Como hemos visto, en la modernidad la globalización fue conducida férreamente bajo hegemonía primero europea y después occidental. Así se llegó a un dominio global del mundo por parte de Occidente sin ningún precedente en la historia.
Los datos son absolutamente reveladores de la globalización imperial que analizamos: los europeos “controlaban el 35% de la tierra firme del planeta en 1800, el 67% en 1878 i el 84% en 1914. En 1920, el porcentaje llegó a ser todavía mayor, cuando el imperio otomano fue dividido entre Gran Bretaña, Francia e Italia.”[1] Tiene razón Huntington (2005, p. 63) al concluir que “En 1910, el mundo era más unitario política y económicamente que en ningún otro momento previo de la historia humana. {...} ‘Civilización’ significaba ‘civilización occidental’.”