Nos preguntamos si es posible traducir la poesía visual en palabras. Dos
ejemplos nos ayudan a situar y comprender la magnitud de la dificultad.
En primer lugar, analizamos la brillante interrelación del cuadro de Paul Klee Angelus Novus, pintado hace justo 100 años en 1920, con la reflexión e interpretación que llevó a cabo Walter Benjamin en Tesis sobre filosofía de la historia justo antes de su muerte en Port Bou.
A pesar o quizás
precisamente porque Benjamin lo llevó consigo y auscultó durante 20 años, más que una ‘traducción’ de lo visual a lo conceptual, configuran dos poderosísimas creaciones cruzadas.
A la misma conclusión llegamos con un ejemplo mucho más cercano y personal. Asumimos que el poesofema “Telogías del trigo, del maíz, del arroz” de G. Mayos difícilmente se puede considerar una ‘traducción’ verbal, lingüística o narrativa del poema visual de Toni Prat (ver imagen adjunta). Pero así tan solo hemos planteado el problema sin solucionarlo, debemos continuar.
Parece imponerse la teoría de Marshall McLuhan, que destaca la relevancia del canal comunicativo, pero también en este caso del medio explicativo y del tipo de metáfora escogido. Además, en el vídeo nos preguntamos si la dificultad para traducir lo visual a lo verbal -y viceversa-, también afecta a lo conceptual,a lo matemático, a lo técnico… Y así sucesivamente.
A partir de esas dos constataciones, nos preguntamos ¿Cómo se ve el poema
visual y cuál es su especificidad? Sin duda, el poema visual comienza con la
percepción ocular pero nos preguntamos dónde reside o aparece propiamente su “poematicidad”.
En otras palabras, si el poema visual es más bien un reto al ojo o a la mente,
si su ‘problema’ se plantea y resuelve más bien en lo que oculta o en lo básicamente mental,
conceptual, cognitivo, intelectivo…
Intentamos comprenderlo a partir de la teoría platónica de las ideas, donde la verdad de la percepción doxática y sensual está en la anámnesis o recuerdo intelectivo de las ideas. En cuyo caso sí que había una posible traducción de lo visual en conceptos. Pero aparecen nuevas dificultades y no se produce la disolución de lo sensual en intelecciones.
Encaramos y desarrollamos esas cuestiones con el famoso poema visual de René
Magritte conocido como La trahison des images o Ceci n'est pas une
pipe. Comentamos como metonímiamente lo que era una parte tan visual como
la pintura de una pipa en el cuadro de Magritte, mucha gente lo interpretó como el título del cuadro. Analizamos pros y contras de ese ‘error’ y constamos la dificultad
de encarar los poemas visuales como ‘simulacros’, que -como decía Jean
Baudrillard- no mienten, pues su verdad es simplemente su superficie.
Destacamos entonces como la magia y el genio del artista puede conseguir
que (de maneras muy distintas y creativas, a través de distorsiones
perceptibles, mediante metáforas sensoriales y usando todos los tropos en
imágenes) el poema visual ayude a ver de una manera otra. Eso vuelve a
enfrentarnos con el platonismo y la theoria como forma de ver
intelectiva.
Aquí Magritte vuelve a plantarnos retos muy significativos
y
nos muestra que el poema visual solo
culmina cuando impulsa una mirada otra. Para avanzar en esta perspectiva
analizamos el grafitti i magnífico ejemplo de poema visual que se ha venido a
llamar El lanzador de flores del misterioso artista Banksy.
Intentamos comprender como en todos los poemas visuales analizados hay una profunda dialéctica entre el ver y el entender, sin que en ningún momento tenga sentido dejar de ver lo que se muestra.
Insistimos en la relevancia de la noción de simulacro y llegamos a distinguir hasta cuatro maneras sutilmente distintas de ‘ver’. También profundizamos en muchas dificultades habituales para encarar el reto que representa un buen poema visual y apuntamos -recurriendo incluso a neucientíficos como Antonio Damasio- como los encara el ser humano.
En contra del platonismo más banal negamos que en ningún momento se deba
transcender lo icónico o visible. Analizamos también errores habituales ante un
poema visual recordando lo que nos explica Edgar Allan Poe en su narración La
carta robada. Decantamos dos hipótesis alternativas sobre la (im)posible
traducción verbal o conceptual de poemas visuales.
Continuamos nuestro análisis pormenorizado con el que nos parece quizás el
poema visual más antiguo conservado. Se trata de El Fresco del saltador que
data del 470 a.C. y que se ha encontrado en Paestum al sur de Nápoles. Contraponemos
la mirada actual sobre él con el hecho inquietante y muy significativo de que está
pintado en la tapa de un sarcófago de una muy antigua necrópolis etrusca de
hace unos 2.500 años, cuando no existía toda la cultura hedonista del turismo. Asumimos
pues, que ese
salto extrañamente sostenido en el aire no está pensado para reflejar los
placeres de la vida sino de la muerte.
A través de este periplo dialéctico, concluimos la insuficiencia de las hipótesis que centran el poema visual sobre el ojo (en cuyo caso sería completamente inconmensurable con lo verbal o intelectivo) o tan sólo sobre la cognición (en cuyo caso sería fácilmente traducible).
En cambio destacamos la especificidad indefectiblemente icónica del poema visual que propone otra forma de ver, la cual no obstante no es el mismo entender de una poesofía. Tampoco puede reducirse a ninguna narración literaria, explicación científica, algoritmo informático, demostración matemática, experimento, dispositivo tecnológico, etc.
No comments:
Post a Comment