Superando gran parte del diagnóstico epocal que le obligó a autoidentificarse como pensador “intempestivo”, Nietzsche asume como tarea personal evidenciar "el advenimiento del nihilismo". En muchos sentidos prácticamente todo lo que había pensando a lo largo de su vida “desconstruía” (como diría Derrida) el “nihilismo europeo”. Así titula la primera parte de su proyecto de libro La Voluntad de potencia, al considerarlo la principal constante de sus múltiples críticas guerrilleras.
Reúne todos sus desenmascaramientos, denuncias y discursos que "decían no" ya sea en contra del platonismo (que sacrifica la vida aquí y ahora en favor de un mundo ficticio y presuntamente "más verdadero"); de la rebelión religioso-moral por parte del rebaño resentido de los existencialmente incapaces; de la tecnociencia y otros ideales modernos que (como denunciaba Schopenhauer) terminan reduciéndose a una esclavizadora voluntad de dominio, etc.