Formulado dentro de la simbología hegemónica en Occidente ¿Es un enamoramiento perfeccionista que busca ascender platónicamente hasta la belleza, el bien y -en cierto sentido- la verdad ideales y supremos? O más bien ¿es el descenso hacia las pulsiones, impulsos y urgencias más carnales?
En el Banquete de
Platón, el amor carnal también es asociado al deseo de recuperar ‘la propia
media naranja’ de la que uno fue escindido -creando los dos sexos- cuando originalmente
era un ser completo, andrógino y -por tanto- no necesitado de algo exterior, de
alguien que lo complementara.
Estas cuestiones
me surgen a partir del profundo análisis llevado a cabo por Carlos Yannuzzi en
El Nubarrón de hace una semana sobre el mito y ‘delirio’ de Pigmalión. En concreto me centraré en la ‘revisión’
contemporánea que ha llevado a cabo Woody Allen. Pues a mi parecer -ese excelente
guionista, quizás más que director- refleja muy bien la relación
contemporánea con el amor, la creación y la propia obra.
En primer lugar, hay que dar la razón a Lipovetsky, sobre la raíz profundamente narcisista del ser contemporáneo. Así por ejemplo, Woody Allen ha quedado narcisistamente enamorado del personaje que se ha creado, pues prácticamente todos sus grandes personajes remiten a sí mismo, al personaje que Allen cree que es o que puede llegar a ser. Remiten al ser profundamente dual de alguien neurotizado y lleno de angustias pero -a la vez- fatua y narcisistamente orgulloso de su ser creativo, mundano y mediático.
Carlos destaca la película Annie Hall, nosotros destacaremos la Tracy (Mariel Hemingway) de Manhattan (ya saben la ‘ciudad’ que Allen idealiza y de la que también se enamora como el escenario ideal para sí mismo).
La relación de Alvy-Allen con Annie Hall se
caracteriza por la igualdad. Son dos almas gemelas tanto en neurosis como también
en un cierto esnobismo cultural. Ninguno de los dos es obra del otro, ni
ninguno de ellos es Pigmalión del otro. Como en los personajes representados
por Mia Farrow (que a veces parece 'subordinar' los de Allen), no hay aquí la superioridad ni performatividad de Pigmalión con
su creación Galatea.
En cambio, sí que
Isaac (otro alter ego de Allen) adopta una actitud paternalista y de superioridad
existencial con la jovencísima Tracy. En línea con nuestras preguntas
iniciales, aquí sí que nos parece ver una aproximación contemporánea a
Pigmalión, si bien es la Tracy la que se ha enamorado del
cascarrabias Issac, quien ahora juega a ser un desprendido Pigmalión.
Sin duda es un interesante
giro de guion que indica un incremento de autoconfianza sorprendente si tenemos
en cuenta Play It Again, Sam; con el Bogart que Allen quiere ser y no
puede. Pero no sólo eso, ahora enamorado de su éxito y en pugna con sus historias
con Mary y Jill, Isaac pretende ser Pigmalión con Tracy. Afirma querer dejarla crecer, perfeccionarla,
convertirla en todavía una más excelsa 'obra'. Ello incluye unos estudios en
Europa los cuales Isaac insiste en que Tracy lleve a cabo, aunque ésta quiere renunciar
a ellos para no separarse de Isaac.
Ahora bien,
cuando pierde Mary y -solitario- Isaac está trabajando en sus guiones, recuerda
la cara de Tracy como una de las pocas cosas por las que vale la pena vivir. Ya
saben el final: entonces el frustrado Pigmalión contemporáneo que representa
Isaac se da cuenta de lo que va a perder e intenta impedir lo ya inevitable.
Corre locamente -¡en momentos importantes nunca hay taxis!- por Manhattan con
la famosa música de George Gershwin.
Finalmente, encuentra
Tracy en el hall de su casa rodeada de sus maletas y esperando partir. Isaac tiene
el tiempo justo de suplicarle que no se vaya, pues entonces se perderá para
siempre la maravillosa relación que han mantenido. Pero, con su mirada tímida
y su voz cálida, Tracy le asegura que “no todo se corrompe” y que “hay que
tener un poco de fe en la gente”, y marcha suavemente mientras suena la Rhapsody
in Blue.
Parece que en la
versión contemporánea de Pigmalión subyacente a Manhattan, se impone el
necesitado y carnal antihéroe contemporáneo (con cierta conexión con el mito
griego) a la versión más platónica, perfeccionista, a la búsqueda del ideal e
incluso a hacer lo más correcto.
Entonces descubre trágicamente que, ni tan siquiera en un amor correspondido, hay demasiadas esperanzas para los Pigmalión narcisistas de hoy.
Ver este 'Nubarrón' a Las Nubes
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