Actualmente, el debate alrededor de la globalización ha desplazado el hegemónico en las últimas décadas: la posmodernidad. Parece que el único consenso claro sobre la sociedad “posmoderna” es que –sea lo que sea- seguro que es “global” o “globalizada”. De la famosa condición posmoderna parece que el consenso mínimo común que hoy por hoy ha quedado es precisamente la “globalización”.
Sin embargo, tampoco aquí las
cosas son tan claras. Primeramente porque que en muchos aspectos la
globalización tiene un origen o una genealogía muy antigua. Comenzaremos con
una definición. La globalización es un complejo proceso de larga duración que
evidencia la comunicación e interdependencia de todo el planeta Tierra[1].
En la actualidad, la
globalización se manifiesta en una gran cantidad de aspectos, si bien no van al
mismo ritmo. Así la globalización económica (especialmente la financiera), la
tecnológica (especialmente en la comunicación), en el turismo y en los riesgos
epidémicos[2] y medioambientales ha
logrado un desarrollo mucho más grande que la cultural, civilizatoria, en el
conocimiento o en la circulación laboral de la población. Ahora bien, incluso
estas últimas se han avanzado a la globalización social, política, en los
derechos civiles o en la calidad de vida (donde hay que reconocer que la
globalización lograda es muy limitada).
Por ello en la actualidad, nadie duda de la práctica imposición en todas partes
de un mismo modelo económico y tecnológico; también todo el mundo lamenta la
carencia de globalización en el conocimiento humano o teme la creciente
uniformización global de las culturas y civilizaciones. Mucho más ambivalente
suele ser la reacción respeto a la circulación laboral de la población y ante
los nuevos riesgos medioambientales, pero muy pocos dudan del impacto que tiene
en ello la creciente globalización. Por contra, prácticamente todo el mundo
considera todavía un ideal utópico la necesaria convergencia global en lo
social, político, en los derechos y en la calidad de vida.
Como hemos visto hay una gran diversidad de ritmos y de impactos efectivos
dentro de la globalización. Precisamente porque el desarrollo logrado en cada
uno de sus aspectos es incomparable con el de los otros, tenemos que
especificar y matizar en cada caso a cuál nos referimos. Además las reacciones
provocadas ante cada uno de los aspectos suele ser muy diferente.
Prácticamente nadie parece
manifestarse en contra de la deseabilidad de que la calidad de vida (por ejemplo:
sanidad, escolarización...) lograda por los países más avanzados se extendiera
también a los países más pobres. Ahora bien, como que esta globalización va
mucho más retrasada respecto a la financiera, económica, tecnológica y de
riesgos epidémicos y medioambientales, normalmente se la olvida y se destacan
–en cambio- los otros aspectos negativos o peligrosos de la globalización.
Por ello, los nuevos movimientos sociales que son críticos a estos aspectos (a
pesar de que puedan defender otros como el mencionado) son denominados
simplemente como “altermundistas” o “antiglobalización”. Es fácil entenderlo
pues es indiscutible que hoy en día los efectos negativos de la globalización
parecen haberse avanzado a los positivos (que también son muy importantes) y
–sobre todo- son más visibles para el conjunto de la población.
Como muy bien percibió Zygmunt Bauman (2003, p. 81), tendemos a hablar de globalización refiriéndonos “ante todo, a los efectos globales, claramente indeseados e imprevistos”. Vemos en la globalización un destino que nos ha “caído” encima y que tenemos que cargar en contra de nuestra voluntad, y no como algo que hacemos entre todos, que es el resultado de nuestra acción colectiva en el mundo y que es uno de los efectos más importantes de la historia humana. Ciertamente la globalización nos da miedo y nos desorienta porque –a pesar de que la hemos hecho entre todos- todavía “No tenemos ni sabemos a ciencia cierta como obtener los medios para planificar e instrumentar acciones globalmente.” (Bauman, 2003, p. 81)
Como muy bien percibió Zygmunt Bauman (2003, p. 81), tendemos a hablar de globalización refiriéndonos “ante todo, a los efectos globales, claramente indeseados e imprevistos”. Vemos en la globalización un destino que nos ha “caído” encima y que tenemos que cargar en contra de nuestra voluntad, y no como algo que hacemos entre todos, que es el resultado de nuestra acción colectiva en el mundo y que es uno de los efectos más importantes de la historia humana. Ciertamente la globalización nos da miedo y nos desorienta porque –a pesar de que la hemos hecho entre todos- todavía “No tenemos ni sabemos a ciencia cierta como obtener los medios para planificar e instrumentar acciones globalmente.” (Bauman, 2003, p. 81)
Total del artículo en los posts: ¿SOMOS GLOBALES?; HUMANIZAR Y EMPODERARSE DE LA GLOBALIZACIÓN; UNA ESPECIE, UNA GLOBALIZACIÓN; GLOBALIZACIÓN IMPERCEPTIBLE; CRUEL GLOBALIZACIÓN MODERNA; REFLUJO DE LA GLOBALIZACIÓN DE HEGEMONÍA OCCIDENTAL; y GLOBALIZACIÓN CIVILIZATORIA ¿SIN IGUALACIÓN SOCIAL?
Publicado en: “GENEALOGÍA DE LA GLOBALIZACIÓN” de G. Mayos en la revista Clivatge. Estudis i testimonis sobre el conflicte i el canvi social, ISSN electrónico: 2014-6590. The Observatory of Social Conflict (OSC)
[1] Por eso a menudo se usa el
término “mundialización”. Pero nosotros –a pesar de que se pueden hacer algunas
interesantes matizaciones- consideraremos aquí los dos términos como sinónimos
y preferiremos usar la palabra de origen anglosajón “globalización” más que no
la de origen francófono “mundialización”.
[2] Un claro ejemplo de los riesgos
de la globalización para la salud es la rápida extensión del virus del sida en
todo el mundo. Pero hay parecidos antecedentes históricos como la famosa “peste
negra” de mediados del siglo XIV. Tanto la extensión del sida como de la “peste
negra” sólo han sido posibles por los crecientes procesos de globalización. En
el siglo XIV la peste fue llevada por los primeros barcos (en concreto por las
ratas que los habitaban) que de manera directa o casidirecta enlazaban los
puertos mediterráneos (Venecia, Génova, Barcelona, Valencia...) con los del
Extremo Oriente (donde apareció la enfermedad). No nos tiene que extrañar que,
actualmente, el sida haya viajado tanto en las primeras clases de los aviones
como en las peores condiciones de la inmigración ilegal.
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