminado
contrastan vivamente con la hábil promoción discursiva de Albert Serra en
verborreicas entrevistas. Allí, va desvelando posibles interpretaciones de sus
películas, aunque también juega a la desorientación o a la proliferación
consciente de perspectivas.
Ello hace que Albert Serra sea el mejor legitimador de su arte al que
-paradójicamente- no deja defenderse por sí solo como reclama siempre. Cabe
preguntarse hasta qué punto el impacto de muchas de sus películas depende de la
seducción que provoca el personaje de Serra, tanto por lo que tiene de
actitudes espectacularizadas, como de notable solidez teórica. De hecho, el
éxito de su personaje mediático encaja con una idea que reitera a menudo: su
interés al menos inicial por la literatura y la crítica de las artes plásticas,
más que propiamente por el cine. Porque a pesar de que en las películas evita
escrupulosamente dictar doctrina o incluso narrar históricas, es precisamente
eso lo que hace continuamente Serra en las entrevistas.
Evitando escrupulosamente explicitar esa profunda contradicción, Albert
Serra muestra que quizás su cine no es tan radicalmente diverso del industrial
y basado en el storytelling, ya que también la producción de imágenes en
movimiento se hace desde una teoría y un relato previos. Detrás de su cine, hay
pues una teoría y un proyecto con sentido, y Serra no se esconde de
explicitarlos aquí y allá en el momento de su 'venta' postcreativa. Ahora bien,
¿cuál es la teoría subyacente 'andergraun' en las películas de Serra?
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