La humanidad precisa para su pleno desarrollo de una vida familiar plena y autónoma, que potencia y extiende la socialización, inclusión y el reconocimiento de los individuos en la sociedad, las instituciones y la participación política. Nos resulta difícil separar el nivel social (el tercero) y de estima (el cuarto) de Maslow pues, si bien es fácil distinguirlos, se mezclan profundamente en muchas funciones cumple el hogar humano.
Pues, como argumentan muy bien Axel Honneth (1997), Hannah Arendt (1993) y psicólogos especializados, tanto la autoestima del individuo como su identidad se construyen a partir del reconocimiento ajeno, de la mirada del conjunto de la sociedad. Desde allí -incluyendo la familia- se proyecta la primera identidad y, sólo más adelante en la adolescencia y la madurez, los individuos negocian conflictivamente esa primera determinación. Por eso, Jean-Paul Sartre dirá agudamente que cada persona es responsable de lo que ha llegado a ser a partir de lo que los demás han hecho con él. Y afirma que los humanos son libres, en el sentido de que cada uno es responsable no de todo lo que le ha sucedido, pero sí de lo hace a partir de lo que la sociedad… ha hecho con él, a partir de las determinaciones de todo tipo que ha recibido.
Pues bien, incluso para el muy complejo que ahora analizamos brevemente, los humanos también necesitan imprescindiblemente del hogar. Pues, sin él, resulta difícil una correcta construcción de la intimidad conjuntamente con la familia, los amigos o “otros-como-yo”.
Ello incluye la protección frente a la dispersión familiar forzada e –incluso- a la exposición permanente a las miradas ajenas (H. Arendt). Por lo tanto. el hogar, además de un lugar físico, es el ámbito de interacción cercana e íntima donde construir las necesarias hipersociabilidad, empatía y ayuda mutua familiar… Pues no debemos olvidar que fácilmente se proyectan y tienen influencia en el comportamiento fuera del hogar y en las relaciones sociales mucho más amplias y complejas.
El hogar resulta imprescindible para que los humanos puedan llevar a cabo adecuadamente las tareas familiares de reproducción, crianza infantil, educación básica, aculturización y cuidado de los enfermos, dependientes y ancianos. Durante milenios estas esenciales funciones se han realizado en práctica exclusiva dentro de la familia y del propio hogar. Actualmente una parte ha sido asumida por otras instituciones (escuelas, hospitales, geriátricos...), sin embargo, la familia y el hogar continúan siendo esenciales. Por tanto, su carencia comporta un alto coste para los colectivos sin hogar y una profunda vulneración de sus derechos humanos.
Todavía no se han analizado rigurosa y exhaustivamente las patologías asociadas al déficit crónico que padecen las personas sin hogar. Pero todo indica que son muy profundas, física y psicológicamente estresantes, generadoras de un doloroso estigma social y altamente depresoras de la autoestima del propio afectado. La falta de un hogar familiar representa pues una decisiva vulneración que genera diversas patologías, casi todas muy negativas.
Cabe recordar que los humanos son mamíferos grupales y que a lo largo de toda su evolución han vivido en familias y sociedades -más o menos amplias- y siempre han tenido algún tipo de hogar. Eso último es cierto incluso antes de la sedentarización, pero lo es mucho más después, por lo que pocas alternativas hay tan influyentes para el adecuado desarrollo humano, en todos sus aspectos, como la dicotomía entre tener una casa o no tenerla.
Recordemos que las funciones del hogar familiar ya son tratadas en la primera parte (dedicada a la familia y al amor) de la Sittlichkeit hegeliana. También las trata Hannah Arendt en distintas partes de su obra La condición humana (1993) y Axel Honneth (1997) como parte del necesario reconocimiento (Anerkennung) afectivo y para el desarrollo de la autoconfianza, el amor, el cuidado y la estimación humanos. Son aportaciones hoy ya clásicas, si bien en todos los casos el paso del tiempo no ha hecho sino destacar nuevos aspectos y argumentos. Pues la no satisfacción de las funciones del hogar en la humanidad comporta siempre malestares, menosprecios, damnificaciones y patologías que tienen graves consecuencias para la condición y los derechos humanos.
A partir del artículo “Macrofilosofia del hogar, de su falta y de las necesidades humanas” de Gonçal Mayos (pp. 136-159) en A população em situação de rua e a questão da moradia, Daniel Gaio e Ana Paula S. Diniz, (Organizadores). Belo Horizonte: Impresa Universitária da UFMG, 2021, 283 p., Ebook, ISBN: 978-85-7470-054-0. Disponível em: https://www.bu.ufmg.br/imagem/000026/000026ff.pdf.
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