Hoy se
impone un reto inexcusable: la transmisión cognitiva… democrática, con calidad
y al conjunto de la sociedad. No es meramente un ideal y una utopía, es una
necesidad. Y el éxito o fracaso al conseguirlo, marca el éxito o fracaso de las
sociedades.
Hoy
para todos y en cualquier parte, el conocimiento es un valor en sí mismo. El
capitalismo cognitivo y la sociedad del conocimiento se basan en generar
conocimiento con alto valor añadido. Ahora bien, eso sólo es insuficiente,
insolidario, peligroso e, incluso, puede bloquear la democracia.
Cuando
el conocimiento es –de mucho- el principal factor productivo pero no llega a
todos, las sociedades se hunden en la insolidaridad y las democracias dejan de
ser viables. Las sustituyen populismos dictatoriales controlados desde los
medios de comunicación, pero también desde expertos, tecnocracias, universidades, escuelas, altas academias, institutos
de investigación y centros de I+D+i (investigación, desarrollo e innovación)
meramente tecnocráticos.
Por
tanto, es a la vez un enorme fracaso y un inmenso peligro tener: mucho conocimiento,
tecnología avanzada, investigación punta, acelerado desarrollo, creativa
innovación e, incluso, competitiva productividad… sin su eficaz y democrática
transmisión al conjunto de la población.
Sin transmisión del conocimiento, se hace imposible el empoderamiento democrático por parte de la ciudadanía. El modo de producción postindustrial y la turboglobalización acentúan la necesidad de una muy rápida comunicación y
transmisión de los conocimientos; la democracia, aún más.
El “coste de
oportunidad” (incluso por leves retrasos o ineficiencias en la incorporación de
las innovaciones) ha crecido enormemente con la aceleración del cambio tecnológico
y de los flujos en las sociedades postindustriales. Aún más ha crecido por
ello: el peligro totalitario y antidemocrático.
Las
sociedades avanzadas actuales se definen como “del conocimiento” o de
“capitalismo cognitivo” porque el saber (más que la industria clásica) es el
factor productivo más importante y que impulsa decisivamente el resto de
sectores.
Ahora
bien también son “SOCIEDADES DE conocimiento” porque –hoy efectivamente- éste
es producido “por toda la sociedad” y no tan sólo por un pequeño grupo o casta.
Aún más, lo son porque en ellas el conocimiento sólo puede ser producido
por la participación activa de toda la sociedad y -recíprocamente- toda la ciudadanía debe empoderarse de él.
Internet
ha puesto de manifiesto el potencial comunicativo y cognitivo que el conjunto
de la sociedad atesora, incluso en sus extremos más depauperados. Por eso
hablamos de “sociedad red”. Nuestro mundo es una turboglobalizada y monádica “World
Wide Web”, donde las voces más auténticas y las aportaciones más creativas
nacen del lugar más inesperado.
En
contrapartida, sólo accediendo libre y eficazmente a la “World Wide Web” alguien
realmente participa de la “sociedad red o del conocimiento”, incluso del
“capitalismo cognitivo”. Por el momento y cada vez más hasta que "otro mundo sea posible", la www se convierte en condición de plena
ciudadanía, auténtica democracia y acceder a la “docta ignorancia” (Nicolás de Cusa) de una
“sociedad de la ignorancia” compleja y exigente, a veces frustrante y
angustiosa, pero ya convertida en la condición humana actual.
Por
todo ello, tanto el “capitalismo cognitivo” como la “democracia del
conocimiento” exigen una muy eficiente y rápida comunicación de las
innovaciones y conocimientos a toda la sociedad, sin excluir ninguna parte de
ella.
En
principio, las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) lo
permiten y la potencian; pero tan sólo si políticamente y socialmente ese es
también el objetivo.
Hoy los
bloqueos a la eficaz puesta en común del conocimiento generado colectivamente
son más bien políticos, económicos, culturales, de mentalidades sociales… que
no de las tecnologías. Éstas están –parece- al nivel de ese gran reto, pero: ¿y
la gente? ¿los políticos y las instituciones? ¿las universidades y la escuela?
¿Hay
auténtica voluntad política y social para poner en común el conocimiento
generado colectivamente? Incluso ¿se entiende la importancia y valor ético del
reto de transmitirlo y ponerlo a disposición del conjunto de la sociedad?
¿Superaremos
hoy, el ancestral egoísmo del sálvese quien pueda; convertido hoy en: “coge el
conocimiento y corre… a aprovecharte privadamente de él”? ¿Superaremos la
culpable pereza y nos atreveremos a hacer el esfuerzo que sea necesario para
aprender?
¿Devendremos
realmente “UNA SOCIEDAD del conocimiento” o –a pesar de muchos saberes
hiperespecializados y privatizados- fracasaremos deviniendo una “sociedad de la
ignorancia”.
Kant
diría que hoy el sentido y reto de la Ilustración es devenir una auténtica “sociedad
del conocimiento” y superar nuestro ancestral destino de caer en el despotismo
de una “sociedad de la ignorancia”. Herder diría que en ese reto se juega hoy
el sentido de “humanidad” y para Marx es la auténtica emancipación y sentido del “comunismo”.
Pues
hoy, aún más que en cualquier otra época anterior: los saberes, las culturas,
los conocimientos, las lenguas, las capacidades, las ideas, los ingenios, las
creatividades, los distintos tipos de inteligencia, las múltiples voces… son el
patrimonio que tenemos en común y que debemos poner a disposición de todos.
En to meson decían los griegos clásicos. Los
saberes deben ponerse en medio y en común, si bien quizás no de forma
totalmente gratuita, pues la humanidad tiende a no valorar lo gratuito, a
confundir el valor con el precio (Wilde) y entonces hasta lo más valioso y
liberador puede degradarse a ganga e imposición.
Puesto
que la producción del saber se ha vuelto más colectiva que nunca, cualquiera debe
poder participar en ella según sus esfuerzos, sus capacidades y sus necesidades.
Es difícil y exigente para todos, pero es seguramente la única solución
verdaderamente humana y sostenible a largo plazo.
Antes
quizá no era eso del todo posible; hoy los peligros y costes de claudicación
han devenido inhumanos, la más peligrosa barbarie y la más profunda exclusión…
pues hoy la marginación respecto el saber y el conocimiento es la madre y la
fuente de toda exclusión.
Ahora
bien y como hemos apuntado, toda la sociedad puede producir colaborativamente
conocimiento (y ser una auténtica “sociedad del conocimiento”) solo si cumple
dos condiciones: Si goza de las adecuadas TICs y redes de comunicación; pero
también –last but not least- si
minimiza los muchos posibles impedimentos a la transmisión cognitiva y maximiza
las buenas prácticas y los canales con potenciales sinergias.
Sólo si
detectamos eficazmente bloqueos y potencialidades, y superamos o minimizamos
los primeros y maximizamos los segundos, devendremos una auténtica “sociedad
del conocimiento”. Pues sólo entonces, una “sociedad” realmente deviene
“inteligente”, una eficaz “red social”, “del conocimiento” y “de la
comunicación”.
Lo
demás son eufemismos que marcan diferencias respecto épocas pasadas, pero que
no permiten competir eficazmente en el marco actual turboglobalizado.
Por
ello, son tan enormemente altos en la actualidad los costes humanos,
económicos, tecnológicos y culturales de cualquier bloqueo, ineficiencia,
limitación, malacomprensión, indiferencia, monopolio, resistencia, dilación, injusticia,
inatención, desvío, privatización, falta de equidad, olvido, exclusión… en la
transmisión democrática del conocimiento.
Crear
conocimiento y saber es decisivo, pero aún más lo es su transmisión al conjunto
de la sociedad. Pues, dado el altísimo coste social y económico que hoy
representa la creación y gestión del conocimiento; su menosprecio, dilapidación
y mal uso es humanamente culpable, además de lastrar el destino internacional
de los pueblos.
El
conocimiento debe llegar a todos, porque es condición de humanidad (Kant, Herder).
Pero además hemos descubierto hoy que se produce social y colectivamente (como
ya destacó Marx y más recientemente destacan desde el conservador Daniel Bell al
progresista Manuel Castells).
El
conocimiento debe transmitirse al conjunto de la humanidad. Debe llegar al
común y devenir común. Por ello todo bloqueo es “culpable” (Kant).
En caso
contrario, no hay auténtica “sociedad” en el conocimiento, sino tan sólo privatización
de los saberes bajo socialización de la ignorancia. Entonces la pretendida
“sociedad del conocimiento” tan sólo enmascara una bárbara “sociedad de la
ignorancia”.
Ver artículo "¿Peligra la democracia? de Clotilde Parra en Diario Libre, Santo Domingo, 19-4-2024.
2 comments:
Enhorabuena por esta magnífica exposición.
Siguiendo este hilo argumental, quisiera señalar que, a mi juicio, hay como mínimo dos factores que inciden de modo muy especial en el “bloqueo, ineficiencia, limitación, malacomprensión, indiferencia, monopolio, resistencia, dilación, injusticia, inatención, desvío, privatización, falta de equidad, olvido, exclusión… en la transmisióndemocrática del conocimiento. :
a) la conversión, hoy más acentuada que nunca, del conocimiento en una mercancía que, como tal, no sólo tiene un precio tanto mayor cuanto más socialmente relevante es su contenido –pensemos en la gran proliferación de Think Tanks, seminarios y congresos para públicos muy minoritarios, rankings de universidades “exclusivas”, etc.- y que, por consiguiente, deja de lado a cuantos no tengan el capital económico, cultural y social necesario para acceder, sino que, además, implica subordinar totalmente la calidad del conocimiento a la maximización del beneficio: ¿cuántas librerías de calidad no han tenido que cerrar estos últimos años? ¿cuántas editoriales de prestigio han desaparecido o han quedado absorbidas por otras que sólo piensan en la cuenta trimestral de resultados?
b) Los populismos: la creciente crisis de legitimidad de la política –una crisis sistémica cuya causa profunda el abismo creciente entre el auténtico poder, que es global, opaco y nada democrático, y las instituciones que supuestamente representan a la voluntad popular- es aprovechada por populistas de toda condición que utilizan técnicas avanzadas de mercadotecnia para crear, difundir y propagar mensajes simplistas con un alto contenido emocional que, en vez de facilitar el conocimiento de la realidad, lo enmascaran y lo dificultan. Pero no nos equivoquemos: los populismos son sólo una causa de la creciente ignorancia, sino también, y sobre todo, un síntoma y una consecuencia de la misma.
Lluís
El conocimiento ha sido siempre un arma y un potencial que tenía un uso ético o no en función de quien lo poseía y ejercía. Probablemente a lo largo de la historia ha sido mayoritario el conocimiento usado con fines no éticos. Tradicionalmente tenía además un valor de “distinción” (Bourdieu) para discriminar o separar la gente. Hoy prioriza su valor de mercado y su performatividad (normalmente medida también por el valor de mercado).
Lo que dices –Lluís- dels “Think Tanks, seminarios y congresos para públicos muy minoritarios, rankings de universidades “exclusivas”” remite a lo que tiene ese valor de mercado. Naturalmente otros conocimientos filosóficos, éticos… si no se ve claro que no tienen ese valor y uso, sencillamente se obvian o se cierran sus centros.
Por eso no nos debe extrañar (pero sí indignar) que también el no-saber o la ignorancia tengan un alto valor de mercado y para garantizar el estatus quo. Como dices muy bien: “técnicas avanzadas de mercadotecnia para crear, difundir y propagar mensajes simplistas con un alto contenido emocional que, en vez de facilitar el conocimiento de la realidad, lo enmascaran y lo dificultan.” No nos engañemos desde Goebbels sabemos que vivimos también en la era de la propaganda.
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