Pues bien. Ni ‘¡fiat ratio et pereat mundus!’, ni ‘¡fiat afectus et pereat mundus!’. Creo que no hace falta que nos alarguemos con estas consideraciones para sentar como principio que propiamente ni las aportaciones del giro intelectivo ni tampoco del afectivo deben estar plenamente depuradas de barbaries, irracionalidades o totalitarismos como los mencionados.
Pero sí que debemos considerar importante e incluso una tarea esencial de nuestro tiempo: investigar con la maxima profundidad en la complejidad humana, reequilibrar sin mentiras eufemísticas las distintas facultades y sintetizar realista, eficaz e interdisciplinariamente todo lo que vamos descubriendo bcon los mejores estudios biológicos, psicológicos, sociales, jurídicos y políticos. Con el objetivo prioritario de determinar todo lo que es y puede llegar a ser lo humano. Pues, sin ello, somos ciegos respecto a nuestro propio ser, a la naturaleza y condición humana.
Evidentemente esos importantes estudios todavía por concluir en un futuro aún abierto, incluyen en lugar destacado -a nuestro juicio- los estudios jurídicos y filosóficos, que deben ser profundamente trabados, interdisciplinares, holistas y macro. Y en todos ellos el llamado giro afectivo es una fórmula quizás parcial y no muy afortunada pues incluye facultades y saberes a reequilibrar puestos en relación con todos los otros.
No es el momento aquí para explicitar todas las razones para este y otros relevantes ‘giros’, pero queremos apuntar una que surge como un efecto colateral imprevisto del gran éxito obtenido por el giro intelectivo y es: el propio brillo deslumbrante de esa superfacultad que es la incorruptible, poderosa y crítica racionalidad, la cual -como apuntaban Horkheimer y Adorno (1998)- puede recaer de forma sorprendentemente fácil en el mito. Especialmente, cuando de forma poco ‘razonable’ se autolimita drásticamente a razón meramente instrumental, fría, abstracta, incorpórea, ejercida en un neocórtex presuntamente aislado del resto del cerebro y focalizada solo en lo intelectivo. Por eso Spinoza avisaba que nadie sabe todavía qué puede llegar a hacer un cuerpo y lo hacia en una desesperada búsqueda de la ‘mens sana in corpore sano’.
Pues Spinoza temía el peligro resultante del éxito indiscutible y deslumbrante del giro intelectivo: que se cayera en el error de valorar tan solo una minúscula parte de lo humano, olvidando de que ello solo explicaría una milésima parte de los comportamientos y facultades humanos. Pues como reconocieron humildemente Spinoza, Hume, pero también Kant, los humanos tan solo actúan con plena y fría ética racional en momentos limitados de la vida o -como mucho- de cada día.
Kant lo confiesa cuando constata que la actuación
ética conforme al imperativo categórico (que recuerden comporta ni más ni menos
que: seguir estrictamente una máxima autootorgada libremente que pudiera ser
generalizada universalmente para todos los humanos) es algo que muy poca gente
puede hacer, al menos habitualmente a lo largo de su vida. Como sabía del ‘mal
radical’ que habita en todos los humanos, humildemente Kant aceptaba que
incluso él tampoco actuaba en todo momento conforme al imperativo categórico.
Porque sencillamente -concluye- eso es una pretensión suprahumana, que solo
Dios parece capaz de cumplir.
A partir del artículo ‘Todavía no sabemos todo lo que puede lo humano: Macrofilosofía del giro afectivo’ de Gonçal Mayos (pp. 8-29), en Direito, política, afetos: O preço do futuro de Ana Clara Reis Queiroz, Filipe Terra Lupoli Nirschl, Gustavo De Freitas, Paulo Afonso De Ávila Carvalho F° & Yasmin Nunes Soares (organizadores), Ed. LAECC (Brasil), 2025, ISBN 978-65-88563-99-,1ISBN-13: 978-6580358304, 432 pp. Véanse los posts: - TODAVÍA NO SABEMOS LO QUE PUEDE LO HUMANO, - GRANDES 'GIROS' REEQUILIBRADORES, - CONTRA EL OLVIDO DEL THYMÓS HOMÉRICO, - AFECTOS HOMÉRICOS Y GIRO INTELECTIVO, PODER E INDIGNACIÓN: SLOTERDIJK Y HESSEL, - MACROFILOSOFÍA DEL GIRO AFECTIVO, - AFECTO ONTOLÓGICO Y EMOCIÓN ÓNTICA, - POR LA HARMONÍA DE LAS FACULTADES HUMANAS, - ¿USAMOS INSANAMENTE LA RAZÓN?


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