Gonçal Mayos PUBLICATIONS

Gonçal Mayos PUBLICATIONS

ht tp://orcid.org/0000-0001-9017-6816 : BOOKS , BOOK CHAPTERS , JOURNAL PUBLICATIONS, PRESS, Editor, Other translations, Philosophy Dicti...

Jun 11, 2019

KANT: FILÓSOFO REALISTA DE LA PAZ



Contra el tópico, la paz no ha sido un habitual tema de la filosofía. ¡Aún menos ha sido una cuestión que los filósofos hayan tratado realistamente y en términos colectivos! Dos tendencias han sido las más habituales:

Por una parte se ha deseado tanto la paz que se la ha imaginado con los más engalanados ropajes de la fantasía. Es decir se la ha postulado sin tener en cuenta que se la estaba definiendo como un ideal imposible y utópico. Freud diría que se ha impuesto el principio del placer por encima del principio de realidad, con lo cual se ha fantaseado con una paz idílica e inexistente.

Por otro lado se ha sufrido tanto por la ausencia de paz que se ha sacrificado todo por ella. Especialmente se ha prescindido del Otro y de la necesaria componente colectiva de la existencia propiamente humana. Entonces, los doloridos humanos aterrorizados por la guerra y la discordia suelen tender a apartarse de la sociedad (y también de la realidad) para aislarse. 


Lo hacen en la más completa soledad o en un reducido grupo de amigos, de “otros-como-yo” que también lo sacrifican casi todo por un poco de paz. Especialmente sacrifican a lo radicalmente otro que en la humanidad suele significar a los “otros-que-yo” pues -como insistía Sartre- “el infierno son los otros”. 

Ahora bien un humano separado de la humanidad sólo puede encontrar la “paz de los cementerios”, la cual es la única que puede satisfacer el ideal utópico extremo de los ingenuos. Muy al contrario, Kant es consciente que la guerra y violencia destruyen de una manera u otra la vida que es el bien más preciado para las víctimas y cualquier persona consciente. Por eso, Kant no puede reivindicar una revolución violenta aunque la lleve a cabo -como en su época- “un pueblo lleno de espíritu” y que reclama justicia como era el francés en 1789.

Como Hobbes, Kant interpreta que la anarquía violenta solo respeta el derecho del más fuerte y coloca a todos en el caos más absoluto e inseguro. Por eso piensa que la paz es también condición para que sea posible algún derecho, la justicia y –de alguna manera- todo orden político-colectivo humano digno de este nombre. Como argumenta Rodrigo Marzano –en su  excelente libro- la opción es para Kant y su modelo de modernidad ilustrada una opción racional y planeada políticamente. 

Pero por otra parte, Kant también sabe que la dignidad y el sentido de justicia de los humanos difícilmente soportarán una ausencia persistente de una mínima equidad o la persistencia de leyes manifiestamente injustas. Pues la misma humanidad que ejecuta “insociablemente” las peores injusticias, también presupone –en el mejor sentido de “sociablemente”- ese sentido de la equidad que –según el Protágoras de Platón- Zeus exigió para todo aquel que quiera vivir en sociedad. 

Todavía hoy, Kant es seguramente quien más profunda y macrofilosóficamente (como resalta Marzano) ha pensado las condiciones de posibilidad de la paz internacional y su importancia para una vida humanamente digna. Ésta no es “la paz de los cementerios” (como argumenta en el inicio de su escrito Sobre la paz perpetua), la cual es más bien la condición del despotismo político y espiritual que Kant quiere superar. 

Ahora bien, su realismo político obliga a Kant a valorar la paz como condición radical e imprescindible de todo orden político y jurídico, así como de la efectividad de los derechos humanos y las garantías más básicas como el derecho a la vida. Por eso Kant sostiene que todo efectivo derecho, orden, garantía legal… presuponen y comienzan con la paz.  

Coincide con Hobbes en que todo derecho y garantía más allá de la propia fuerza comienza con el estado civil, siendo inexistentes en el estado de naturaleza. Lamentablemente, la amenaza de instaurar violentamente la “paz de los cementerios” (sólo basada en el miedo a la  muerte) suele ser la primera, más básica y brutal condición del orden, que instaura una ley o justicia meramente “positivas” con independencia de toda justicia o equidad racional.

Sin duda Kant pensaba y deseaba legitimar sobre todo la paz garantizadora de la plena dignidad humana, pero su planteamiento también resulta válido y coherente para la paz obtenida por mera obediencia y terror (la paz de los cementerios). Por tanto Hobbes y quizás teóricos aún más descarnados del autoritarismo, aparecen amenazadoramente detrás de los –siempre muy dignos y humanos- argumentos de Kant.

Por otra parte Kant consigue dibujar transcendentalmente las condiciones de posibilidad de la paz mundial y un orden cosmopolita que pueda garantizarla. Ahora bien, a pesar de la lucidez de muchos de los “Artículos Preliminares” formulados en La Paz Perpétua tiende a permanecer en el plano de las condiciones de posibilidad de unas realidades futuras y del deber, con lo que faltan los elementos empíricos que hacen plausible su realización efectiva (sin caer en la falacia naturalista que teorizó Hume). 

Concentrado específicamente en esa tarea, Kant consigue obviar las múltiples dificultades que tales condiciones transcendentales de una realidad futura (hoy –por tanto- hipotética) inevitablemente encontraran para realizarse efectiva e empíricamente (como le critica Hegel). Y es que, con su magistral distinción y separación arquitectónica de problemáticas y ámbitos, Kant deja para otros escritos (por ejemplo de filosofía de la historia) el apuntar los mecanismos reales que plausiblemente pueden impulsar la humanidad históricamente existente en dirección a la paz perpetua y hacia un orden cosmopolita

Sería el caso y siguiendo Hume y Adam Smith del comercio como un mecanismo que afiance la paz y un orden internacional. Sin duda el pacífico comercio genera dependencias y beneficios mutuos que desincentivan el uso de la violencia. De hecho éste ha sido el camino básico de la Unión Europea, pues las facilidades para el comercio y lo económico se anticiparon a los actuales avances en lo jurídico, político y social (que todavía deben profundizarse mucho).  

La historia parece jugar a favor de esa pacificación a través del intercambio, pues en el actual capitalismo cognitivo turboglobalizado, el aislamiento de las transacciones económicas y –quizás sobre todo- de las novedades tecnológicas tiene un coste importantísimo que los países difícilmente pueden asumir. Por ello ese mecanismo tiene hoy una fuerza seguramente superior a la que tenía a finales del siglo XVIII.

Ahora bien el gran mecanismo real propuesto por Kant es lo que llama la “insociable sociabilidad” que también ha sido clave para la instauración de la Comunidad Europea. Ese nombre de raíces kantianas fue usado inicialmente para evitar términos más ambiciosos como “Federación”, “Confederación” y ya no digamos “Estado Europeo”, que todavía hoy se evitan cuidadosamente. Recordemos que, en origen, la actual Unión Europea era un intento de poner fin a la lucha intraeuropea por la hegemonía. Resultaba del miedo a volver a repetir las barbaridades de las guerras franco-alemanas, de los campos de exterminio o gulags y de las dos Guerras mundiales. 

Ello también encaja con la idea kantiana de que la “insociable sociabilidad” caracteriza a los humanos -incluyendo a los Estados enfrentados- hasta el punto que les impulsa a constreñirse mutuamente y generar algún tipo de orden articulador de los conflictos. Kant evita explicitar la crudeza de esa constricción mutua, pero sin duda no está muy alejado a lo teorizado por Hobbes o incluso Maquiavelo

Pero está en la base de la argumentación kantiana que la violencia y la guerra serían los mecanismos reales que –finalmente- tendrían que impulsar la realización de un pacífico orden cosmopolita. Por tanto la insociable sociabilidad impulsa la paz a través del profundo rechazo humano ante los costes enormes resultantes de la ausencia de paz. Sólo así –como si fuera un “plan oculto de la naturaleza” dice Kant- las vigilancias y coacciones mutuas de la “insociable sociabilidad” humana podrían llevar a la humanidad a construir conjuntamente un orden donde cada uno trate a los otros como desea que se le trate a él. Ciertamente algo de esa dialéctica está en el proceso que ha llevado a la actual Unión Europea.

Notemos que aquí el impulso es una ambivalente naturaleza humana: medio pacífica, altruista y buena; medio agresiva, egoista y mala. Pues los humanos no pueden vivir en soledad y sin el prójimo, pero a la vez fácilmente ceden al impulso de instrumentalizarlo y dominarlo. La humanidad experimenta y está constituida por ese dilema pues está hecha –dice Kant- de una madera irremediablemente torcida. Como en el bolero, la humanidad percibe que: “Ni contigo ni sin ti, tienen mis males remedio. Contigo porque me matas. Y sin ti porque yo me muero”. 

Pues bien, sólo de esa paradójica relación entre los humanos –piensa Kant- cabe esperar y a muy largo plazo la construcción jurídica estable de un orden cosmopolita y una paz perpetua. Sólo de mecanismos de esa naturaleza puede pensar Kant en la construcción efectiva de una realidad o ser, que de alguna manera concrete empíricamente el deber ser y las condiciones transcendentales futuras que tan bien formula en otros escritos. Sólo así puede pretender Kant superar a la vez el utopismo idealizado y la falacia naturalista que separa el valor del hecho, el "deber ser" del "ser", lo que debería ser de lo que efectivamente es.

Así Kant muestra que, cuando quiere, puede ser también uno de los más lúcidos pensadores del realismo político. Fue capaz de afirmar que "incluso" un pueblo de diablos puede constituir una república, pero suponiendo implícitamente también que la "insociable sociabilidad" hace que la paz surja tanto de la naturaleza angelical-sociable humana como de la demoníaca-insociable. La paz surge entonces del temor a la guerra y sus consecuencias terribles. La paz es necesaria porque la insociabilidad hace que la humanidad se trate diabólicamente a sí misma hasta que la justicia impere en ella. 

Por tanto, el buen funcionamiento de la democracia no depende tan sólo de la moralidad o bondad de sus ciudadanos, sino también de la constante y celosa vigilancia de todos y cada uno. Como la paz, no depende únicamente de unas sencillas normas de procedimiento sobre la equidad e igualdad entre los ciudadanos, sino también de la convicción con que se defiendan y el miedo a las consecuencias terribles cuando no se respetan

Por eso cuanto más vigilante y exigente se muestre un pueblo con respecto a justas normas políticas y a sus derechos o libertades, mejor puede conseguir una democracia duradera. Ello incluye que el pueblo que quiere garantizarse la democracia se muestre comprometido vigorosamente a defenderla y a exigirla con todo su ser.

A pesar de ese lúcido realismo, hay que reconocer (y creo que Kant si viviera lo haría) que hoy en sus análisis (incluso los más realistas) se deben introducir consideraciones y planteamientos que van más allá de los posibles para su época. Así Kant piensa en La paz perpetua una futura “comunidad de naciones” que –sin duda- es el antecedente más claro de la ONU y otras organizaciones actuales de gobernanza mundial. 

Ahora bien Kant lo hace todavía dentro de un marco westphaliano que considera indiscutible la soberanía de los Estados-nación. Por eso no se atreve a formular a fondo la posibilidad de un verdadero “Estado mundial” o de organizaciones que, de alguna manera, pongan en cuestión esa soberanía última del Estado-nación.

Eso le provoca a Kant muchos problemas para pensar el paso del “estado de naturaleza” entre los Estados –donde cada uno de ellos actúa como un individuo en lucha y competencia con todos los demás- hacia un “estado civil”, pacífico y con un orden cosmopolita garantizado por leyes justas. Pero –también necesariamente- por algún tipo de poder coercitivo capaz de someter a los “leviatanes” modernos, a los propios Estados. 

Ahora bien, abrirse a una perspectiva “postwesphaliana” era algo que Kant y su época tan solo pudieron transitar con la imaginación. Incluso hoy -hay que reconocerlo- todavía está muy incipiente en organizaciones como la ONU o la UE, la nueva geopolítica multilateralista postguerrafría y el tan denunciado predominio de los mercados económicos-financieros sobre los Estados-nación y su “deuda soberana” (como ha puesto de manifiesto la crisispost2008).

Significativamente ese salto –ya un poco postwestphaliano hacia un verdadero Estado mundial- lo plantea el muy kantiano Hans Kelsen en La Paz por medio del Derecho (Ed. Losada 1946: 42ss). Constata que la exigencia de “un tribunal internacional dotado de jurisdicción obligatoria” comporta “la organización de un poder ejecutivo centralizado, es decir, de una fuerza policial internacional diferente e independiente de las fuerzas de los estados miembros, y poner esa fuerza armada a disposición de un órgano administrativo central cuya función consiste en ejecutar las decisiones del tribunal.” 

En definitiva, Kelsen exige un auténtico Estado mundial o al menos su núcleo básico. Pero la turboglobalización a finales de las dos primeras décadas del milenio –como Kant- no consigue hacer ese gran paso y se mantiene todavía en un punto intermedio, quizás más moderado, borroso y bastante utópico además de todavía westphaliano. 

Ciertamente tiene sus razones los que –como Chomsky o Wallerstein- han hablado del fin del sistema de los 500 años, que era claramente westphaliano aunque lo ven iniciarse con la colonización colombina. Ahora bien, tiene razón Saskia Sassen en que, no sólo el Estado-nación todavía ha sido superado ni integrado en un sistema ya postwestphaliano, sino que incluso continua siendo el principal agente que –con sus políticas- impulsa a veces procesos-inter e impone una cierta y kantiana “sociable insociabilidad” que va impulsando una creciente paz internacional.

Tendremos que analizar las posibilidades actuales para una paz mundial duradera y garantizada, seguramente desde una perspectiva postwestphaliana. Esa va a ser tarea de jóvenes investigadores como Rodrigo Marzano, para los cuales es una guía de primer orden –y afortunadamente- Kant y su proyecto de paz cosmopolita. Creo que con ellos el profundo anhelo humano de paz estará en las mejores manos.

Este es el posfacio que he redactado para Rodrigo Marzano Antunes Miranda y su libro Paz em Kant. Uma abordagem macrofilosófica do Projeto de Paz, en la editorial Conhecimento, Belo Horizonte (Brasil), 2019. Tiene prefácio de Durval Àngelo Andrade, apresentaçâo de Ricardo Henrique C. Salgado y postfácio de Gonçal Mayos Solsona.


Véanse los posts:


 


6 comments:

Esteve Trias said...

"Sólo así –como si fuera un “plan oculto de la naturaleza” dice Kant- las vigilancias y coacciones mutuas de la “insociable sociabilidad” humana podrían llevar a la humanidad a construir conjuntamente un orden donde cada uno trate a los otros como desea que se le trate a él". Aquesta idea és l'argument del llibre trimil·lenari EL ARTE DE LA GUERRA, de Sun-Tsu.
El mateix títol (El arte de la guerra), el trobem pel 6è capítol del llibre de Tomas Moro, UTOPIA. Només una frase: "Y más enfurecidos todavía, cuando sus agentes, a causa de leyes injustas o por una
interpretación pérfida de las justas, han sido objeto de vejaciones y de falsas acusaciones en el extranjero."
Penso que la pau és incompatible, a nivell individual si més no, amb l'Imperatiu categòric moral. S'exigeix més a un sol individu que a una societat en conjunt? L'individu sol s'ha de comprometre fins a les últimes conseqüències, mentre que les nacions poden trascendir la realitat per construir una pau com a valor "per sé"? O fem servir la "doctrina Truman" quan ens convé defensar la justícia allà on feliçment ens conflueixin els interessos comuns...?
Cordial, Esteve.

Gonçal Mayos Solsona said...

Potser l'únic sentit legítim de la guerra -benvolgut ESteve- és aconseguir la pau. Cap aquí crec que van Sung-Tsu i Moro.

Pel que fa a la molt interessant pregunta sobre Kant: "S'exigeix més a un sol individu que a una societat en conjunt?" Crec que el que passa és que Kant no pot concebre que els col.lectius (nacions, estats...) puguin ser subjectes de la manera que ho són els individus humans.
Per això intenta trobar-hi un mecanisme com si fos un pla ocult de la naturalesa (l'impacte de la insociable sociabilitat) que obligui a que les constriccions entre els individus i grups, els obliguin a tots a optar i preferir conjuntament la pau per sobre de la guerra.

També per això el deure moral i l'imperatiu categòric no és aplicable a col.lectius que són només sumes d'individus o subjectes individuals.

toni prat said...

"També per això el deure moral i l'imperatiu categòric no és aplicable a col.lectius que són només sumes d'individus o subjectes individuals."

és que pot ser d'una altra manera... ???

Gonçal Mayos Solsona said...

És cert que les masses no "tenen consciència ni reflexionen" com ho fan les persones. ARa bé els col.lectius també generen dinàmiques específiques que es poden analitzar i que els diferencien. No tot és igual. Les diverses societats tenen comportaments molt diferenciats i que marquen importants diferències a valorar. Encara que també és cert que -com les persones- tenen contradiccions i no n'hi ha cap d'angèlica ni perfecte.

toni prat said...

D'acord però el comportament de les masses crec que sol estar a l'abast dels aparells del poder. Qualsevol mandatari o líder d'algun moviment, per mitjà de la propaganda i el suborn... pot capgirar els principis de col·lectius molt amplis i aparentment convençuts, com apostaria que va passar a EE.UU. amb Donald Trump, no fa gaire... Amb molta més facilitat es dona actualment que cada vegada més ens inflen d'inforamació/desinformació per a tot arreu...

Gonçal Mayos Solsona said...

SEmbla un risc creixent que amb la intel.ligència artificial aplicada als bigdata es pugui controlar el pensament. De totes maneres sembla que l'elecció de Trump va ser facilitada perquè hi havia molta població indignada amb l'establishment i que cercava un dinamiter com Trump.