Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Oct 29, 2022

VÍDEO Y TEXTO; DEL ALEPH A BABEL. CIENCIAS Y FILOSOFÍA EN EL MUNDO DIGITAL

 

  • Vídeo de la conferencia y debate de Gonçal Mayos sobre "Del Aleph a Babel. Ciencias y filosofía en el mundo digital". 

    Analiza la sociedad del conocimiento y de la información con sus paradojas. Hace unos pocos años se generó el término ‘postverdad’, remite a una era donde es muy difícil distinguir entre las fakenews y la verdad, entre locos terraplanismos y hechos reales, entre supersticiones y ciencia, entre paranoias patológicas y sana lucidez.

    Actualmente y por distintas causas, la sociedad de la ignorancia se superpone a la sociedad del conocimiento. Las ciencias ultraespecializadas ya no pueden fiarse de la macrofilosofía para construir la verdad definida por todas ellas, para definir su punto de encuentro y las bases de su necesario diálogo. Esa es la dificultad de nuestro tiempo que cada vez intentamos encarar con procesos de inteligencia artificial y sistemas informáticos expertos.
Imposibilidad del Aleph religioso y metafísico

En la narración ‘El aleph’, Jorge Luis Borges dice haber encontrado el lugar donde se pueden ver todos los lugares del mundo y desde todos los ángulos. El aleph sería una especie de mirador desde donde se puede mirar a cualquier parte y verla des de cualquier perspectiva. Sería el acceso privilegiado a cualquier saber. Y eso es hoy Internet: el lugar donde se convocan todos los lugares
y saberes, pudiendo observarlos desde todos los puntos de vista.

Eso hace que sea lo más parecido a la mónada de mónadas que, según Leibniz, nos ofrecería el universo entero con todas sus características, sus perspectivas y su verdad metafísica. Es lo más parecido al ojo o entendimiento divino que, según muchas religiones, lo contempla todo a la vez, y que por tanto permite a Dios evaluar todas las combinaciones y variaciones de sus criaturas para poder escoger y crear el mejor de los mundos posibles.

Ese es el Aleph que presuponen y han buscado explicitar sin éxito todas las metafísicas hasta hoy. Pues, a diferencia de la omnisciencia divina, el intelecto humano no puede percibirlo todo simultáneamente, sino que es esencialmente discursivo y necesita ‘discurrir’ más bien de acuerdo con el ‘método cartesiano’. 

Es decir: “no admitir como verdadero nada que no supiese con evidencia que lo es”, evitando la precipitación como la prevención. Dividir las dificultades hasta llegar a sus componentes mínimos y últimos. Luego, atender a cada una de ellas, la una después de la otra, analizándolas detalladamente por separado y buscando en cada una de ellas su evidencia clara y distinta. Para -únicamente después- sintetizar una conclusión racional a todas ellas, comprobando que no se ha olvidado o saltado ninguna de ellas, llevando a cabo reiterados ‘recuentos y revisiones’ para ‘estar seguro de no omitir nada’.

Pues la conjunción universal de toda la realidad que representaría el Aleph borgiano y que ha impulsado la búsqueda del conocimiento metafísico y de la verdad divina durante milenios, no solo es imposible para la humanidad, sino que bloquea cualquier búsqueda cognitiva rigurosa, cayendo en la superstición religiosa o metafísica.
 
Babel: dispersión y confusión de lenguajes, métodos, paradigmas…

La filosofía hace décadas que ha reconocido que la humanidad carece del Aleph cognitivo que prometían la religión y -sobre todo- la metafísica. Incluso ha aceptado el menosprecio generalizado entre las ciencias para con la necesidad humana de tener una síntesis o perspectiva teórica que sustituya a la promesa de un Aleph teológico-metafísico. Por eso, ha aceptado sumisamente la tendencia hacia la ultraespecialización de los saberes y su tratamiento disciplinar aislado que hoy todavía es dominante.

De esa forma, el moderno sistema de saberes cayó en una Babel hiperdisciplinar donde la multiplicidad y heterogeneidad de los lenguajes, paradigmas y métodos de las distintas ciencias impiden el entendimiento mutuo, la intercomunicación eficaz y, por supuesto, las síntesis finitas, humanas y provisionales que como ‘cultura básica general’ necesitan las sociedades para garantizar su cohesión y la confianza mínima entre todos los individuos.

Como las ciencias ultraespecializadas e incluso una filosofía que acobardada ha renunciado a su papel tradicional de punto de encuentro y diálogo de la totalidad de los saberes para dar con una perspectiva común, global, sistemática y, si no de verdad absoluta, al menos de cultura básico-provisional compartida, el resultado es la actual Babel de dispersión y confusión de los lenguajes, y de las pretensiones de verdad… que fraudulentamente aprovechan el ‘desconcierto social’ con objetivos ideológicos y políticos más o menos perversos.
 
Pues resulta que la enorme cantidad de información, fácilmente accesible por Internet pero imposible de ser evaluada en su verdad individualmente por nadie por genial que sea, provocan una muy peligrosa mezcla de verdad y mentira, de saber atestiguado y proyección ideológica; de cognición controlada y de fantasía desbocada; de crítica atenta y de desconfianza paranoica o conspirativa…

Fácilmente podemos mezclar y confundir ámbitos que son todos de gran importancia para los seres humanos pero que deben ser distinguidos en todo momento. Pues es importante dormir y soñar por la noche siempre y en cuanto no se confundan con la lucidez del día.

Lo que Freud llamó el principio del deseo es esencial para la vida humana, pues impulsa a buscar y realizar lo que no se tiene pero se necesita y anhela; siempre y en cuando se distinga del principio de realidad, de lo que nos condiciona y de lo que no podemos ni debemos cambiar. La existencia humana necesita utopía, precisa de proyectos apasionados, de imaginar cómo puede ser el futuro y de ilusionarse con mejorarlo; pero a la vez y en igual medida, necesita evaluar realistamente el presente, calcular críticamente las consecuencias de cambiarlo y tomar decisiones fríamente racionales al respecto.

Posverdad en el Aleph digital

Pero hoy la multiplicidad de perspectivas, entre lúcidas y paranoicas, que convocan las redes sociales telemáticas, conjuntamente con un sistema de saberes ultraespecializado e incluso a una filosofía que ha renunciado a sintetizar una ‘cultura básica’ que enraíce las masas desconcertadas en una visión común de lo verdadero, provoca la paradoja de que el sueño maravilloso del Aleph que es Internet se esté convirtiendo en la pesadilla trágica de la Torre de Babel que, como saben, tuvo que ser abandonada porque sus muchos constructores ya no podían entenderse entre sí.

Pensemos en el desconcierto de la gente de a pié, y su vulnerabilidad ante expertos manipuladores que instrumentalizan tanto su credulidad como su desconfianza en el actual sistema de saberes, donde la verdad existe, pero está perdida en algún rincón de ‘la biblioteca de Babel’ que es Internet. Borges la define como aquella librería ‘universo’ infinita, que contiene todas las combinaciones posibles de las letras del alfabeto y todos los mensajes expresables, tanto los que tienen sentido como los que no.

La dificultad en la actual Internet es encontrar el maravilloso enunciado verdadero que buscamos y que sabemos que está perfectamente expresado en algún libro de esa biblioteca. Pero no sabemos ¿dónde? Ni ¿cómo encontrarlo? Ese es el problema que convierte las sociedades digitales avanzadas en ‘sociedades de la ignorancia’, del ‘desconcierto’, de las fakenews y de la posverdad que son la cara negativa de la proclamada ‘sociedad del conocimiento’.

Recordemos que el 2016 Oxford Dictionaries escogió post-truth ‘postverdad’ como el más importante y significativo del año. Se refiere al advenimiento de una era donde es muy difícil distinguir entre las fakenews y la verdad, entre locos terraplanismos y los hechos reales, entre las supersticiones y la ciencia.

Pues, como Google o the Cloud-la nube, hoy es la fuente infinita de todos los saberes y que en menos de un año acumula más información que toda la escrita por la humanidad hasta finales del segundo milenio después de Cristo. ¿Como encontrar pues la verdad, una verdad concreta i determinante, en esa inmensidad sin fin?

Como hemos dicho, las ciencias lo consiguen a través de la ultraespecialización, se parcelan y especializan cada vez más en ciencias más concretas y detalladas. Si pensamos en el derecho van centrándose en partes más limitadas de este: el derecho… administrativo de las corporaciones X dedicadas al sector económico Y en el Estado nacional o región internacional Z, etc. etc. 

Ello no es un problema por el momento para el desarrollo científico, pero sí para su correcta transmisión al conjunto de la ciudadanía que, cada día, está más desconectada de las ciencias, desconcertada e incluso desconfiada. Es pues sobre todo un problema para la democracia y la cohesión social, permitiendo que se extienda la posverdad, las fakenews y las políticas del desconocimiento. 

Contra esas tendencias negativas, tradicionalmente intervenía la filosofía que -como saben- es la madre de todas las ciencias y tiene que estudiar sus cuestiones comunes y más básicas. Pero la filosofía también nota la presión para ultraespecializarse, convertirse en una disciplina más y olvidar las cuestiones cósmicas y macro (en contra de Kant), olvidar que es la ‘ciencia primera’, fundadora y más fundamental. Por eso hoy la filosofía tiene muchas dificultades para cumplir su cometido de siempre y parece menos relevante para los debates públicos esenciales…

La actual y paradójica imposibilidad de la macrofilosofía, cuando la humanidad precisa más de ella, ejemplifica hoy tendencias que culminarán pronto pero, afectando entonces, a la totalidad del sistema de saberes, sin excepción y que difícilmente serán subsanables a base de más hiperespecialización, de más sistemas expertos y de más la inteligencia artificial.

El estigma de la postverdad se extiende cuando la sociedad de la ignorancia se superpone a la sociedad del conocimiento. Entonces, las ciencias ultraespecializadas ya no pueden fiarse de la macrofilosofía para construir la verdad definida por todas ellas, para definir su punto de encuentro y las bases de su necesario diálogo. La desconfianza ante cualquier afirmación de verdad o hecho real se extiende generalizadamente, como la incredulidad y la rebelión de las masas quijotescas que confunden los libros de caballerías o el entretenimiento de los massmedia con la realidad.

Ese es el problema y la dificultad de nuestro tiempo que cada vez intentamos encarar con procesos de inteligencia artificial y sistemas informáticos expertos. Pero eso ¿soluciona el problema o, simplemente, lo desplaza y lo termina agravando? Pues cabe preguntarse si ¿Puede el cerebro humano que ha evolucionado a lo largo de millones de años, hasta generar esa inmensidad de saber actual, continuar dando cuenta de toda esa inmensidad?

Los retos de conocimiento, que se vuelven aceleradamente exigentes, ¿pueden ser resueltos siempre por un cerebro humano biológico, de aproximadamente un kilo y medio, que es todavía hoy el órgano cognitivo más perfecto existente, pero que es finito, se cansa, se equivoca a veces y tiene importantes sesgos y limites cognitivos?

Los retos cognitivos del futuro inmensamente más complejos y difíciles ¿podrán ser resueltos indefinidamente por nuevas generaciones de cerebros de silicio o de ordenadores cuánticos… o solo hasta cierto momento?

Creo, por tanto, que la filosofía debe recuperar su original papel ‘macro’ y que sintetizaba las cuestiones clave para la humanidad. Solo así y con humildad, podrá ayudar a encarar el actual problema de reequilibrar la ultraespecialización de las ciencias con análisis inter, trans, multi y postdisciplinares. Y transmitir la síntesis cultural básica y verdadera al conjunto de la ciudadanía para que esta se empodere frente a las tendencias generadoras de posverdad, fakenews y desconcierto. Esa es la tarea principal ahora mismo. Muito obrigado.



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