¿Fue tan negativa la colonización? ¿Fue tan
terrible el mundo colonial, como se dice? ¿O más bien la colonización europea
fue la oportunidad histórica de extender la civilización y –más tarde- los
derechos humanos? Incluso reconociendo las muertes, opresiones y destrucciones
de todo tipo ¿puede decirse que lo bueno en la colonización compensa a lo malo que también hubo? ¿Valió la pena?
Los estudiosos han puesto de manifiesto
fidedignamente y con todo rigor las enormes masacres y la crueldad de los brutales
tratos; las violencias físicas, simbólicas y psicológicas; la persistente y
culpable exclusión de grupos humanos; la voluntaria subordinación cultural y consciente
depuración epistemológica; la extendida y sistemática discriminación racial… En
definitiva, está perfectamente datado que, allí donde llegó la colonización, provocó
la damnificación y el sufrimiento intensivos en casi todas las facetas de la
vida humana.
Ahora bien, también escuchamos que la
colonialidad -en tanto que “sistema de los 500 años” (Chomsky, Wallerstein) que
tan sólo hoy parece comenzar a superarse- no sólo tuvo ese lado malo, sino que
también tuvo su lado bueno. E incluso se insinúa –cuando no se afirma
explícitamente- que lo bueno compensa en mucho lo malo, ¡qué valió la pena, en
definitiva! En tal línea se suele argumentar por ejemplo que la colonización
europea extendió la “civilización” en el mundo, hizo posible que los derechos
humanos llegaran a lugares donde –de otra manera- nunca habrían llegado y –como
mínimo- “promovió el desarrollo económico” de los pueblos colonizados.
Desmitificada pues la imagen mítica e ingenua de
una colonización benévola, paternalista, educadora y civilizadora, todavía hoy
pervive un tópico que minimiza las atrocidades de la colonización y que, por
tanto, de alguna manera la legitima. Persiste en muchos la idea de que la colonización -al
menos- fomentó a largo plazo el desarrollo económico de los países colonizados,
aunque sin duda durante un lapso apreciable de tiempo los hundió en la guerra,
el caos, el expolio, la opresión y la esclavitud.
Por eso dediqué mi conferencia en la
Università de Napoli L’Orientale a desarrollar brevemente algunos argumentos
críticos que cuestionan radicalmente la pretendida mejora en el desarrollo
económico resultante de la colonización INCLUSO A LARGO PLAZO. Pues mostré que aún
reduciendo el análisis de las consecuencias de la colonización a los meros argumentos
productivistas y economicistas, ésta presenta un siniestro balance negativo.
Aunque ciertamente no en todas partes fue
igual la colonización y su balance final, y que hay que hilar fino y analizar
pormenorizadamente los casos particulares; el resultado de la colonización es
tremendamente negativo para las poblaciones y los países conquistados. Pues
instaura una perversa dialéctica colonial que ahora sabemos que continua en
muchos casos más allá de las independencias políticas formales de aquellos
países.
Así lo ponen de manifiesto los análisis a
largo plazo que elevan la mirada, llevan a cabo comparaciones amplias y analizan
macrofilosóficamente los muchos procesos implicados. Como muestra de ello, aporto
un breve análisis que sintetiza algunas conclusiones relevantes de mis análisis
“macrofilosóficos” sobre la larga y compleja dialéctica colonial.
Incluso, para evitar críticas de aquellos que
pueden aducir que los estudios postcoloniales a veces presentan sesgos
demasiado ideológicos, usaré para mi breve análisis macrofilosófico estudios reconocidos
generalizadamente. Especialmente me remitiré al muy reciente análisis
comparativo de los profesores Daron Acemoglu (de economía en el MIT) y James A.
Robinson (de politicología y economía en la Universidad de Harvard): Por qué fracasan los países. Los orígenes
del poder, la prosperidad y la pobreza. Acemoglu y Robinson titulan su
importante libro en clara inversión del clásico de Adam Smith (1776) pues, en
lugar de proponerse An Inquiry into the Nature and Causes of the Nations Wealth
e investigar la naturaleza y causa de la riqueza de los países, se preguntan
Why Nations Fail, ¿por qué fracasan?
Usando el ya famoso libro -a pesar de haberse publicado en el 2012- y algún texto
anterior, se puede analizar rigurosamente la influencia a largo plazo de la colonización en el
desarrollo económico de los países colonizados. Permite concluir
que el impacto en general e incluso a muy largo plazo es más bien negativo, aún
dejando de lado damnificaciones y crueldades muy bien determinadas como el
expolió de las riquezas, su traslado e impacto en la metrópolis coloniales y
–como he dicho- las infinitas crueldades de la colonialidad.
El motivo es que la colonización tendió a
crear una dialéctica colonial que se perpetuó mediante mecanismos que
dificultaban el desarrollo humano, bloqueaban la modernización e –incluso-
impidieron el progreso económico a largo plazo. Así se producirá en procesos de
colonización arquetípicos y conocidos por todos como los del mundo azteca,
maya, inca o del Imperio Mogol en la actual India.
Incluso veremos que en los casos donde a largo
plazo sí que se genera un progreso económico, éste sólo fue posible cuando la
colonialidad fue tan brutal y radical que prácticamente exterminó la población
indígena. Al parecer, sólo en tales casos, la colonialidad parece agotarse en
ella misma, romper su dialéctica de persistente exclusión y subordinación, y
abrir una expectativa de desarrollo económico a largo plazo.
Es decir: sólo cuando pueden y son
efectivamente exterminados los colonizados, los colonizadores pueden finalmente
romper la dialéctica metrópoli-colonia y así abrirse a una cierta
postcolonialidad –aunque sólo a costa del genocidio y la limpieza étnica (Michael
Mann El lado oscuro de la democracia. Un estudio sobre la limpieza étnica). Es
decir el tan valorado desarrollo económico sólo se consolida a largo plazo cuando resulta factible asumir el
coste brutal de la expeditiva eliminación prácticamente total del colonizado,
del “otro” colonial. Éste es el caso también muy conocido y bien establecido del
genocidio y práctica exterminación de los aborígenes australianos y
neozelandeses, o de los indígenas canadienses y de los Estados
Unidos.
Éste fue el tema desarrollado en mi conferencia “Macrofilosofia di due strategie coloniali” que leí en la Università de Napoli L’Orientale, gracias a la magnífica traducción llevada a cabo por los profesores italianos Giorgia Capone y Leonardo Franchesquini. Con éste último, fuimos invitados a unas conferencias y debate posterior por el profesor Miguel Mellino y su grupo de estudios postcoloniales dirigido por Ian Chambers. El debate posterior –donde pude intervenir en castellano- fue intensísimo con los muy informados y críticos doctorandos, maestrandos y, sobre todo, con las siempre brillantes y punzantes intervenciones de los profesores Silvana Carotenuto, Lidia Curti, Miguel Mellino y Ian Chambers.
Éste fue el tema desarrollado en mi conferencia “Macrofilosofia di due strategie coloniali” que leí en la Università de Napoli L’Orientale, gracias a la magnífica traducción llevada a cabo por los profesores italianos Giorgia Capone y Leonardo Franchesquini. Con éste último, fuimos invitados a unas conferencias y debate posterior por el profesor Miguel Mellino y su grupo de estudios postcoloniales dirigido por Ian Chambers. El debate posterior –donde pude intervenir en castellano- fue intensísimo con los muy informados y críticos doctorandos, maestrandos y, sobre todo, con las siempre brillantes y punzantes intervenciones de los profesores Silvana Carotenuto, Lidia Curti, Miguel Mellino y Ian Chambers.
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