Asumimos, pues, que sin un mínimo de control no hay vida humana, ya que la
humanidad ha evolucionado tanto controlando su entorno tecnológicamente
(Bernard Stiegler) como autocontrolándose (Peter Sloterdijk en sus libros Tienes
que cambiar tu vida y El parque humano).
También aquí nos encontramos con dos procesos correlativos. La humanidad ha
ido evolucionando impulsada por los cambios de su nicho ecológico como, por
ejemplo, la degradación del medio arborícola donde se originó la especie para
cada vez más caminar por suelo y desarrollar su decisivo bipedismo.
Relativamente pronto aprendió a cambiar en su favor el entorno natural, aunque
fuera con comportamientos inconscientes o de los cuales no captaba todas sus
consecuencias.
Un ejemplo estudiado por los arqueólogos de la hominización y que se ha
constatado también por los antropólogos sociales que han investigado grupos de
cazadores recolectores que todavía viven como los ancestros prehistóricos: es el
temprano uso del fuego para aprovechar sus efectos, por ejemplo para cazar,
para favorecer las plantas que consideraban más útiles frente a los bosques o
para facilitar una incipiente agricultura.
Pero, además, la humanidad ha evolucionado culturalmente aprendiendo -en
paralelo-a cambiar su comportamiento en sociedad y autocontrolándose
psicológicamente incluso en la intimidad. Ya Norbert Elias (1987) estableció
que no solo la filogenética humana ha evolucionado hacia el autocontrol de los
instintos individuales en sociedad, sino que las civilizaciones históricas
aceleran ese proceso, con la creación de estados cada vez más poderosos y
condicionadores de la vida humana, y el establecimiento de “modos” de
comportamiento estandarizados socialmente y “pacificados”. Muy recientemente, Marcel Cano (2020) ha
elaborado una excelente tesis doctoral donde analiza mecanismos humanos
implicados en esos correlativos control del entorno y autocontrol de uno mismo.
El proceso histórico humano ha comportado inseparablemente desarrollar el
poder y control tecnológico sobre el entorno natural, la aculturización y
control cultural de los grupos para con sus miembros y, a la vez, el creciente
empoderamiento individual en gran medida a través del autocontrol psicológico
sobre sí mismo. En definitiva, el
control sobre el entorno natural por parte de la humanidad es
correlativo e inseparable del autocontrol en las distintas sociedades y en la psiché
interior de las personas.
Como ya destacaba Hegel en su dialéctica del amo y el esclavo: empoderarse
frente a la naturaleza, el exterior y el prójimo es un proceso correlativo a
empoderarse interiormente, como sujeto y llegar a la autoconsciencia (Mayos,
2015). Por eso en esa dialéctica de la Fenomenología del espíritu nos
encontramos con la primera figura colectiva de la consciencia (Mayos, 2003) y,
a la vez, con el nacimiento del trabajo, la represión y la opresión, y del
reconocimiento recíproco de sí mismo y de los otros.
Sin un mínimo de control no hay vida humana, pues la humanidad es la
especie que más profundamente ha transformado su entorno y por eso seguramente
es la especie que más radicalmente se ha transformado a sí misma. En una
dialéctica que también ha devenido inseparable, ha añadido a su evolución
genética una más acelerada evolución cultural y tecnológica (véanse Edward
Wilson, Bernard Stiegler, y Yves Coppens & Pascal Picq). La humanidad es
una especie prometeica que evoluciona en su dotación genética, pero también en
su dotación técnica (el fuego de Efestos) y cultural (la sabiduría de Atenea).
Precisamente porque supera la estricta “evolución natural” para tener
desarrollos sobre todo “culturales” ya la mitología griega pensaba la peculiar “condición”
humana como diferente de las otras especies animales y como si fuera resultado
de un “robo” a los Dioses. Había la percepción clara de una cierta
excepcionalidad humana que, en cierto sentido, ya entonces la convertía en una
especie “casi divina” (Mayos, 2021) y
llamada a ser hegemónica (como también lo expresa el relato bíblico del Génesis).
Actualmente esa antigua percepción se ha revalidado con el advenimiento de
la era del “antroposceno” que -para muchos científicos- le otorga a la
humanidad un peligroso poder sobre el cambio climático, el resto de las
especies e incluso sobre su propia supervivencia. Hoy, el futuro de la práctica
totalidad de les especies animales y vegetales depende de la “huella” de la
humanidad sobre la Tierra.
Es interesante resaltar que, a pesar de que la
humanidad lleva muchos siglos cambiando su entorno ecológico, solo
recientemente su impacto ha alcanzado y está cambiando la globalidad del clima
del planeta. Por eso, el concepto de “antropoceno” tan solo fue popularizado
recientemente -por Paul Crutzen hacia el año 2000-, aunque ya fue acuñado por
Eugene Stoermer un poco antes en la década de 1980.
A pesar la secular tendencia de la humanidad a considerarse elegida por los
dioses e incluso a divinizase, solo muy recientemente se ha convertido en un
agente a la vez divino y diabólico, en tanto que ejerce efectos poderosos y
amenazadoramente apocalípticos tanto sobre sí misma como sobre el resto de las
especies e incluso el planeta entero.
Además, en la actualidad, el poder tecnológico humano parece tan enorme
como descontrolado, pues muestra una paradójica y muy peligrosa impotencia para
controlar su propio poder, reconducirlo benéficamente y apartarlo de las vías
destructivas que se están evidenciando (Mayos, 2021). Es como si cabalgara incómodamente
un tigre enfervorecido, del que no puede bajar pues teme que entonces será
devorado por él. Esperemos que se confirme la paradoja bellamente expresada por
el poeta Hölderlin de que «precisamente allí donde emerge el peligro, nace
también lo que cura».
La humanidad presente y futura precisa que su empoderamiento inseparable
del control técnico consiga éxitos comparables de humanización humana –si se me
permite el pleonasmo- hasta permitir que la especie pueda controlar el mismo
proceso “antropocénico” que ella ha desatado. Y, para ello, precisa tomar el
control de sus propias capacidades y poderes, para reconducirlos dentro de los
límites ecológicos sostenibles del planeta; evitando así tanto su
autodestrucción como su “vergüenza prometeica” (Günther Anders) y su “ignorancia
y superación prometeica” (Mayos, 2021) frente a sus propias creaciones.
Creemos que tal debía ser la intención última de Peter Solterdijk en su
famosa polémica con Jürgen Habermas a partir de su libro sobre “El parque
humano”. No en balde Sloterdijk lleva años trabajando sobre el concepto y los
mecanismos “antropotécnicos” que comportan un complejo proceso de autocreación
y autocontrol (Véase por ejemplo el libro de Sloterdijk Du mußt dein Leben
ändern. Über Anthropotechnik, 2009) que intentan equilibrar el creciente
poder humano sobre la naturaleza con su capacidad para armonizar sociedad e
individuo, los intereses a corto y a largo plazo. En términos de Sloterdijk la
humanidad ha adaptado a sí misma la práctica totalidad de los entornos
naturales de la Tierra, a la vez que ha ido asumiendo antropotécnicamente que “tenía
que cambiar” su propia vida en un complejo choque entre lo colectivo y lo
individual.
Actualmente, es cada vez más necesario que la humanidad tome el control
sobre su poder antropotécnico para armonizar y hacer sostenible en el tiempo su
capacidad para cambiar el mundo y, a la vez, a sí misma como especie, distintas
colectividades e infinitud de individuos; pues en caso contrario, cabe el
peligro de que las complejas dialécticas que analizamos en este artículo en
torno al poder y el control no encuentren el punto final -o ni tan siquiera
momentáneo- de reconciliación, superación o sublimación (Aufhebung) al que aspiraba la
historia universal según Hegel.
Ahora mismo, resulta cada vez más dificultosa esa síntesis hegeliana entre
la abstracción -en sí- con la exteriorización alienante -para sí- en una
reconciliación consciente y racionalizada -en y para sí-. La espontaneidad
particularizada de lo antropológico (espíritu subjetivo dice Hegel) parece hoy
difícilmente reconciliable con las instituciones políticas y con el nomos
jurídico objetivado, y aun menos en una conceptualización consciente expresada
a través del arte, de la religión y -en última instancia- de la filosofía (que
incluye según Hegel a la ciencia).
Pensemos que la reconciliación dialéctica hegeliana era la manera de pensar
la armonización de los poderes fácticos que chocan en la realidad
empírico-histórica bajo el control racional que les dé sentido de progreso.
Toda teoría, toda ciencia, todo conocimiento y todo significado creados por la
humanidad se esfuerzan para empoderarse y controlar racionalmente las fuerzas y
conflictos entre los que se encuentra inmersa.
Por eso, y como argumenta de mil maneras Foucault, el saber no es sino el
resultado del poder y todo poder solo puede ejercerse o controlarse a partir de
un cierto saber. Por eso poder y saber son dos caras de un mismo proceso en que
intentan controlarse mutuamente. Es una dialéctica muy hegeliana que vale la
pena recordar cuando acabamos de conmemorar el bicentenario de la muerte de
Hegel pero, sobre todo, cuando la humanidad se encuentra en una compleja
tesitura que hemos intentado analizar.
Por una parte, estamos comprendiendo mejor que nunca los complejos
mecanismos de la capacidad humana de control y de voluntad de poder; pero, por
otra parte, esos mecanismos se están aplicando actualmente de manera eficaz y
generalizada amenazando crear unas totalitarias sociedades del control. Nuestro
objetivo en el presente artículo ha sido tanto establecer un diagnóstico
realista de la situación actual, como aportar ideas para poder reconducir
democráticamente las nuevas realidades analizadas.
Forma parte del artículo “Dominar o empoderar. Dialéctica histórico-conceptual del poder y del control” de Gonçal Mayos (pp. 231-264) en Ciudadanía bajo control: Perfiles políticos y culturales, Norbert Bilbeny e Ignasi Terradas (eds.), Enrique Díaz Álvarez, Jule Goikoetxea, Francesco Petrone, José Antonio Estévez, Gonçal Mayos y Martha Palacios. Barcelona: Icaria editorial, 2021, ISBN: 978-84-18826-36-8, Depósito legal: B 19160-2021. Ver los posts: SER ES PODER Y CONTROL, DIFERENCIA ONTOLÓGICA APLICADA AL PODER Y EL CONTROL, PODER, CONTROL Y CONFLICTO COMO NEGATIVOS, POSITIVIDAD DEL PODER Y EL CONTROL, INSTITUIR EXISTENCIAS, VIDAS Y PODERES MARGINADOS, MICROFÍSICA DEL PODER DETERMINA LA MACROFÍSICA, ¿CÓMO SE ESCONDE EL PODER?, PODER Y DESTRUCCIÓN CREATIVA, PODER Y CONTROL: INSEPARABLES DE LA VIDA y ANTROPOSCENO: VIDA, CONTROL DEL ENTORNO Y AUTOCONTROL
Referencias bibliográficas:
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2 comments:
CASAS OLLER PERE AGUSTÍ (dimarts, 23 de novembre 2021, 09:07) diu:
Pot ser un bon complement la visualització d'aquesta reflexió de'n Joan Campàs sobre com estem cedint el control a les grans empreses tecnològiques.
https://www.youtube.com/watch?v=8BQnaL85CIE
Molt interessant com tot el que fa l'amic Joan Campàs. T'agraeixo molt que me n'hagis passat el link, Pere.
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