“El mérito de los situacionistas consistió sencillamente en reconocer y designar los nuevos puntos de aplicación de la revuelta en la sociedad moderna (que no excluyen en absoluto, sino que por el contrario restablecen los antiguos): urbanismo, espectáculo, ideología, etc.” (IS, vol. 3, 2001, p. 535)
Ahora bien
no todo es tan “revolucionariamente perfecto” y los situacionistas son de los
primeros en percibirlo y denunciarlo. Empiezan a aparecer significativas
disputas en las ocupaciones obreras, especialmente sobre la dirección que deben
tomar y cuales son los objetivos últimos. Evidentemente los situacionistas,
junto con los grupos más radicales de la izquierda tradicional, reclaman un
poder obrero y estudiantil que cuestione definitivamente la autoridad del
Estado, sin temer un auténtico vacío de poder político en toda Francia.
Los
situacionistas echan el resto y son claves en el crecientemente violento debate
entre radicales y posibilistas. Todos perciben que se comienzan a producir
importantes grietas y diferencias dentro del disperso y complejo movimiento del
“Mayo”. Además comienza a hacer mella el cansancio por los esfuerzos a que
obliga la situación y la creciente insatisfacción por los “resultados”
obtenidos y por las opciones que se imponen.
La
“situación” creada parece perder la capacidad de incrementar el proceso de
“fusión nuclear” que debe retroalimentarla. Parece llegado el momento en que ya
no hay suficiente masa descontenta ni energía revolucionaria libres e
incorporables. Por ello, si la “situación” debe continuar, no podrá hacerlo en
extensión absorbiendo e incorporando nuevos descontentos. La “situación” sólo
podrá continuar, incrementando su intensidad, radicalizándose internamente,
alcanzando un nuevo nivel de implicación revolucionaria.
Es un
momento como el que expresó –con sus propios objetivos claro está- el Marqués
de Sade en su panfleto de 1795 y significativo nombre: “¡Franceses un esfuerzo más si queréis ser revolucionarios!” Los
situacionistas, sus aliados y los sectores más radicales del “Mayo” parecen
entenderlo así y exigen la radicalización del movimiento, piden un salto sin
retorno posible, que –como hemos dicho- era el objetivo último de toda
auténtica “situación”: que nadie pueda volver a la acomodaticia,
espectacularizada y entretenida vida anterior.
En ese
instante crucial en qué, todo el mundo aguanta la respiración esperando
entrever si se consolida la "Revolución", o bien se retrocede
convirtiéndose en una mera (aunque apasionante) "revuelta"; las
noticias y análisis son contradictorios. Las acusaciones cruzadas son
especialmente duras e irreconciliables, hasta el punto que todavía no sabemos
quien dio el primer paso, quienes se equivocaron, quien traicionó a quien... En
todo caso parece claro que los situacionistas y aliados no consiguen ese salto
sin retorno posible que la “situación” creada pedía para continuar.
En un gesto
muy significativo y que seguramente marca la evolución del Mayo, el 17-5 muchos
situacionistas y aliados radicales abandonan los Comités de Ocupación
acusándolos de ser demasiado tímidos y cobardes. Para los situacionistas, en
muchos sentidos parece iniciado el reflujo. Pero muchos piensan que todavía
ascendía el flujo revolucionario o que –como mínimo- oscilaba indeciso. Ésta
era seguramente la posición mayoritaria tanto en el gobierno y los grupos
conservadores, como en el conjunto del movimiento del Mayo.
Significativamente el mismo día de una manifestación de 300.000 gaullistas, mientras De Gaulle se entrevistaba en Alemania con el general Massu, la multitudinaria y decisiva asamblea del 30-5 declara triunfalmente: “Lo que hemos hecho en Francia está acechando a Europa, y pronto será una amenaza para las clases dirigentes del mundo, desde los burócratas de Moscú y Pekín hasta los millonarios de Washington y Tokio. [...] La ocupación de fábricas y edificios públicos a lo largo y lo ancho del país no sólo ha bloqueado el funcionamiento de la economía, sino que ha planteado una cuestión general a la sociedad.” (MARCUS 1993: 455)
Sin ninguna
duda el reto o el desafío ha sido claramente enunciado y ya casi nadie se llama
a error. Si todavía había alguien dormido, ahora despierta con un escalofrío.
Si alguien –como los situacionistas- había soñado largamente con ello, ahora
abre los ojos para verlo realizado y teme despertarse en la vieja pesadilla
cotidiana, todavía inserto en el “espectáculo” (como decía Debord). Muchos
ensayos, novelas y películas han intentado plasmar la complejidad de ese
momento: la mezcla de miedos, esperanzas y -sobre todo- muchas hipocresías. El
film Milou en Mai dirigido por Louis Malle en 1990 lo hace
magistralmente.
También el
gobierno y el Poder estatal son conscientes de la magnitud del reto que se les
hace, aunque quizás continúan siendo incapaces de comprender la naturaleza de
las preocupaciones vehiculadas a través de las protestas. Ahora bien, empiezan
a encarar el conflicto de una manera más astuta y hábil, aplicando la táctica
que mezcla la mano dura y la "porra", junto con las concesiones y la
"zanahoria". Claramente no renuncian al uso de la fuerza (de hecho la
acentúan y, a menudo, bordean la "guerra sucia"), pero toman
iniciativas de “diálogo y negociación” donde hacen -incluso- concesiones
absolutamente inesperables poco tiempo antes.
Así y dentro de lo que podemos considerar concesiones o “zanahorias”, el gobierno de Georges Pompidou negocia el 25 de mayo a tres bandas: empresarios, sindicatos y gobierno. Dos días más tarde (27-5) se aprueban los Acuerdos de Grenelle que incluyen un muy sorprendente incremento del 35% en el salario mínimo industrial y del 12% de media a todos los trabajadores. También se acepta llevar a cabo una –muy exigida- reforma profunda de la educación (que, como muchas otras promesas, nunca llegará a concretarse).
Así y dentro de lo que podemos considerar concesiones o “zanahorias”, el gobierno de Georges Pompidou negocia el 25 de mayo a tres bandas: empresarios, sindicatos y gobierno. Dos días más tarde (27-5) se aprueban los Acuerdos de Grenelle que incluyen un muy sorprendente incremento del 35% en el salario mínimo industrial y del 12% de media a todos los trabajadores. También se acepta llevar a cabo una –muy exigida- reforma profunda de la educación (que, como muchas otras promesas, nunca llegará a concretarse).
Ahora bien,
abonando la tesis que -en el fondo- las reivindicaciones del Mayo no eran
meramente crematísticas ni sectoriales, la mayoría de trabajadores y
estudiantes –seguros del entusiasmo y fuerza que el movimiento había adquirido-
rechazan los acuerdos. Entonces el líder del Partido Socialista, François
Mitterrand, pide públicamente la dimisión del gobierno De Gaulle, concluyendo
lapidariamente que desde el 3 de mayo no había realmente Estado en Francia.
Total del artículo en los posts:
POLITIZACIÓN SITUACIONISTA. ADIOS AL LETRISMO;
ESCISIONES Y "SITUACIÓN" NO ES UN "OBJETO ARTÍSTICO";
¿VANGUARDISTAS O REVOLUCIONARIOS?;
REVOLUCIÓN CULTURAL Y PREPARACIÓN MAYO1968;
MAYO1968: LA "SITUACIÓN" DESEADA;
MAYO1968: "SITUACIÓN" REVOLUCIONARIA;
MOMENTO ÁLGIDO DEL MAYO1968;
MAYO1968: LA REVOLUCIÓN SE AUTODESTRUYE; y
SITUACIONISTAS DESPUÉS DEL MAYO1968.
ESCISIONES Y "SITUACIÓN" NO ES UN "OBJETO ARTÍSTICO";
¿VANGUARDISTAS O REVOLUCIONARIOS?;
REVOLUCIÓN CULTURAL Y PREPARACIÓN MAYO1968;
MAYO1968: LA "SITUACIÓN" DESEADA;
MAYO1968: "SITUACIÓN" REVOLUCIONARIA;
MOMENTO ÁLGIDO DEL MAYO1968;
MAYO1968: LA REVOLUCIÓN SE AUTODESTRUYE; y
SITUACIONISTAS DESPUÉS DEL MAYO1968.
Publicado en “Situacionismo: la Vanguardia de la Revolución” de G. Mayos en Revista Brasileira de Estudos Políticos, Belo Horizonte, n. 111, jul./dez., 2015.
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