Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Nov 17, 2021

DIFERENCIA ONTOLÓGICA DEL PODER Y EL CONTROL

 
Cuando escribimos Ser en mayúsculas enfatizamos que se trata de aquella parte de la “diferencia ontológica” que no se refiere a algo concreto (una cosa o ente distinta de otras) sino al común, básico y esencial “ser” que todas comparten, pues todo lo que existe es Ser. En cambio, escribimos en minúsculas cuando hablamos de los seres, de los entes o de las cosas concretas que ahora pueden ser y luego ya no (o al revés). 

Heidegger define la “diferencia ontológica” entre ese Ser (que solo se opone a la Nada, incluye todas las cosas existentes y es una característica necesaria mientras haya algo existente) y los entes concretos que azarosamente pueden ser, dejar de ser o llegar a ser. Esos entes cambian y desaparecen, pero mientras no reine la Nada absoluta siempre habrá Ser.

Desde esa otra perspectiva de la “diferencia ontológica”, hay que hablar de entes en plural, como también son plurales los tipos de poderes y de controles que hacen que choquen entre sí. Pues las cosas reales pero azarosas tienen que luchar para “existir o ser” las unas en lugar de las otras. Además, todas requieren de algún “principio de razón”, alguna causa o algún poder que las haga imponerse en la existencia a las otras, aunque solo sea momentáneamente.

Pues, como expresa brillantemente el lema escolástico que Hegel insiste en imputar a Spinoza: omnis determinatio est negatio, toda determinación es negación. Por tanto, aunque es necesario algún poder para ejecutar algo, ese algo es siempre una opción frente a otras, una determinación que está en lugar de muchas otras y una posibilidad entre otras. Por tanto, toda ejecución, efectuación, posibilidad, opción o determinación niega aquellas otras que podrían haberse realizado en su lugar.

Todo acto es la exclusión de muchos otros actos que habrían sido posibles en aquel momento y lugar, si el que efectivamente ocurrió no lo hubiera sido. Por eso los escolásticos aristotélicos consideran que todo acto realiza sin duda una potencia (algo que era posible) pero a la vez priva (es “privación”) de algo que hubiera sido posible en su lugar.

En este sentido, el poder es la facultad que decide o controla la efectuación de unas potencialidades en lugar de otras. Pues, en primer lugar, el poder es poder ser, poder hacer que algo llegue a ser y, en contrapartida, no hay ser existente que no haya surgido de un poder que lo haya convertido en acto. Todo ser presupone un poder que es la causa o el principio de razón leibniziano en dos sentidos: el primero justifica que efectivamente haya Ser o Existencia en lugar de la Nada (es decir: nada en absoluto); el segundo justifica que exista determinado ente y no más bien alguna otra cosa en su lugar.

Partiendo de la diferencia ontológica heideggeriana, existir es, por tanto, el acto de un poder ser, de una potencia, de una capacidad creativa, de un empoderamiento. Todo lo que es es por un poder que le ha permitido existir, llegar a ser, actualizarse, pasar a acto. Por tanto, ser es resultado de esa potencia; ser es poder haber llegado al Ser. Desde esta perspectiva, el Poder es necesario y tiene una función básicamente positiva: es creativo y empoderador, genera un maravilloso “juego de suma mayor que cero” ya que permite el “milagro” de que haya Ser en lugar de la Nada. Pero eso solo es una parte del problema.


Ahora bien, según esa misma diferencia ontológica formulada por Heidegger, todos los entes coinciden en ser, todos son Ser, pero dos entes concretos no pueden coincidir en la misma coordenada espacio-temporal en un mundo euclideano como en principio es el nuestro. En él y para unas mismas coordenadas, si un ente es, el otro ente no puede “ser allí” (a Heidegger le gustaba resaltar ese sentido y etimología en el término Dasein).

En nuestro mundo, y según las reglas euclideanas, quizás pueden darse sucesivamente ambos entes, pero no coincidir en la misma coordenada espacio temporal. Por tanto, el existir de cada ente concreto excluye que pueda existir cualquier otro ente alternativo en la misma coordenada espacio-temporal. En definitiva, aunque podrían llegar a existir distintos entes potenciales, solo uno puede serlo en cada instante. Y el poder es la causa que determina que sea un ente concreto el que exista efectivamente en exclusión de otros muchos potenciales.

En consecuencia, desde la diferencia ontológica de Heidegger, el poder es la causa de que haya un ente y no otro, es el principio de razón suficiente de que un ente concreto efectivamente ocupe una determinada coordenada espacio temporal, en exclusión de cualquier otro ente.

Eso es lo que hace necesariamente que el poder no sea tan solo una condición creativa y empoderadora de lo que hay en la existencia, sino que también tenga consecuencias básicamente negativas. Por tanto, el poder puede ser pensado como causa general y la condición del Ser, de todo lo que hay; y -a la vez- como la causa y condición concretas de que haya un ente en particular y no cualquier otro posible. Así como la primera define un “juego de suma mayor que cero” que explica el “milagro” de que haya Ser y no más bien Nada; la segunda define un “juego de suma igual a cero” que explica la existencia de un ente concreto en lugar de otros. En la primera, poder ser es vista como una “ganancia” prácticamente sin contrapartida; mientras que en la segunda: todo poder es correlativo con otra impotencia, con otro poder menor al cual excluye, como este lo habría hecho con él de haberse impuesto.

Dado que dos entes concretos no pueden ocupar una misma coordenada espacio temporal y que, por tanto, sus existencias se excluyen mutuamente en esa misma coordenada, el poder aparece como una causa, condición y determinación de que exista precisamente un ente y no cualquier otro. Y ello comporta sin duda el empoderamiento y actualización del primero, pero también el desempoderamiento y privación de la existencia de los entes alternativos.


Como vemos, también para la cuestión del poder se aplica la diferencia ontológica: el Poder es la condición “positiva” de que haya Ser más bien que Nada, pero también es condición “negativa” de que sea un ente concreto el que exista en una misma coordenada espacio temporal en exclusión de cualquier otro de los posibles. Omnis determinatio est negatio.

Continuando con nuestro análisis a partir de la diferencia ontológica, la condición “positiva” del Poder remite a una axiológica no necesariamente conflictiva, pues los humanos tendemos a valorar positivamente que haya Ser más bien que Nada. Ciertamente podría ser visto de otra manera, pero no dejaría de ser un mero juego lógico y hay que reconocer la tendencia humana tradicional a preferir que haya Ser en lugar de Nada.

En cambio, los problemas surgen y se convierten en intrínsecamente conflictivos cuando atendemos a la condición “negativa” del Poder. Pues los humanos -y nos atrevemos a decir que todos los seres que existen- tienden a valorar como “bueno” el poder concreto que ha “determinado” su existencia, mientras valoran como “malo” aquellos que los habrían excluido. Sobre esta base, resulta inevitable una cierta guerra axiológica, pues un mismo poder puede ser visto como bueno o malo según los intereses en juego.

Pues, aunque ciertamente los entes no existentes no pueden valorar en absoluto su no existencia, existen continuamente exclusiones parciales de ciertos aspectos o beneficios de la existencia que generan “intereses” opuestos en los implicados, enfrentándolos entre sí. Por ejemplo: indefectiblemente unas coordenadas espacio tiempo concretas y unos roles sociopolíticos “ocupados” por unos entes existentes pueden ser menos deseables que otros.

Así, aparecen conflictos -fácilmente violentos- por apoderarse por los más deseables. Incluso aparecen interminables discusiones que enfrentan a los distintos agentes implicados respecto a la valoración ideológica de los poderes concretos que han favorecido -con las coordenadas o tipos de existencia más deseables- a unos en detrimento de los otros. Es por ello por lo que resultan inevitables -en última instancia- tanto las guerras violentas como las “culturales o ideológicas”.

Forma parte del artículo “Dominar o empoderar. 
Dialéctica histórico-conceptual del poder y del control” de Gonçal Mayos (pp. 231-264) en Ciudadanía bajo control: Perfiles políticos y culturales, Norbert Bilbeny e Ignasi Terradas (eds.), Enrique Díaz Álvarez, Jule Goikoetxea, Francesco Petrone, José Antonio Estévez, Gonçal Mayos y Martha Palacios. Barcelona: Icaria editorial,  2021, ISBN: 978-84-18826-36-8, Depósito legal: B 19160-2021. Ver los posts:
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