El buen funcionamiento cognitivo, harmónico y equilibrado de las facultades humanas incluye muchos tipos de ‘razonamientos’ complejos y diversos: hacer cálculos, determinar causas y consecuencias de los hechos, evaluar fines, considerar el peso de los distintos valores a tener en cuenta, evitar los prejudicios, no caer en falacias e incluso vigilar peligrosas argumentaciones del tipo que los fines justifican los medios, etc. Es por la necesidad de harmonizar esos muchos distintos tipos de juicios, argumentaciones y apreciaciones que los clásicos consideraron la prudencia como la facultad superior i más decisiva, pues debería tener en cuenta la totalidad de los factores relevantes y evitar que unos eclipsasen a los otros.
Como se dice, ‘con buenas intenciones está empedrado el camino que lleva al infierno’ y por eso Hölderlin avisaba que paradójicamente ‘cuando los humanos han querido convertir al Estado en su cielo, muchas veces lo han terminado convirtiendo en su infierno”. Por eso los clásicos formularon el sabio consejo de ‘nada en exceso’ que pide evitar el dogmatismo, la desmesura, la unilateralidad y el desequilibrio de ninguna facultad, por buena que fuera en sí misma, incluyendo el intelecto. Por consideraciones similares, Spinoza aconsejaba desarrollar una ‘mens sana in corpore sano’.
Finalmente, los médicos cansados de ver que nunca terminaba ni podía tomar una decisión, tenían que interrumpirlo después de un tiempo prudencial y simplemente pedirle directamente: “¿confirmamos el dia X?”. Entonces, el paciente -que al estar en tratamiento tenía disponibilidad plena de tiempo- solía contestar simplemente “de acuerdo, me lo apunto”. Lo sorprendente de este caso neurológico es que el paciente puede razonar con total normalidad, pero no puede detener por sí solo el proceso de razonamiento, el cual es potencialmente infinito ya que siempre hay posibles consideraciones adicionales a incluir.
En la interpretación del caso, el doctor Damásio concluye que la lesión que tiene el paciente y le impide detener su proceso deliberativo y tomar la correspondiente decisión, no radica estrictamente en el neocòrtex ni en su capacidad cognitiva, sino en la afectación de una función emotiva límbica encargada de cortar la argumentación racional cuando mantenerla abierta indefinidamente deja de tener sentido ‘emocional’ y de acuerdo con la urgencia de la situación.
Por eso, el neurocientífico David Eagleman (2011) describe el funcionamiento del cerebro como un muy complejo conjunto de nodos conectados entre sí, sin un centro de control único ni todopoderoso. La mayor parte de las funciones se llevan a cabo interrelacionando de forma horizontal distintos nodos, sin que siempre predomine el mismo o uno concreto, es decir sin que haya algo así como una decisión última situable permanentemente en un único punto.
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