Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Mar 9, 2022

OSTRAS, TERMITAS, EL 'HOMBRE DE VITRUVIO' Y LA NAVE PIONER


Los caracoles y moluscos con concha solo pueden sobrevivir gracias a ese caparazón que les es totalmente imprescindible e inseparable. Por eso el caparazón forma parte de su cuerpo, de ellos mismos y del ser vivo complejo que son, hasta el punto de que sin esa concha no solo mueren, sino que incluso pierden su forma, su consistencia corporal y resultan irreconocibles. 

Por ello nos cuesta identificar por ejemplo una ostra si se presenta totalmente separada de sus conchas, al menos una de ellas. Entonces no logramos identificar qué puede ser ese ser vivo (pues durante unos minutos puede continuar con vida) con un cuerpo tan blando como informe. Incluso cuando estamos a punto de comerlas, parece que necesitamos de su concha para identificarlas.

Esos moluscos (que conforman uno de los reinos animales más extenso) son seres vivos prácticamente inseparables de sus caparazones, que no son otra cosa que sus hogares calcáreos. Y que han sido la base de todos los estratos y rocas calcáreas del mundo, pues se han formado de la acumulación y compactación de los hogares donde vivieron los moluscos muertos. 


Por eso nos admiran los cangrejos ermitaños que cambian de concha y pueden escoger como su casa una lata de cerveza. En eso son como los humanos que vamos cambiando de residencias -muchas veces también prefabricadas y 'robadas' a otros- y tenemos una relación instrumental con ellas. Pues, inevitablemente siempre necesitamos un hogar.

Pero parece que la analogía irónica termina ahí pues, si bien la imagen de un caracol o de una ostra es inseparable de su concha, los humanos más bien nos representamos a nosotros mismos separados de nuestros hogares, especialmente cuando queremos significar aquello más auténtico que nos hace humanos. Hay dos ejemplos especialmente simbólicos y conocidos por todos: el llamado ‘Hombre de Vitruvio’ dibujado por Leonardo Da Vinci y la placa de aluminio y oro que lleva la nave espacial Pioner en su trayectoria más allá del sistema solar.


En el primer caso vemos aquella imagen viral como pocas en que un hombre desnudo estira los brazos y piernas inscrito dentro de un círculo y un cuadrado. Sin duda es la imagen más influyente y usada para presentar la imagen que los humanistas promocionaron de nuestra especie. Queremos destacar aquí -que a diferencia de los moluscos con concha- el humano se proyecta e imagina en toda su magnificencia sin casa e incluso sin vestimentas. El animal más desprotegido según el relato prometeico ha alcanzado tales cotas de poder y de seguridad en sí mismo que se presenta y hace apología de sí con total desnudez.

En las placas gemelas de las naves Pioner 10 y Pioner 11, además de otros elementos muy interesantes, están grabados dos humanos -en ese caso macho y hembra- también desnudos. Tampoco muestran su ‘casa’ ni otras vestimentas, aunque sí hay dos referencias claras a la propia nave Pioner y -la más interesante- al tercer planeta del sistema solar el cual llamamos Tierra. Así, muy bella y realistamente, se sugiere que ese planeta es el verdadero hogar de la especie humana y de todos nosotros.


Aquí ya hay una consciente referencia a la casa sin la cual no podemos sobrevivir y que parece que estamos destruyendo entre todos. Pero, aun así y de forma muy orgullosa, la tradición humanista ha prescindido de mostrar o sugerir que los humanos necesitan para poder subsistir y desarrollarse como tales de esas ‘prótesis’ materiales que llamamos: casas, hogares, chozas, edificios, cavernas, cápsulas espaciales.

A pesar de que tales ‘prótesis’ materiales humanas (Sadin, 2017) son construidas técnicamente y no por secreciones del propio cuerpo, como las conchas o caparazones de los moluscos mencionados, mantienen en ambos casos una muy parecida relevancia para el propio buen desarrollo del ser que se cobija en ellos.


Tal similitud de la humanidad con otras especies que también construyen sus casas y hábitats es todavía más evidente con los insectos sociales himenópteros, como por ejemplo las termitas. Incluso física y estructuralmente, los termiteros se asemejan a los grandes edificios y rascacielos humanos. Podemos apuntar brevemente unas significativas similitudes que quizás sorprenderán a algunos: sus construcciones multiplican por más de mil el tamaño de cada individuo; definen infinidad de salas comunicadas y ventiladas de forma compleja y eficaz; sólo en hogares parecidos, las termitas y los humanos pueden desarrollarse plenamente e incluso sobrevivir; sus ‘casas’ corporeizan arquitectónica y urbanísticamente la naturaleza social de termitas y humanos…


A partir del artículo Macrofilosofia del hogar, de su falta y de las necesidades humanas” de Gonçal Mayos (pp. 136-159) en A população em situação de rua e a questão da moradia, Daniel Gaio e Ana Paula S. Diniz, (Organizadores). Belo Horizonte: Impresa Universitária da UFMG, 2021, 283 p., Ebook, ISBN: 978-85-7470-054-0. Disponível em: https://www.bu.ufmg.br/imagem/000026/000026ff.pdf.





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