Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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May 9, 2016

REVOLUCIÓN CULTURAL Y PREPARACIÓN MAYO1968

Ideas muy similares de "revolución" aparecen en Estrasburgo y en la coetánea “Gran Revolución Cultural Proletaria” de la China maoista, pues la "revolución cultural" se sitúa entre 1966 y 1969, aunque la lucha política asociada continua unos años más.


En ambos casos se responsabilizaba a los jóvenes de dirigir la revolución y –además- de vigilar la pureza y autenticidad revolucionaria de toda la sociedad. Tanto en Francia como en China, se evidencia la importancia que adquiría por entonces la juventud, al ser definida casi como una nueva clase y el más radical sujeto revolucionario.

Recordemos que el líder chino Mao Zedong logró movilizar los “jóvenes guardias rojos” como vanguardia revolucionaria contra las élites “aburguesadas” que –según él- dominaban por entonces el régimen y el partido comunista chino. Durante unos años, lograron depurarlas o, al menos, someterlas a su liderazgo. En Europa también llegó a ser muy influyente el famoso Libro rojo de Mao, con aforismos y citas extraídas de sus discursos por el líder del ejército chino Lin Biao. Éste junto a la esposa de Mao (Jiang Qing, antigua actriz que promovía el Libro rojo a través de la producción artística) fueron seguramente los dos miembros más poderosos del maoísmo durante la Revolución cultural. Finalmente Lin Biao murió en 1971 y Jiang cayó en desgracia en 1973 como líder de llamada “banda de los cuatro”. 

Pues bien, en muchos sentidos, la “revolución cultural” china funciona como una “situación” construida con medios parecidos y objetivos similares a los manejados por Debord y los situacionistas, aunque éstos mantuvieron su distancia con la “revolución cultural” maoísta. Visto con cierta distancia, en muchos aspectos el movimiento maoísta fue más radical, brutal, revolucionario y consecuente que su “hermana” más glamourosa: el “Mayo francés”. De todos modos, hay que ver a éste como la principal “situación” creada por la Internacional Situacionista, si bien quizás los episodios más radicales de los conflictos del Mayo del 68 se produjeron fuera de París: en Argentina o México, en Berlín o California; además de tener reverberaciones en España, Italia o incluso la “Primavera de Praga”.

De todas maneras la influencia más directa de la IS fue en el francés “Mayo del 68”. Como nunca antes y durante esos decisivos meses, los situacionistas olvidan totalmente los debates artísticos, la Vanguardia o la creación de Anti-Arte (aunque fuera ese “urbanismo unitario” que debía definir una sociedad emancipada), para centrarse sobre todo en la Revolución, en la política en acto, en la praxis real de destrucción transformadora de una sociedad.

Siempre se dice que el estallido de los conflictos del “Mayo” pilló por sorpresa a todo el mundo. Ello es un argumento a favor de la denuncia situacionista del enorme aletargamiento acomodaticio a que había llegado aquella sociedad y, especialmente, sus confiadas élites políticas e intelectuales. Pues los conflictos que brevemente hemos esbozado (como los de la Universidad de Estrasburgo, unos cuantos meses antes del Mayo) indican que había un significativo malestar social y que los situacionistas lo sabían. Aunque el establishment o las élites estuvieran ciegas, el descontento, difuso en toda la sociedad, estaba especialmente presente en las universidades y en los jóvenes movimientos político-culturales.

 
Ciertamente casi nadie parecía percibir ese malestar o, más bien, casi todo el mundo insistía en obviarlo y negarlo. En muchos aspectos, aquella era una situación parecida a las llamadas “revoluciones o primaveras árabes” o al “movimiento de los indignados o 15M” durante el 2011. Pues aparecen como conflictos sorpresivos, si bien cuando se estudian muestran raíces muy profundas y antiguas. 

Es cierto que en 1968 no había casi crisis económica y –al contrario que hoy- había una notable prosperidad desde el final de la Guerra mundial. Pero también es verdad que en Francia había síntomas preocupantes: el crecimiento se ralentizaba; la minería declinaba (por ejemplo la larga huelga de mineros de 1963); ya no llegaban los dividendos económicos de las colonias (independencia de Argelia en 1962); bajaban los sueldos reales, crecía el paro y los trabajadores condenados al "Salaire minimum interprofessionnel”; había importantes dificultades para integrar los muchos “pieds noirs” inmigrantes... 

Esas causas relacionadas con reivindicaciones básicamente redistributivas (hegemónicas en los partidos y sindicatos de izquierda tradicional) resultaron menos decisivas –seguramente- que la importante emergencia de nuevas reivindicaciones "autoexpresivas". Usamos el término de acuerdo INGLEHART y WELZEL (2006) y MAYOS (2011: 61-78). Algunas de esas causas estaban ya presentes en trabajadores que experimentaban las consecuencias desagradables del crecimiento (por ejemplo las huelgas de 1964 en la Renault bajo la consigna "queremos tiempo para vivir") y que sufrían las “bidonvilles” o suburbios degradados. Ahora bien por entonces, las reivindicaciones autoexpresivas tan sólo recogían un apoyo significativo entre estudiantes jóvenes normalmente de clase media. Mientras que en general dejaban indiferentes a los obreros y especialmente a sus líderes políticos y sindicales.

Era perceptible la diferencia existencial y reivindicativa existente entre los obreros y las instituciones tradicionales de izquierda, y los estudiantes, sus líderes y nuevos movimientos como los situacionistas. Así Daniel y Gabriel Cohn-Bendit reconocían que “pocos estudiantes han tenido experiencia real de la miseria; su lucha se refiere a la estructura jerárquica de la sociedad, a la opresión ‘en’ el confort. Más que por carencia de bienes materiales, los estudiantes se mueven por aspiraciones y deseos frustrados.” (ROSZAK, 1972: 84, nota 16)

Sin embargo había consenso en que –los obreros con sus reivindicaciones redistributivas y los estudiantes con sus reivindicaciones autoexpresivas- debían aliarse, si querían realmente influir en la sociedad o provocar la revolución. “La juventud revolucionaria no tiene otra opción que fundirse con la masa de trabajadores que, a partir de la experiencia de las nuevas condiciones de explotación, va a retomar la lucha por la dominación de su mundo, por la supresión del trabajo.” (IS, vol. 3, 2001, p. 493)

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