Por esa dialéctica que se autoprohibe la verdad que dice buscar, el pavoroso advenimiento consciente del nihilismo sólo fue posible –teoriza Nietzsche- por la fe radical e inquebrantable del movimiento nihilista más poderoso: el cristianismo.
Este se caracteriza –dice Nietzsche- por identificarse con la verdad como afirma el Evangelio según Juan (14: 6; Bover J.Mª. & Cantera F. 1953): “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida”. (Juan 8: 31-32) “Si vosotros perseverareis en mi enseñanza, sois verdaderamente discípulos míos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Y (Juan 8: 12) “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no tema caminar en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”
Así la dialéctica del nihilismo implícito –que tan eficaz y fanáticamente reforzaba a sus partidarios- se destruye tan pronto como se evidencia la falsedad que hay tras la verdad que dice buscar. Entonces, desvelada la radical negación que contiene, provoca la mayor caída en la desesperación, la angustia, el desencanto, el desconcierto... La muerte de Dios, el descrédito del mundo de las ideas, el fin de la metafísica y la evidencia del origen inmoral de toda moralidad -Nietzsche dixit- provocan la más profunda orfandad en el nihilismo explícito.
Entonces los existencialmente débiles –que se habían escondido tras el “mundo verdadero”- se sienten tan amenazados que inventan las más mentirosas artimañas para evitar reconocer lo que ya conocen. Como el vigilante de tumbas del Zaratustra o la mala conciencia de Sartre, retroceden atemorizados e intentan continuar viviendo como si no supieran lo que saben, como si no lo hubieran descubierto, como si no fueran plenamente conscientes de ello.
Pueden ser innúmeras las veces en qué secretamente se hiciera consciente el nihilismo, pero inmediatamente se negará e incluso se sepultará tal verdad bajo siete sellos. Aunque reiteradamente evidenciado, otras tantas veces es negado cobardemente porque la gente decide una y otra vez -como dice Antonio Machado (1936)- que no fuera verdad nada de lo que ya sabían.
Por ello el advenimiento del nihilismo explícito no es un acontecimiento histórico único –fechable- sino una reiterada condena digna de Sísifo. Es un proceso repetido infinitas veces porque, aunque se quieran negar, las evidencias no hacen sino aumentar, convirtiendo en insostenible la tarea nihilista de subir la enorme piedra hasta el cielos.
Recuerda Nietzsche que solo una reforzada valentía existencial podría superar –ni que fuera por un instante- los anulantes pavor y temblor. Pues el advenimiento del nihilismo consciente hunde todos los valores “supremos” y “mundos verdaderos” en la falta de fundamento, la ausencia de solidez protectora, de cualquier garantía absoluta, de algo que valga universalmente, de jerarquías exteriores y permanentes.
La humanidad ha retrocedido inúmeras veces ante "el más siniestro de todos los huéspedes". Por ello y como la muerte de Dios, el advenimiento del nihilismo ha tenido que descubierto conscientemente otras tantas veces. Nietzsche ve aquí la demostración irrefutable de que la consumación explícita del nihilismo no ha sido fruto del azar o un evento único a pesar de su inmenso impacto.
Es “un error aludir como causa del nihilismo [dice Nietzsche (2[127])] a «calamidades sociales», a «degeneraciones fisiológicas» o incluso a la corrupción. Éstas siempre permiten interpretaciones totalmente diferentes. Al contrario, el nihilismo se enraíza en una interpretación muy determinada, en la cristiano-moral.”
Nietzsche siempre reconoce que sólo el nihilismo cristiano –precisamente por ser inconsciente de sí y estar dotado de la más poderosa voluntad de verdad- era capaz de autodestruirse para abrir un existir postcristiano y postnihilista. Solo el ansia más poderosa de veracidad -el cristianismo- puede superar el pavor que siente cuando se hace consciente de ser nihilista.
Así Nietzsche dice (2[127]): “La decadencia del cristianismo, [es] víctima de su moral (que le es inseparable) que se revuelve contra el Dios cristiano. El sentido de la veracidad, altamente desarrollado por medio del cristianismo, se convierte en repugnancia ante la falsedad y la mendacidad de toda interpretación cristiana del mundo y de la historia. Retroceso desde «Dios es la verdad» hasta la creencia fanática «todo es falso».”
Incluso Max Weber -que sufrió muy profunda y traumáticamente el influjo nietzscheano- muestra como el ethos cristiano-protestante está en el origen del espíritu del capitalismo. A través de una autoreforzante dialéctica nihilista lo que debía ser (Weber, 1992: 199) “un liviano manto que se puede arrojar en todo instante” se ha convertido “en férrea envoltura”, en una impenetrable jaula de hierro.
Una vez más y en el capitalismo, un nihilismo implícito e inconsciente ha sido sustituido por otro muy similar y aún peor. Por tanto el resultado no es –al menos inmediatamente- la liberación si no la recaída en otro simulacro muy parecido. De esta manera el gran temor y temblor que provoca el nihilismo explícito lo reafirma e impide sacar sus consecuencias emancipatorias y antinihilistas. Como en la metáfora del “vigilante de tumbas”, se pasa simplemente a otro nivel más cínico de nihilismo, se opta por una nueva astucia u otra "jaula de acero" antes que atreverse a vivir sin transcendencia ni valores supremos.
Sin embargo, el anhelo cristiano de verdad absoluta será la fuerza que pondrá las veces que haga falta ante el nihilismo explícito a las “conciencias desventuradas” hegelianas, a las “falsas consciencias” sartrianas y a todos los vigilantes de tumbas. Por mucho que quieran obviar que la verdad que buscaban no es otra que el nihilismo consciente y quieran continuar vigilando una tumba que ya saben vacía, serán llevados por el anhelo cristiano de verdad hasta constatar que la vaciedad del sepulcro de Dios, no es prueba de la ascensión a los Cielos sino de su inexistencia.
Como vemos el cristianismo es imprescindible -en última instancia- para romper la dialéctica autorreforzante del nihilismo del “mundo verdadero”, pues –en tanto que la versión más poderosa y atrevida de la voluntad de verdad- permite atravesarlo y refutarlo totalmente. No olvidemos que el propio Nietzsche era hijo y nieto de sacerdotes protestantes por parte de padre y de madre; y además en un estadio juvenil despertó en su familia la esperanza de que llegará a ser un pastor muy superior a sus ancestros.
Este post está basado en el artículo “¿Cómo Nietzsche supera el nihilismo y deviene antinihilista?” de G. Mayos del libro Nietzsche actual. Reflexiones ineludibles sobre un clásico intempestivo, Pablo Lazo y Paula Arizmendi (coords.), Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, 2021, 284 pp. ISBN: 978-607-417-822-7. Una brevísima reseña.
Índice: Prefacio. Un Nietzsche para el siglo XXI, Germán Cano; Prólogo. Nietzsche actual. Reflexiones ineludibles sobre un clásico intempestivo, Pablo Lazo y Paula Arizmendi.
PRIMERA SECCIÓN. NIETZSCHE HOY. APUNTES SOBRE UNA FILOSOFÍA Y UN ESTILO INTEMPESTIVO. Nietzsche’s Kitchen. Prolegómenos para una filosofia de la alimentación, Ángel O. Álvarez Solís; Breve nota sobre el estilo aforístico de F. Nietzsche, Carlos Mendiola Mejía; Verdad, estilo y delirio en la escritura de Nietzsche. Reflexiones a partir de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral; La pasión del conocimiento, Crescenciano Grave; ¿Cómo Nietzsche supera el nihilismo y deviene antinihilista?, Gonçal Mayos.
SEGUNDA SECCIÓN. NIETZSCHE Y LOS INTERLOCUTORES DEL (¿AYER?) MAÑANA. Deleuze, lector de Nietzsche, José Ezcurdia; Preplatónicos y la verdad de los milesios: Nietzsche und die Nullzeit der Philosophie, Panagiotis Deligianakis; Así habló Maquiavelo: Potencia agónica y política, desviada en tiempos de pasiones tristes, Dante A. Aragón Moreno; Nuevos sentidos políticos a partir de Nietzsche, Silvia L. Gil; Entre el velo y la pasión del conocimiento. Nietzsche como pensador de transición, Germán Cano; Bibliografía; Autores.
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