Ciertamente las sociedades avanzadas del tercer milenio asumen como inevitable este diagnóstico. Por ello incluso hay movimientos como el “aceleracionismo” o el trans y posthumanismo que apuestan por aumentar la velocidad y precipitar el futuro. Algunos lo ven muy deseable, otros simplemente lo ven inevitable y aún otros razonan que –como en las carreteras heladas- sólo se mantiene un cierto control y tracción en las propias ruedas si se da gas de manera continuada y regulada.
Ya optaron por una
opción “aceleracionista”, Gilles Deleuze y Félix Guattari (cuando pocos años
después del Mayo1968 en El antiedipo,
1985: 247) se preguntaron si quedaba abierta alguna “vía revolucionaria” y
concluyeron que ellos –como antes Marx- apostaban por “No retirarse del
proceso, sino ir más lejos, ‘acelerar el proceso’”.
El optimismo en favor del
progreso, la revolución y la mejora de la humanidad tiene muchos argumentos
irrebatibles como por ejemplo los sintetizados con reveladoras estadísticas y
gráficos por Hans, Ola y Anna Rosling (2018). Si bien otras veces coquetea con
fórmulas un tanto fantasiosas y exageradas como algunas del transhumanista
Raymond Kurzweil (2012). En todo caso, actualmente existen poderosas
fundaciones y universidades transhumanistas dedicadas a analizar la
“singularidad”, que es el nombre con que se designa el momento en que la
humanidad podrá superar su dependencia de una biología mortal.
En muchas ocasiones se
considera que la “singularidad” más relevante en la evolución humana se
producirá cuando la inteligencia artificial adquiera la capacidad de mejorarse
y replicarse a sí misma de forma autónoma. Con ello la inteligencia artificial
vinculada al silicio se emanciparía de la tutela de la inteligencia ‘natural’
humana basada en la biología del carbono. Dadas las tendencias de mejora
tecnológica exponencial observadas hasta ahora (como por ejemplo la llamada la
Ley de Moore[1])
la primera pronto dejaría atrás todo avance cognitivo humano.
Como hemos apuntado, tal “singularidad” puede ser interpretada en clave optimista como suele hacerlo el transhumanismo, el positivismo racionalista tradicional, los ilustrados y el aceleracionismo de Nick Srnizek y Alex Williams (2013 y 2017). Pero también puede leerse como algo inquietante y que puede abocar a la obsolescencia humana (Mayos, 2016), una pesadilla similar a la narrada en la serie fílmica de Mattrix y al lúgubre pesimismo de Nick Land[2].
No es extraño pues que -desde la tecnología, la cibernética, la medicina transhumanista o del “realismo especulativo” de por ejemplo Quentin Meillassoux (2006)- se considere un objetivo epocal clave intentar pensar más allá del abismo antropocéntrico.
Se impone la idea de que la inteligencia artificial,
las ciencias de la complejidad y la autopoiesis cibernética (Humberto Maturana
y Francisco Varela) están abriendo un escenario donde el tradicional
antropocentrismo habrá dejado de ser defendible, como cuando fue imponiéndose
el heliocentrismo copernicano que desplazó del centro del universo al hombre en
tanto que señor de la Tierra.
Ahora bien, pensar la superación u obsolescencia humana no es tarea fácil, quizás tan sólo puede conseguirse con sofisticadas herramientas matemáticas y cibernéticas que ayuden el intelecto y la imaginación humanos. Pues allí las metáforas verbales, artísticas y literarias tienen un recorrido limitado, aunque en ellas brilló en los años 1990 el CCRU Cybernetic Culture Research Unit de la Universidad de Warwick (CCRU, 2020).
Y
ya se sabe que, cuando la imaginación no se apoya en las matemáticas o en las
ciencias de la complejidad, recupera tendencias mitopoiéticas que inquietan sin
ayudar (Horkheimer y Adorno, 1998). Entonces sucede esa paradoja signo de
nuestro tiempo que (según Fredric Jameson o Slavoj Žižek) provoca que resulte
más fácil imaginar el fin del mundo que no el fin del capitalismo o un progreso
basado en la reforma tranquila y racional de las sociedades avanzadas.
A partir de ese momento resulta imposible contestar a las cuestiones clásicas: ¿Qué hacer? ¿Hacia donde ir? ¿Qué nos es dado esperar? ¿Qué y cómo podemos querer? Si se balbucea alguna respuesta solo puede ser mucho más triste que las de Spinoza o Kant. Más difícil todavía es dar una respuesta positiva y que confíe en las propias capacidades.
[1]
Én los últimos 40 años se ha cumplido con notable regularidad la duplicación
cada dos años de la capacidad de los circuitos integrados informáticos; además
cada vez más diminutos y eficaces.
[2] https://www.thedarkenlightenment.com/the-dark-enlightenment-by-nick-land/
A partir del artículo “La ‘ignorancia prometeica” frente a la revolución de la inteligencia artificial” de Gonçal Mayos (pp. 687-704) en Direito Digital e Inteligência Artificial: Diálogos Entre Brasil e Europa, A. Barreto Menezes Cordeiro ... [et al.]; coordenado por Felipe Braga Netto ... [et al.]. - Indaiatuba, SP: Editora Foco (https://editorafoco.com.br), 2021, 1.126p. ISBN: 978-65-5515-253-1, CDD (Direito digital) 340.0285. CDU (Direito digital) 34:004.
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