Contradicciones de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano
Otro significativo salto, pero tampoco perfecto, se produce con la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 en los inicios de la Revolución francesa. Ahora bien, a pesar de llevar a cabo destacables esfuerzos para universalizar “los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre”, en muchos aspectos es una declaración limitada a pensar más bien los del ciudadano masculino, europeo y con otras reducciones que la apartan de la universalidad a la que aspiraba.
Así, excluyó rotundamente a la mitad
femenina del género humano como demuestra el ajusticiamiento de Olympia de
Gouges, la prohibición de su asociación de mujetes revolucionarias y la condena
de su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, la cual
básicamente conjugaba en femenino aquella declaración. Su ejecución y juicio
sumarísimo pone de manifiesto las contradicciones, límites variables y altos
costes humanos que comporta habitualmente cada paso significativo en la
construcción efectiva de los derechos humanos.
Pues, los avances se producían dentro y como aprovechando los más profundos conflictos socio-políticos de cada época, que siempre suelen darse con énfasis diferentes, amenazados por una cruenta represión y bajo un complejísimo e inesperado debate transdisciplinar donde se mezclan inseparablemente lo filosófico, lo jurídico, lo político, lo religioso, lo ético, lo ideológico, etc.
Esa explosiva conjunción, que siempre choca
frontalmente con las mentalidades tradicionales, resulta muy difícilmente
manejable y, por tanto, hace difícilmente previsible la reacción concreta por
parte de los poderes, cuando son ‘sorprendidos’ por la capacidad anticipativa
de muchos defensores de nuevos derechos humanos, logrando formular algunos que
casi nunca antes habían sido planteados.
Como demuestran aún hoy los debates
sobre la aceptación o no de nuevas generaciones de derechos humanos, cada salto
siempre ha convivido con el peligro de que la sorpresa provocada en los
poderosos mutara en odio aterrorizado y este en la represión más brutal. La
historia nos demuestra que cada nuevo derecho humano ha sido recibido al
principio con estupor y menosprecio, pero que estos fácilmente se convirtieron
en brutales ataques en contra de sus propugnadores. Siendo solo más tarde, con
la evolución de la sociedad -en gran parte impulsada performativamente por esa
misma formulación- llevó a que el nuevo derecho fuera aceptado, poco a poco,
por más población hasta convertir su idea en algo aceptable e incluso
hegemónico y ya no conflictivo.
A un nivel más amplio e ideológico, encontramos un buen ejemplo de lo imprevisible de procesos históricos abiertos en como la Revolución francesa, fue devorando a sus propios hijos revolucionarios cuando entraban en conflicto entre sí. Las víctimas se cebaban mortalmente en las diversas facciones: girondinos, cesaristas napoleónicos, jacobinos, hebertistas e incluso las emergentes ideologías ya socializantes, pero también antirevolucionarios como los tradicionalistas o los partidarios de distintas perspectivas del ancién régime.
Por eso, Joseph Sieyès que participó de
manera significativa en las distintas etapas de la revolución, incluso siendo
clave para la imposición de Napoleón, reconoció con su ironía habitual que su
principal y sorprendente logro durante ese proceso fue ‘haber sobrevivido’.
Sieyès se fascinó con la doctrina kantiana sobre la revolución (simplificando:
oponerse al derramamiento de sangre pero reconocer la legitimidad de la
revolución e, incluso, el entusiasmo que despierta en los espectadores
neutrales) y era relativamente moderado como podemos ver en su sintética
respuesta a la pregunta que titula su famoso panfleto Qu'est-ce que le tiers
état?: lo quiere ser “Todo. ¿Qué ha sido hasta ahora en el orden político? Nada.
¿Qué es lo que desea? Ser algo”.
Sieyés es un posibilitista pragmático que aspira a realizar lo máximo posible, pero reconociendo verdades como que: el pueblo llano es lo más parecido al todo social o ‘pueblo’, y que durante milenios prácticamente no ha tenido nada de poder político, siendo excluido como un mero ‘convidado de piedra’ o, aún peor, siendo objeto de burda manipulación.
Similarmente, podemos decir que los derechos humanos lo quieren
ser todo (pues nada debe importar más a la humanidad que los derechos humanos),
lamentablemente hasta hace muy poco no han sido nada efectivo y, a lo largo de
muchas etapas y conflictos, intentan ser en cada momento lo más posible. Con
nuestro breve repaso histórico, intentamos mostrarlo.
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